Dear Mr. Morningstar… Anthré sounds like a girl.

°      ᦃ        𝑴. ø̅ 𝒓 𝑛 𝑖 𝒏 𝑔 𝒔͚͙ 𝙩 𝙖 ͟𝙧̈ ⋆ (⠀ 𓆃 ⠀)ㅤㅤ⁺ .

︵⠀⠀⊹⠀⠀ㅤ :fire: ㅤㅤ:ㅤ 𝑫 𝒚̅ 𝒏 𝒂 𝘴 𝘵 𝘺 ⠀⠀𓈒⠀⠀ ֺ     ⃝ 𖹭

𝑯𝑩𝑫 ﹒ ㅤ 𝑫𝑨𝑫 !! ⋂⋂    ⁺    ｡

𝑴 𝑎 𝑡 𝑖 𝑢 — 𝑹 𝑜 𝑟 𝑜 — 𝑳 𝑖 𝑙 𝑢

𝐼. 𝐴 𝑑𝑎𝑦 𝟸 𝑟𝑒𝑚𝑒𝑏𝑒𝑟

La habitación estaba en penumbra, iluminada

solo por el tenue resplandor azul del mágico

pensadero en el centro.   El líquido plateado

giraba lentamente, como si respirara, dando

un deje de misterio a la reunión —por primera

vez en mucho tiempo— de los tres hermanos

en el antiguo estudio de su padre.

— ¿Están listos? — preguntó Lily, tocando la

superficie del recuerdo con la punta del dedo.

—Ese día es uno que siempre quise revivir—

dijo   Matthew   con   una   sonrisa   nostálgica.

Ronnie, por su parte, soltó una risita. —Y así

mantenemos la racha de hacer cosas que no

debemos en los cumpleaños de papá.. digo—.

Lily negó, pero era notorio en su expresión que

el comentario le había hecho gracia. — Culpa

suya, son sus genes. —

Encogiéndose de hombros en sintonía, como

si el tiempo no hubiese transcurrido dese que

no pasaban el medio metro de estatura; los

tres se inclinaron y, uno por uno, se sumergie-

ron viviendo el recuerdo prestado.

𝐼𝐼. 𝐴𝑛𝑑𝑟𝑒𝑤 𝐿. 𝑀𝑜𝑟𝑛𝑖𝑛𝑔𝑠𝑡𝑎𝑟

Sentía los músculos entumecidos por todo el

cuerpo y un cansancio que solo me provocaba

ganas de dormir y dormir. Con pereza, abrí la

gran puerta de la mansión y me adentré en

ella, cerrándola detrás de mí. Estiré el cuerpo

un poco, para alejar la ensoñación, y hablé en

un tono alto para que mi voz se escuchara por

toda la casa.

—¡Volví!

Extrañamente, no recibí respuesta alguna de

mis niños. Curioso, caminé hasta la cocina en

busca de mi familia; sin embargo, no había

rastro ni de mi esposa ni de mis hijos. Miré

hacia el reloj: marcaba las doce del mediodía.

—Qué extraño... deberían estar aquí.

Caminé   hacia la entrada para subir por las

escaleras al segundo piso, automáticamente

deteniéndome al oír unos pequeños pasitos

corretear por el pasillo. Sonriendo, me di la

vuelta y atrapé en el aire al pequeño demonio

que tengo por hijo. Su risa llenó el ambiente

cuando lo alcé haciéndole cosquillas.

—Te estaba buscando, mocoso. ¿Dónde están

las chicas?

Entre risas, frunció el entrecejo, como si no

comprendiera mi pregunta. Sin embargo, su

expresión volvió a cambiar rápidamente a una

que denotaba alegría.

—Mamá dijo que iría a la oficina a buscar algo

y pasaría a comprar comida para el almuerzo.

Mi estómago sonó en respuesta, evidenciando

que tenía hambre. Tras lo que bajé al niño y le

sacudí el cabello.

—Muy bien, campeón. Me daré un baño rápido

y luego comeremos cuando venga tu madre.

Noté cómo su cabeza giraba levemente hacia

un lado mientras me miraba, hasta que ruido

en alguna   parte de la planta baja atrajo su

atención, y salió disparado en dirección a la

sala. Negué lentamente con la cabeza y me

encaminé a darme una buena ducha.

Terminé de subir al segundo   piso   mientras

estiraba los brazos, sintiendo aún el peso del

entrenamiento sobre los hombros. Me metí en

el baño y dejé correr el agua caliente. El vapor

empezó a llenar el ambiente y junto con él, el

cansancio comenzó a disiparse.

Al salir, con una toalla en la cintura, escuché

pasos en el pasillo. Asomé la cabeza por la

puerta y allí estaba Matthew, caminando con

total naturalidad hacia su habitación.

—¿No ibas hacia abajo recién? —le pregunté,

confundido.

Pero me miró con una expresión neutral, casi

aburrida.

—No... para nada.

Fruncí el ceño. Estaba seguro que iba rumbo al

recibidor, no hacía ni diez minutos. Pero no

dije nada más. Sacudí la cabeza, y seguí con lo

mío.

Me vestí con ropa cómoda y bajé las escaleras

de dos en dos, aún rumiando esa pequeña

contradicción   internamente. Al ingresar a la

cocina, ahí estaba otra vez Matthew. Sentado

sobre la mesada, comiéndose una manzana

como si nada.

Me detuve en seco.

—¡Ey! ¿Cómo...?

Me señaló con la manzana, sonriendo.

—¿Todo bien, papá?

—¿No estabas arriba recién?

—¿Arriba? —repitió, con una sonrisa ladeada—.

No, estoy acá desde que bajaste.

Abrí la boca para decir algo más, pero en ese

momento, otro "Matthew" apareció desde la

puerta trasera, entrando con un vaso de jugo

en la mano.

Mi cerebro necesitó un par de segundos para

procesarlo. Miré a uno. Luego al otro. Hasta

que unos pasitos curiosos revelaron al tercero.

Los tres me   observaban con idénticos ojos

brillantes.

—No puede ser... —musité.

Y entonces, el último en entrar a la cocina,

cambió frente a mis ojos: su cabello se tornó

largo y rubio, sus facciones más finas. La voz

ahora era claramente femenina.

—¡Te lo dije, Lily! ¡Me descubrió primero!

—¡No, mentira! Yo fui la que lo   terminó de

confundir — dijo   el   segundo "Matthew", ya

transformándose en una niña de cabello corto

y rojizo.

El verdadero Matthew, aún con la manzana en

la mano, los miraba divertido.

—No sé cómo no te diste cuenta antes, papá.

¡Ronnie hasta se tropezó con el gato siendo

yo!

—¡EY, que tú también eres torpe!— Replicó la

pequeña rubia involucrada.

Suspiré,   llevándome   una   mano a la frente,

entre resignado y divertido.

—Algún día, sus bromas me van a dejar calvo...

En ese preciso instante, la puerta de entrada

se abrió y la voz de Kendra resonó en el aire.

—¡Ya volví! ¡Traje hamburguesas para todos!

Entró a la cocina con una gran bolsa en la

mano... y se detuvo en seco al ver la escena:

tres   Matthews ( perfectamente entrenados )

nuevamente   estaban   de   pie con carita de

inocencia   frente   a un Andrew visiblemente

despeinado.

Parpadeó un par de veces.

—¿Me perdí algo... o esto es una invasión?

—¡Hola, mamá! —dijeron los tres al unísono.

Kendra levantó una ceja y, sin inmutarse, sacó

una hamburguesa de la bolsa.

—Muy   bien. El que sea Matthew, no recibe

papas fritas.

Los tres se miraron entre ellos. Luego a su

madre. Luego a mí. Y en cuestión de segun-

dos, dos de ellos cambiaron de forma: Ronnie

y   Lily; presuntamente, cada una retomando

su versión original.

Kendra asintió, satisfecha.

—Eso pensé.

—¿Y yoooooo?— pregunté, alzando una ceja

mientras me acercaba a la mesa—. ¿Recibo

papas   o   también   tengo que demostrar mi

identidad?

Kendra solo me   lanzó una sonrisa divertida

mientras dejaba una hamburguesa con un 33

en velitas   decorándola.   Mismas   que fueron

prontamente encendidas por el dedito temblo-

roso de Matteo quien exclamó.

— ¡Estuve practicando!

—Y tú   tienes un pase libre, cumpleañero.—

Añadió Kenny con una sonrisa que solo podía

denotar plenitud.

Antes de que pudiera responder, mis tres hijos

empezaron a cantar a coro:

—¡Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a

ti...!

Me senté, aún con la sonrisa plasmada en la

cara,   rodeado   por ese caos maravilloso de

vocecitas, y la calidez del beso que Kendra se

inclinó para darme en la mejilla.

—Feliz    cumpleaños.   Gracias   por   dejarnos

empezar el día confundiéndote.

—Sí, sí, muy feliz cumpleaños —dijo Ronnie,

dándome un abrazo desde un costado—. ¡Pero

a la próxima no vale usar comida en nuestra

contra!

—Solo si prometen no clonarse de nuevo antes

de   comer —dije,   riendo   mientras   abría   mi

hamburguesa.

Y así, entre mordiscos, risas y la mejor compa-

ñía habida y por haber, se pasó un legendario

almuerzo-cumpleaños en familia.

𝑫𝘦𝘴𝘦𝘢𝘯𝘥𝘰𝘵𝘦   𝒉𝘰𝘺   𝘺   𝒔𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦   𝒖𝘯𝘢   𝒑𝘭𝘦𝘯𝘪𝘵𝘶𝘥

𝒂𝘣𝘴𝘰𝘭𝘶𝘵𝘢,   ㅤ ۪ ୧  :fire: ㅤ   𝒕𝘶𝘴 𝒑𝘦𝘲𝘶𝘦𝘯̃𝘰𝘴 . . .      𝒻

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