Más que 28 kilómetros,
nos separa la distancia que dejaron tus silencios.
La que creció entre tus ganas apagadas
y mi esperanza que, terca, aún florecía.
Ya no dueles como antes,
pero tampoco dejás de pesar.
Tus besos eran sombra,
tus abrazos, abrigo de invierno sin calor.
Me mirabas,
pero no sabías quedarte en mí.
Nunca viste la herida abierta que te esperaba
con las manos llenas de amor.
No es un número lo que nos parte.
Es la ausencia de promesas,
el eco de tus ganas que nunca llegaron,
tu forma sutil de irte
quedándote.
Te olvidaré sin prisa,
como se apagan los faroles en la madrugada.
Seguirás siendo un nombre
que no llamo más.
Mi amante terminó,
y yo,
me quedo recogiendo los restos
de lo que quise darte.

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Poesía pura