Familia humana.

Madre: Nayeli

Padre: Kato

Hermano: Dasan

Hermana: Shasta

Hermana: Misae

Padre celestial:

El gran Padre.

El Creador.

- Una noche tormentosa, los vientos azotaban el mar que rompía en la costa. Las rocas se desprendían de las montañas, destruyendo todo a su paso.

A las afueras de una ciudadela, custodiada por grandes muros de roca solida, un pequeño pueblo recibía la tempestad con nada más que paredes de roca y barro y techos de paja.

En una de estas precarias viviendas, una madre sola cuida de sus 4 niños.

- es solo una lluvia pasajera. Pronto se irá -

Sus palabras intentaban calmar el miedo de sus pequeños más el miedo propio aumentaba al saber, por conocimiento, fe o superstición, que aquel temporal se debía a una gran batalla librada en los cielos. Una batalla imperceptible al ojo humano, aunque si repercutirá en las vidas de estos.

Las pequeñas casas sucumbian a aquellos vientos, lo llantos y los lamentos de los que quedaban eran callados por los fuertes estruendos de entre las nubes.

En aquella casa el techo empezaba a ceder mientras los 4 niños eras sostenidos y cubiertos por su madre.

- mí muñeca -

Dijo Haniwa, la mas pequeña, al dirigir su atención a una tela, que encerraba un poco de paja, en forma humana. Un juguete que su hermano mayor le había hecho.

Sin percatarse su madre. La niña hecho a correr para resguardar su preciado tesoro. En aquel momento, una gran viga de madera se desprendió golpeandola, arrebatandole la vida ante los ojos de su madre.

El sufrimiento fue tal, que llego al corazón de Therica, un ángel guardián, una Valkiria, cómo se denominan ante los Celestiales. Quien se encontraba combatiendo las ordas de demonios que intentaban acabar con la armonía del cielo.

Therica, desobedeciendo las órdenes de las deidades, descendió de los cielos montada sobre un corcel de color gris, bajo sus cascos brillaba el rayo.

Tomo a la pequeña Haniwa en sus brazos y la cubrió con sus alas blancas. En su oído susurro unas palabras.

Aquella oración surco el cielo y llego a los oídos del gran padre, quien sintió el sufrimiento que había ignorado hasta entonces, y mientras la gran guerra santa llegaba a su apogeo los pensamientos de esté, llegaban al corazón de Therica, quien se elevó sobre las nubes llevando a la pequeña en sus brazos.

El cielo se cerró con nubes negras y tras un gran estruendo volvió a abrirse dejando el paso a una joven de grandes alas blancas y cuerpo esbelto, de cabello rubio. Las gotas de lluvia resbalaban por su piel y la calidad acompañaba su mirada.

El techo de la casa no aguanto más y cedió sobre la familia de Haniwa, pero en el momento en que iba a tocar sus cabezas, la joven, con una fuerza desmesurada, freno el golpe con su mano, sosteniendo las vigas de madera.

- ya no tendrás porque temer -

Le dijo a la mujer mientras sus ojos se cruzaban y en aquella mirada, la tristeza de la madre encontró un final. Pues en los bellos ojos celestes de la joven pudo ver a su pequeña convertida en un ángel.

- nos volveremos al ver, madre. Y estaremos juntos. Pero aún no -

Le dijo con una sonrisa en el rostro mientras acariciaba la mejilla de aquella mujer.

El temporal menguo y poco a poco el cielo se despejó.

La familia salió de entre las ruinas de lo que había sido su casa pero al voltear para agradecer a su hermana e hija, está ya no se encontraba en aquel lugar.

El gran padre había creado aquel Ángel a partir del alma pura de Haniwa, que crudo sobre las nubes en vuelo hasta llegar al gran salón donde los Celestiales reunían sus huestes para continuar el ataque en los avernos

- ahora eres mí hija - dijo con una vos ir rezongaba en el salon - Te llamaras Vignette, te unirás a las Valkirias junto a tus nuevas hermanas -

No dijo más y partieron.