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¡Hola! Sean bienvenidxs a este nuevo blog, que

resultó muchísimo más largo de lo que planeaba,

como participación de la actividad del

Hilo Rojo del Destino.

En mi defensa, cada línea que escribía me motivaba

a responder las incógnitas que los personajes se

hacían.

Pero bueno, fue muy divertido para mí hacer este

blog de todos modos, así que sin más retraso, les

invito a leer esto y espero les agrade.

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El aroma a café recién hecho flotaba en el pequeño local encantado, donde las cucharas se movían solas y los periódicos se giraban al compás de un suave murmullo. Luna pasaba las páginas de Criaturas Fantásticas: Misterios Aún por Descubrir con la mirada perdida entre las letras, absorta, como si cada palabra la transportara a un mundo que aún no había explorado.

Era un día cualquiera en Londres. Los muggles pasaban apresurados sin notar nada inusual, mientras que, no muy lejos, el Ministerio de Magia vibraba con su ajetreo habitual. Luna había ido allí para investigar sobre el hábitat de los escarbatos albinos, pero ahora se regalaba unos minutos de calma antes de sumergirse en archivos polvorientos.

Unas risas escaparon de una mesa cercana, donde dos brujas discutían si los Amortentia realmente capturaban la esencia del amor verdadero o solo eran un reflejo de deseos pasajeros. Luna sonrió para sí misma, pensando en lo curioso que era el amor, tan complejo como cualquier criatura mágica.

Mientras removía distraídamente su té de jazmín con una varita delicada, recordó que, ya que estaba tan cerca, podría pasar a saludar a Jack, su amigo de años y uno de los pocos Inefables que conocía. Él siempre bromeaba con que “el amor es el mayor misterio de todos”, un comentario que ahora parecía insignificante... pero que pronto cobraría un significado aterrador.

Luna no lo sabía, pero mientras marcaba su página con una pluma de fénix, el delicado equilibrio del mundo mágico estaba a punto de tambalearse. El Hilo Rojo del Destino, que conectaba a almas verdaderamente afines, había comenzado a romperse. Y lo que parecía ser un día común, pronto se convertiría en una carrera contra el tiempo para salvar las conexiones más puras... incluidas aquellas que Luna aún no sabía que tenía.

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Luna cerró suavemente su libro y lo guardó en su bolso, junto con una pequeña libreta de notas llena de garabatos que solo ella entendía. Pagó su té y salió al bullicio de Londres, dirigiéndose hacia la cabina telefónica que servía de entrada al Ministerio de Magia. Con su característica serenidad, marcó los números correspondientes y pronto desapareció de la vista de los muggles.

Al llegar al atrio, se maravilló, como siempre, ante la magnífica fuente y el ir y venir de magos y brujas que parecían no tener tiempo ni para respirar. Ajustó su bolso al hombro y se dirigió hacia el Departamento de Regulación de Criaturas Mágicas. Su plan era simple: investigar sobre un rumor de escarbatos albinos avistados en el norte de Escocia. Pero, mientras caminaba por los pasillos, se le ocurrió una idea.

"Tal vez Jack tenga algún dato interesante", pensó. Su amigo, un Inefable de mente brillante, siempre encontraba la manera de sorprenderla con curiosidades inesperadas. Decidida, cambió de dirección hacia los ascensores.

Mientras el ascensor descendía lentamente hacia los niveles más profundos, Luna sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Algo en el aire se sentía... diferente. Al salir en el piso del Departamento de Misterios, notó que el ambiente estaba inusualmente silencioso.

Las puertas oscuras y sin inscripciones que daban a las distintas cámaras se alineaban frente a ella. Avanzó por el pasillo hasta la puerta que llevaba al despacho de Jack, pero antes de que pudiera tocar, una vibración casi imperceptible sacudió el suelo.

Un grito ahogado resonó a lo lejos.

Luna, con los ojos muy abiertos, sacó su varita. Algo andaba mal.

Cuando abrió la puerta, encontró a Jack de pie, con expresión grave, mirando fijamente un objeto flotante en el centro de la habitación: un fragmento de hilo rojo, desgarrado y vibrante con una energía extraña. La llama eterna de la Sala del Amor, oculta tras puertas impenetrables, debía haber sido el lugar original de aquel hilo, pero ahora sus restos estaban dispersos.

—Luna, llegaste en el peor momento posible —susurró Jack.

El caos había comenzado.

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Jack tomó aire profundamente y, sin apartar la vista del hilo flotante, explicó con voz tensa:

—El Hilo Rojo del Destino... se ha roto. Algo lo fragmentó, y ahora sus pedazos están dispersos por todo el Departamento de Misterios. Sin él, los lazos más profundos entre las personas están empezando a debilitarse.

Luna frunció el ceño. Sabía de leyendas sobre el Hilo Rojo, pero nunca imaginó que algo tan abstracto como el destino pudiera manifestarse de una manera tan tangible.

—¿Cómo pudo romperse? —preguntó, acercándose cautelosamente al fragmento.

Jack negó con la cabeza.

—No lo sabemos. Solo empezamos a notar los efectos hace unos minutos. Mensajes de todo el mundo han comenzado a llegar. Hay matrimonios que de repente se han desmoronado sin razón aparente, hermanos que juran que jamás se han querido, amigos de toda la vida que ahora se tratan como desconocidos. Pero hay algo más...

Luna lo miró con curiosidad.

—Algunas personas no han sentido ningún cambio. Es como si la ausencia del hilo solo afectara a los lazos verdaderos. Aquellos que solo fingían cariño o amistad... siguen exactamente igual, pues han intentado solucionar sus problemas con aquellos que han querido romper sus compromisos, cuando se supone deberían querer lo contrario.

Un escalofrío recorrió la espalda de Luna. Este no era solo un desastre mágico. Era un filtro, un reflejo brutal de la verdad.

—Tenemos que encontrar los fragmentos —dijo firmemente—. Antes de que sea demasiado tarde.

Jack asintió y, con un movimiento de su varita, atrapó el fragmento flotante y lo atrajo hacia él.

—Y lo primero será descubrir qué demonios lo rompió.

Jack miró el fragmento flotante del Hilo Rojo con el ceño fruncido. Su mirada iba y venía entre la hebra resplandeciente y Luna, como si intentara decidir qué hacer a continuación. Finalmente, dejó escapar un suspiro y comentó con tono severo.

—Si este fragmento llegó hasta aquí, los demás deben estar dispersos por todo el Departamento —murmuró—. Y si no los reunimos pronto…

No terminó la frase, pero el significado era claro.

Luna sentía un cosquilleo de incertidumbre en la nuca. Su conocimiento sobre magia ancestral no era profundo, pero hasta ella podía intuir que algo así no debía estar fragmentado. La magia que lo rodeaba no solo era inestable, sino que parecía vibrar con una intensidad que le hacía doler la cabeza si miraba demasiado tiempo.

—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó, apartando la vista del hilo.

Jack agitó su varita en un movimiento calculado. Del fragmento suelto surgió un tenue resplandor rojizo que se disipó lentamente en el aire.

—Acabo de rastrear su energía —explicó—. Si hay más fragmentos cerca, podremos seguir el rastro.

Antes de que Luna pudiera responder, un repiqueteo de campanillas resonó en el despacho. Un papel amarillento salió disparado de la pared y flotó hasta Jack, quien lo atrapó al vuelo.

Sus ojos recorrieron el pergamino y su expresión se tensó.

—Las cosas se están poniendo peor —dijo en voz baja.

Luna se inclinó para leer el mensaje. La caligrafía era apurada, casi torpe, como si el escriba apenas hubiera tenido tiempo de sostener la pluma.

"Informe urgente: Múltiples rupturas en conexiones emocionales registradas en las últimas dos horas. Parejas de toda Gran Bretaña cancelando compromisos sin razón aparente. Padres y madres olvidando la existencia de sus hijos. Compañeros de trabajo actuando como desconocidos. Se teme una crisis mágica sin precedentes."

Luna sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Qué significa esto? —preguntó.

Jack dejó caer el pergamino sobre su escritorio.

—Que no es solo el amor romántico el que está en juego —dijo con gravedad—. Todas las conexiones genuinas están en peligro.

Un silencio pesado se instaló entre ambos. Luna sintió la urgencia de hacer algo, de moverse, de impedir que más vínculos se desmoronaran sin razón.

—Entonces, ¿por dónde empezamos? —dijo con determinación.

Jack le dirigió una mirada aprobatoria y consultó el rastro que había invocado momentos atrás.

—La Sala de la Memoria —dijo—. Parece que un fragmento está allí.

Luna tragó saliva. Había oído rumores sobre esa sala, recientemente agregada, como una extensión de la Sala de la Mente pero centrada única y exclusivamente en la memoria, un fenómeno único: un vasto espacio repleto de esferas de cristal que contenían los recuerdos más importantes de todos y cada uno de los habitantes del mundo mágico.

Y ahora, al parecer, también guardaba una pieza del Hilo Rojo del Destino.

Sin perder más tiempo, ambos salieron del despacho a toda prisa, con el eco de sus pasos resonando en los pasillos del Departamento de Misterios.

El tiempo jugaba en su contra.

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Luna y Jack avanzaron con rapidez por los pasillos del Departamento de Misterios. A cada paso, la sensación de urgencia se hacía más intensa. Las antorchas encantadas proyectaban sombras temblorosas en las paredes lisas, dándole al lugar un aire aún más enigmático.

Cuando llegaron a la puerta de la Sala de la Memoria, Jack extendió una mano para detener a Luna.

—Antes de entrar… —murmuró—. Hay algo que debes saber.

Luna levantó una ceja, expectante.

—La magia de esta sala es volátil —continuó él—. Todo aquí gira en torno a los recuerdos, a los momentos que nos definen. Si el Hilo Rojo está interfiriendo con las conexiones entre las personas, es posible que también afecte la forma en que los recuerdos se almacenan y recuperan.

Luna asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de lo que estaba a punto de enfrentar.

Jack levantó la varita y, con un giro preciso, desbloqueó la puerta.

El interior de la sala era vasto y silencioso. Filas interminables de estanterías se extendían en todas direcciones, cada una repleta de esferas de cristal resplandecientes. Cada esfera contenía un recuerdo, flotando en su interior como un eco del pasado.

Pero algo no estaba bien.

Muchas de las esferas parpadeaban con una luz débil e inestable. Algunas estaban completamente vacías.

Luna sintió un nudo en el estómago.

—No puede ser… —susurró.

Se acercó a una de las estanterías y tomó con cuidado una esfera que parecía al borde de la desaparición. Dentro, la imagen de una pareja bailando bajo la nieve titilaba con fragilidad. Luna la sostuvo con más firmeza, como si pudiera evitar que se desvaneciera.

Pero entonces, con un destello repentino, la memoria se extinguió.

La esfera quedó completamente opaca.

Jack soltó una maldición.

—Estamos perdiendo recuerdos —dijo con voz tensa—. No solo relaciones… sino los momentos que las sostienen.

Luna tragó saliva.

—Si las personas están olvidando sus propios recuerdos… entonces, aunque reconstruyamos el Hilo Rojo, algunas conexiones podrían perderse para siempre.

Jack asintió con gravedad.

—Por eso debemos encontrar ese fragmento antes de que más memorias se desvanezcan.

Luna giró la cabeza, buscando algún indicio. Entonces, lo vio.

En el centro de la sala, flotando sobre un pedestal de piedra negra, un fragmento del Hilo Rojo danzaba en el aire. Su brillo era irregular, como si luchara por mantenerse intacto.

—¡Ahí está! —exclamó Luna.

Pero justo cuando dieron un paso hacia él, una corriente de magia recorrió la sala, como si el propio Departamento intentara proteger la pieza.

Las esferas de memoria empezaron a temblar en sus estantes. Algunas se despegaron y comenzaron a flotar, emitiendo destellos erráticos.

El lugar estaba reaccionando a la presencia del fragmento.

Luna y Jack se miraron.

Recuperarlo no sería tan fácil.

Las esferas de memoria giraban en el aire con un movimiento errático, como si un huracán invisible las arrastrara. Luna y Jack apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de que la primera de ellas explotara en un resplandor plateado.

De repente, el entorno cambió.

Ya no estaban en la Sala de la Memoria.

Luna parpadeó, desorientada. Frente a ella, un paisaje nevado se extendía hasta el horizonte. Se encontraba en un bosque silencioso, la nieve crujía bajo sus pies. Reconoció el lugar de inmediato: era un recuerdo suyo, de su infancia.

A unos metros, una niña con cabello enmarañado se balanceaba sobre un tronco caído.

Era ella misma, a los siete años.

Jack, a su lado, parecía igual de aturdido. No estaban simplemente observando una memoria, la estaban viviendo.

—Esto es una prueba —dijo él, con la voz tensa—. La sala nos está obligando a enfrentarnos a nuestros recuerdos más importantes… o a aquellos que podríamos perder si el hilo no se repara.

Luna observó con el corazón encogido cómo su yo del pasado reía, llamando a alguien.

Su madre.

Una mujer alta y de rostro amable apareció entre los árboles, acercándose con una sonrisa cálida. Luna sintió un nudo en la garganta. Su madre había fallecido años atrás, pero este recuerdo… este momento… aún lo guardaba con todo su ser.

Hasta que algo cambió.

La imagen de su madre comenzó a desvanecerse. Sus facciones se tornaron borrosas, su voz se apagó. La niña Luna seguía hablando, pero ya no había nadie frente a ella.

Luna sintió una punzada de terror.

—Si no arreglamos el hilo… —susurró—. No solo las personas olvidarán a quienes aman… sino que esos recuerdos desaparecerán por completo.

Jack, a su lado, tenía los puños apretados.

—Esto es peor de lo que pensábamos.

Pero antes de que pudieran reaccionar, el paisaje volvió a cambiar.

Ahora estaban en otra escena, otro recuerdo.

Jack estaba solo en una habitación iluminada por la tenue luz de una vela. Frente a él, un joven con el mismo cabello oscuro y ojos inteligentes le tendía la mano.

—¿Ese eres tú? —preguntó Luna, observando la imagen con curiosidad.

Jack asintió, pero su rostro reflejaba algo más que nostalgia.

—Es… mi hermano.

Luna abrió los ojos con sorpresa. Jack nunca hablaba de su familia.

El Jack más joven estrechó la mano de su hermano, pero en cuanto sus dedos se tocaron, la figura del joven se esfumó.

Jack dio un paso adelante, como si intentara alcanzarlo, pero solo quedó el vacío.

Él cerró los ojos, exhalando con frustración.

—Si el hilo no se restaura, perderemos más que las conexiones con los demás. Perderemos nuestras historias. Olvidaremos quiénes somos.

Luna lo miró con firmeza.

—Entonces no podemos fallar.

El recuerdo se desmoronó como arena arrastrada por el viento, y ambos volvieron a la realidad.

La Sala de la Memoria estaba en completo caos, pero el fragmento del hilo seguía flotando en el pedestal, vibrando con una energía inestable.

Luna y Jack se miraron.

Habían superado la prueba.

Ahora solo quedaba tomar el fragmento… si la sala se los permitía.

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Luna y Jack avanzaron con cautela hacia el pedestal, donde el fragmento del hilo flotaba, vibrando con una energía etérea.

—No puede ser tan fácil —susurró Jack, entrecerrando los ojos.

Luna asintió. Cada fibra de su ser le decía que la Sala de la Memoria aún no los dejaría marcharse sin más.

Dio un paso más y, al instante, sintió una oleada de resistencia mágica, como si una barrera invisible los separara del hilo.

—Déjame probar algo —dijo Jack, sacando su varita.

Apuntó al fragmento y murmuró un hechizo de revelación. Al instante, la barrera se volvió visible, mostrando símbolos flotantes que parpadeaban en el aire. Eran runas antiguas, girando en un patrón enigmático.

—Esto no es solo un escudo —murmuró Jack—. Es una prueba final.

Luna observó los símbolos y, poco a poco, su significado se hizo claro.

—Está preguntando… quién tiene derecho a reclamar el hilo —dijo en voz baja.

Jack frunció el ceño.

—¿Cómo respondemos?

Luna reflexionó un momento. Luego, con decisión, levantó su varita y dijo con voz firme:

—Somos los guardianes de la conexión, protectores de los lazos verdaderos. Venimos a restaurar lo que se ha perdido.

Las runas brillaron intensamente. La barrera vibró… y luego se disipó.

El fragmento del hilo descendió lentamente hasta quedar suspendido entre ellos.

Jack lo atrapó con suavidad. Apenas sus dedos lo tocaron, el hilo pareció reaccionar, brillando con un resplandor cálido y envolvente.

—Uno menos —dijo, guardándolo con cuidado.

Pero antes de que pudieran respirar aliviados, un sonido de pasos apresurados resonó en el pasillo.

Ambos se giraron, varitas en alto.

—¡Jack! ¡Luna!

Un mago de túnica oscura apareció en la entrada, con la respiración agitada.

—¡El Departamento entero está en caos! —dijo, acercándose—. Otros Inefables también están recogiendo fragmentos, pero… algo no encaja. No somos los únicos tras ellos.

Luna sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Quién más los está buscando?

El Inefable apretó los labios.

—Alguien que no quiere que los restauremos.

Luna sintió que un nudo de tensión se formaba en su pecho.

—¿Quién más está tras los fragmentos? —preguntó, manteniendo la varita firme en su mano.

El Inefable intercambió una mirada con Jack, su expresión oscureciéndose.

—No lo sabemos con certeza —itió—, pero no son solo magos extraviados. Se mueven con demasiada precisión. Como si supieran exactamente qué buscar.

Jack apretó los dientes.

—Eso significa que alguien dentro del Ministerio podría estar ayudándolos.

Un escalofrío recorrió la espalda de Luna.

—Si no son aleatorios… entonces tienen un plan.

El Inefable asintió.

—Sí. Y lo peor es que ya han logrado tomar al menos un fragmento antes que nosotros.

Silencio.

Luna sintió que el peso de la misión se volvía aún mayor.

—Entonces debemos darnos prisa —dijo, con firmeza—. No solo tenemos que encontrar los fragmentos… tenemos que asegurarnos de que ellos no lo hagan.

Jack asintió, guardando su varita.

—La siguiente sala nos espera.

Con un último vistazo a la Sala de la Memoria, el trío se preparó para moverse.

Pero en el aire quedó flotando la pregunta más inquietante de todas.

Si los saboteadores lograban su objetivo… ¿qué pasaría con el mundo tal como lo conocían?

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El pasillo que conducía a la siguiente sala parecía más largo de lo normal.

Luna se detuvo.

—¿Siempre ha sido así?

Jack frunció el ceño.

—No.

El Inefable tocó la pared con la punta de su varita. La piedra reaccionó con un destello opaco, como si se hubiera convertido en algo vivo y vigilante.

—La magia del Departamento de Misterios está cambiando —dijo en voz baja—. Es como si las salas supieran lo que está pasando.

Luna tragó saliva.

—¿Eso es bueno o malo?

—Depende de quién logre adaptarse primero.

Jack miró hacia la puerta al final del pasillo.

—No tenemos opción. Sigamos adelante.

Cruzaron la entrada y se encontraron en una sala amplia, iluminada por una luz flotante en el centro. A primera vista parecía una biblioteca, pero las estanterías eran irregulares, con libros que flotaban de un lado a otro como si estuvieran vivos. No era una biblioteca cualquiera. Era la Sala de los Votos, donde los juramentos mágicos eran documentados y custodiados.

Y en el centro, suspendido en el aire, había otro fragmento del Hilo Rojo.

Luna sintió que su corazón se aceleraba.

—Ahí está…

Pero antes de que pudiera avanzar, la habitación cambió.

Los libros empezaron a moverse más rápido, las estanterías crujieron y, como si una fuerza invisible las dirigiera, las sombras en la habitación comenzaron a alargarse.

El Inefable se tensó.

—No estamos solos.

Jack alzó la varita.

—No. Pero la pregunta es… ¿qué nos está esperando?

La sala seguía susurrando.

"Los votos escritos en la historia no pueden ser ignorados. Si buscáis el fragmento, debéis probar que vuestra causa es verdadera. ¿Sois dignos?"

El aire se sentía espeso, cargado de magia antigua. Los pergaminos flotaban a su alrededor, revelando promesas pasadas, compromisos y lazos formados a lo largo de sus vidas.

Jack tomó aire.

—Luna, creo que la única forma de conseguir el fragmento es hacer un juramento irrompible.

Los ojos de Luna se agrandaron.

—¿Estás seguro?

Jack asintió.

—Si la sala quiere asegurarse de que nuestro propósito es verdadero, el juramento es la mejor prueba. Un lazo mágico que no se puede romper.

Luna apretó los labios, pero al final asintió.

—Está bien.

Tomaron sus varitas, dispuestos a realizar el juramento. Pero antes de que pudieran proceder, la luz en la sala cambió.

Los pergaminos, que hasta entonces flotaban ordenadamente, comenzaron a arremolinarse en el aire. Algunos se quemaban en llamas azules, otros se transformaban en tinta oscura que goteaba al suelo.

Las sombras se movieron.

Desde los estantes, tres figuras emergieron.

Vestían túnicas negras, sus rostros ocultos bajo capuchas. Uno de ellos se adelantó y habló con voz calmada, casi despreocupada.

—Qué conmovedor. ¿Realmente creen que sus lazos importan?

Jack giró sobre sus talones, su varita en alto.

—Ustedes…

Luna los miró con atención. No era la primera vez que veía a ese grupo. Habían estado en el Ministerio, se habían cruzado con ellos en pasillos y reuniones. Pero hasta ahora, no había sabido quiénes eran en realidad.

Saboteadores. Inefables infiltrados.

Uno de ellos levantó la varita, y un pergamino flotante se rasgó en el aire.

—La historia es moldeable. Los lazos pueden ser falsos.

De inmediato, las palabras escritas en los pergaminos cambiaron. Promesas hechas por brujas y magos de siglos pasados se distorsionaron, convirtiéndose en traiciones y mentiras. La misma historia del amor y la amistad comenzó a desmoronarse.

Jack maldijo.

—Están manipulando los archivos…

Luna sintió un escalofrío.

—Si corrompen los registros de la historia, la sala podría volverse contra nosotros.

La voz de la sala resonó de nuevo, esta vez con un tono más severo.

"Las promesas deben ser verdaderas. Si se han forjado en mentira, el castigo será eterno."

La magia en la habitación se agitó.

Uno de los saboteadores sonrió con crueldad.

—Si hacen el juramento ahora, y nosotros logramos que la sala crea que su causa es falsa… entonces, estarán condenados.

Jack y Luna intercambiaron una mirada.

El tiempo corría en su contra.

Si no hacían el juramento, la sala nunca les daría el fragmento.

Si lo hacían mientras los saboteadores distorsionaban los archivos, la magia de la sala los castigaría como si hubieran mentido.

Luna apretó los dientes.

—Necesitamos probar la verdad antes de hacer el juramento.

Jack asintió.

—Entonces, demos vuelta la historia antes de que ellos la destruyan.

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Luna se lanzó hacia los pergaminos flotantes, su varita brillando con un tono azul plateado mientras murmuraba un hechizo de restauración.

—Reparatio Historica.

El pergamino frente a ella dejó de gotear tinta oscura y las letras empezaron a reformarse, aunque algunas palabras seguían borrosas. No era suficiente.

Uno de los saboteadores chasqueó la lengua.

—Eres rápida, pero nosotros llevamos años preparándonos para esto.

Levantó su varita y un brillo rojizo envolvió varios pergaminos. Las palabras comenzaron a arder.

Luna sintió el pánico golpearle el pecho. Si los pergaminos desaparecían por completo, no habría historia que restaurar.

Jack, por su parte, tenía la varita en alto, enfrentando a los otros dos saboteadores.

—No sé qué creen que lograrán con esto —dijo con tono bajo—, pero la magia de los lazos no es solo un hechizo. Es una fuerza real.

Uno de los saboteadores sonrió con desdén.

—¿Y quién decide lo que es real y lo que no?

De un movimiento, lanzó una maldición directa hacia Jack. Este la esquivó, rodando hacia un costado y apuntando su varita en respuesta.

—Expulso.

La onda de choque hizo volar estantes y pergaminos, separando a los saboteadores. Por un instante, el fuego sobre los documentos vaciló.

Luna aprovechó.

—Protego Veritas.

Una cúpula mágica rodeó varios pergaminos, aislándolos del fuego oscuro. Las palabras dentro comenzaron a reescribirse por sí mismas, volviendo a su forma original.

Uno de los saboteadores vio esto y sus ojos se encendieron con furia.

—¡No lo permitiré!

Corrió hacia Luna con la varita en alto.

Jack reaccionó sin pensarlo.

—Petrificus Totalus.

El cuerpo del saboteador se tensó y cayó al suelo, inmovilizado.

Luna no perdió tiempo.

Los pergaminos que habían logrado salvar brillaron con fuerza.

Un destello dorado envolvió la sala.

La voz ancestral habló de nuevo.

"Los archivos han sido restaurados. La verdad ha resistido la manipulación."

Los dos saboteadores restantes miraron a su alrededor, dándose cuenta de que habían perdido la ventaja.

Uno de ellos apretó los dientes.

—No importa. Seguiremos intentándolo.

Lanzaron un último hechizo de distracción y desaparecieron en una explosión de humo oscuro.

Jack bajó su varita, aún en guardia.

—No creo que los hayamos visto por última vez.

Luna respiró hondo y miró hacia el centro de la sala. En el aire, flotando entre los pergaminos, estaba el tercer fragmento del hilo rojo.

Se giró hacia Jack.

—Es ahora o nunca.

Él extendió la mano.

—Hagámoslo.

Sus varitas se tocaron y pronunciaron las palabras del juramento irrompible.

"Prometemos restaurar el hilo del destino y proteger la esencia de los lazos mágicos."

Un resplandor escarlata envolvió sus manos. La sala pareció asentir.

El fragmento del hilo flotó hasta ellos.

Tres recuperados.

Pero aún quedaban más.

Y los saboteadores no se darían por vencidos tan fácilmente.

El grupo llegó a la Sala de la Muerte, un espacio amplio y oscuro, iluminado apenas por un fulgor espectral que provenía del arco de piedra en el centro de la habitación. A su alrededor, sombras danzaban como si tuvieran voluntad propia, susurrando en una lengua incomprensible. El velo ondeaba suavemente, a pesar de que no corría brisa alguna.

Los saboteadores ya estaban allí, con su líder al frente, sosteniendo el penúltimo fragmento del Hilo Rojo entre sus manos. Lo observaba con detenimiento, como si aún no entendiera del todo su poder.

—No lo entiendes, ¿verdad? —su voz sonaba con la seguridad de alguien que creía tener la verdad absoluta—. Crees que este hilo preserva algo real, pero es solo una ilusión. Los lazos emocionales no deberían ser impuestos, —Tarde o temprano, tendrán que aceptar la verdad —dijo el líder, su voz resonando en el vasto salón—. Este hilo es una mentira. El amor, la amistad, la lealtad... todo una farsa sostenida por la magia.

Luna, aún agitada, pero con la determinación encendida en su mirada, apretó los puños.

—Crees saberlo todo, piensas que el hecho de que exista un hilo que ate las conexiones lo hace falso, pero lo que no entiendes es que no es el hilo quien crea esas emociones. Él las protege, las hace duraderas. Las relaciones falsas ya han desaparecido, ¿no lo has notado? —su voz se volvió más firme—. Aquellos que fingían amor, amistad o lealtad ahora están vacíos. Son ellos quienes han perdido algo real.

El líder sonrió, pero sus ojos destilaban furia.

—No tienes idea de lo que dices. Pero no importa, ya no podrán hacer nada.

La emboscada fue inmediata. Varios saboteadores salieron de las sombras, conjurando hechizos para separar al grupo. Un duelo caótico se desató, iluminando la sala con destellos de magia. Mientras tanto, Jack y Luna se movieron en sincronía, aprovechando el caos para acercarse al líder.

Este pareció sonreír con satisfacción.

—¿De verdad creen que esto se trata solo del hilo? —susurró antes de levantar su varita.

Un hechizo antiguo emergió de su punta, oscuro y serpenteante. Algo más grande estaba en juego. No era él quien había ideado todo esto, sino alguien más... alguien en las sombras.

Jack y Luna no podían detenerse a pensar en ello ahora. En un rápido movimiento, lograron arrebatarle el fragmento, justo cuando sus compañeros conjuraban un último protego para darles la oportunidad de escapar.

El grupo entendió la gravedad de la situación. No todos podrían salir de ahí. Si el hilo no se restauraba pronto, todo estaría perdido.

—Vayan. Ahora —ordenó uno de los inefables, preparando su varita—. Nosotros los detendremos el tiempo suficiente, llévense esto. — le entrego a Luna dos de los hilos qué ellos habían recuperado.

Luna dudó por un momento, pero Jack la tomó de la mano.

—Tenemos que confiar en ellos.

Con un último vistazo, Jack y Luna corrieron hacia la salida, dejando atrás la batalla que aún se libraba en la sala. Sabían que sus amigos harían todo lo posible por detener a los saboteadores... pero lo más aterrador era la pregunta sin respuesta:

Si el líder solo seguía órdenes... ¿quién era el verdadero cerebro detrás de todo?

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Luna recorrió los pasillos del Departamento de Misterios junto a Jack, recuperando fragmento tras fragmento del Hilo Rojo del Destino. Sin embargo, algo en ella no dejaba de sospechar. A pesar del desastre que había afectado a tantos, su relación con Jack parecía inmutable. Los recuerdos de su amistad seguían intactos, sus interacciones no habían cambiado.

Era extraño.

Pero no podía distraerse con eso. Lo primero era restaurar el hilo.

Guiados solo por la energía residual de los fragmentos que llevaban consigo, la magia era extraña, fluctuante, como si tratara de llevarlos a un lugar específico.

—Esto no es al azar —susurró Jack, observando cómo el resplandor de los fragmentos se intensificaba cada vez más—. Nos está guiando.

Luna asintió, con su corazón latiendo con fuerza.

Doblaron por un corredor estrecho hasta llegar a una gran puerta dorada, diferente a las demás. No tenía cerradura, solo un símbolo grabado en su superficie: dos corazones entrelazados con un hilo que brillaba tenuemente.

—La Sala del Amor —susurró Luna con asombro.

Empujaron la puerta y entraron. El lugar era inmenso, más vasto de lo que parecía desde afuera. Frascos de cristal flotaban en el aire, conteniendo lo que parecían ser destellos de luz y energía, recuerdos encapsulados de emociones, conexiones y sentimientos. Era aquí donde todo había comenzado, y aquí donde terminaría.

Pero no estaban solos.

Un par de ojos dorados brillaron en la penumbra. Desde las sombras emergió una figura majestuosa: una esfinge, con su cuerpo felino y su rostro de mujer, observándolos con una sonrisa enigmática.

—Vaya, vaya… ¿quién se atreve a cruzar mi umbral? —su voz era suave, pero cargada de un poder innegable—. He esperado a los dignos, pero nadie ha logrado pasar.

Luna y Jack se detuvieron en seco. Comprendieron en ese instante por qué los saboteadores nunca habían podido llegar al último fragmento.

Para recuperar la última pieza del Hilo Rojo, primero tendrían que responder los acertijos de la esfinge… o perderían la cabeza en el intento.

La esfinge los miró con sus ojos dorados, su sonrisa enigmática nunca desaparecía.

—Para pasar, cada uno deberá responder un acertijo. Solo tienen una oportunidad. Si fallan, sus destinos quedarán sellados.

La esfinge fijó su mirada en ella primero.

—Tú, que entiendes la naturaleza de los vínculos, dime:

"Cuando me compartes, dejo de existir.

Cuando me guardas, en ti persisto.

Si me revelas, me extingo sin más.

Dime, ¿qué soy?"

Luna frunció el ceño, concentrándose. Sabía que la respuesta estaba en la naturaleza misma de los lazos que protegían. —Un secreto — respondió Luna con firmesa.

La esfinge desvió su atención hacia Jack.

—Y ahora tú, viajero del destino, responde:

"No tengo boca, pero puedo hablar,

no tengo oídos, pero puedo escuchar.

Sin alas vuelo, sin cuerpo existo,

y si me pierdes, tal vez nunca regrese.

Dime, ¿qué soy?"

Jack sintió un escalofrío. No podía fallar ahora, no cuando estaban tan cerca… pensó por un momento, justo cuando la esfinge parecía sonreir él respondió — Es el eco— tras responder correctamente, la esfinge los observó en silencio. Sus ojos parecieron sondear sus almas, buscando señales de duda o engaño. Luego, con un movimiento fluido, se hizo a un lado, permitiéndoles pasar.

Al fondo de la sala, en un pedestal de mármol blanco, yacía el último fragmento del Hilo Rojo.

Jack se tambaleó de repente, llevándose una mano al rostro. Su piel comenzó a burbujear y a cambiar. En cuestión de segundos, donde antes estaba su amigo, ahora había otro hombre, un Inefable desconocido.

La poción multijugos había llegado a su fin.

Luna no se movió. Solo lo miró con una mezcla de decepción y furia.

—Sabía que algo no encajaba —murmuró—. La magia del hilo no te afectó… porque nunca hubo un lazo real entre nosotros.

El impostor sonrió con arrogancia.

—Eres más lista de lo que pensaba. Pero ya no importa. —Alzó la varita y conjuró un hechizo de atadura que Luna apenas logró esquivar.

—¿Qué hiciste con Jack? —espetó, preparándose para atacar.

—Oh, sigue con vida... por ahora. —El Inefable impostor movió la mano, mostrando los fragmentos reunidos del hilo—. Intenté destruirlo, pero en lugar de eso solo lo fragmenté y lo dispersé. Ahora que tengo cada pieza, esta vez me aseguraré de acabar con él definitivamente.

Luna no le dio oportunidad de continuar. Lanzó un hechizo aturdidor, dando inicio al combate.

Los hechizos rebotaban por la sala, iluminando el espacio con destellos de luz roja y azul. Sin embargo, Luna tenía un plan. Poco a poco, dirigió la pelea hacia la gran estatua de la Esfinge que custodiaba la sala.

El impostor no lo notó hasta que fue demasiado tarde.

Con un rugido, la Esfinge detectó la amenaza y lanzó un zarpazo feroz. El Inefable apenas logró esquivarlo, pero su brazo quedó desgarrado y ensangrentado. Su varita cayó al suelo.

La sala vibro, el tiempo se habia agotado.

Luna sintió su corazón latir con fuerza mientras los fragmentos vibraban en su mano. Habían comenzado a perder su brillo, como si se estuvieran desvaneciendo.

Con el impostor herido y la esfinge aún vigilante, Luna dejó de lado todo lo demás y se concentró en el hilo, rápidamente arrebato al impostor el hilo que tenía consigo y recordó cada conexión que había visto romperse: familias, amigos, amantes… tantas relaciones desgarradas.

Cerró los ojos y sostuvo los fragmentos entre sus manos.

"Las conexiones no son impuestas… son elegidas."

La frase que había dicho antes resonó en su mente. El hilo no creaba los lazos, solo los protegía.

Luna respiró hondo y, siguiendo su instinto, levantó su varita y susurró:

—Reparare Nexus.

Una luz cálida envolvió los fragmentos, y de inmediato, estos comenzaron a unirse. Pero algo faltaba. Luna lo sintió: el hilo no podía restaurarse sin la esencia de aquellos a quienes pertenecía.

Cerró los ojos y pensó en todas las conexiones reales que aún existían, en el amor de sus amigos, en el sacrificio de los compañeros que se quedaron atrás, en la magia que unía los corazones.

Los fragmentos comenzaron a arremolinarse a su alrededor, envolviéndola en una danza etérea. El hilo se reconstruía, pero necesitaba un ancla, un canal que conectara todas esas emociones.

Luna comprendió lo que debía hacer.

—Si el hilo protege las conexiones —susurró—, entonces debe estar tejido con ellas.

Colocó las manos sobre su propio pecho, sintiendo los lazos que la unían con otros. Su madre. Sus primos. Sus amigos. Jack.

Un destello cegador la envolvió.

Por un instante, sintió como si su propia alma fuera hilada dentro del tejido mágico. El hilo absorbió su esencia, su amor, su voluntad de preservar lo que realmente importaba.

Cuando abrió los ojos, la sala entera brillaba con una luz rojiza. El hilo había vuelto a su forma original, flotando entre sus manos como un listón de pura magia. Las conexiones estaban restauradas.

Luna dejó escapar un suspiro al sentir la magia estabilizarse. Pero, cuando volvió la vista, el impostor ya no estaba.

Había huido.

La esfinge, quien lo había observado sin intervenir, no hizo nada para detenerlo. Su misión era proteger el hilo, y ahora que este estaba restaurado, volvía a estar en su lugar, su tarea había concluido.

El impostor pudo haber sido derrotado, pero su partida significaba que esto aún no había terminado del todo.

Pero por ahora… el Hilo Rojo del Destino volvía a existir.

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              #ElHiloRojoDelDestino

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