:arrow_forward: ⌜ Lᴀs ᴍɪʀᴀᴅᴀs ᴅᴇʟ ᴄᴏᴍᴇᴅᴏʀ ⌟ ⎋

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🜸 Blog O1 ◍

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                          ⟲𝖲𝗂 𝖾𝗌 𝗊𝗎𝖾 𝖺𝗅𝗀𝗎𝗇𝖺 𝗏𝖾𝗓 𝗉𝗅𝖺𝗇𝖾𝖺𝗌

                             𝖼𝖺𝗆𝖻𝗂𝖺𝗋 𝖺𝗅𝗀𝗈 𝖾𝗇 𝗍𝗎 𝘃𝗶𝗱𝗮, 𝗉𝗈𝗋

                             𝖿𝖺𝗏𝗈𝗋, 𝗁𝖺𝗓𝗅𝗈, 𝗉𝖾𝗋𝗈 𝗰𝗼𝗻𝗺𝗶𝗴𝗼 𝖺𝗅

                             𝗅𝖺𝖽𝗈.” ⇋

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                                      A⇿E

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¿Ustedes creen en la leyenda

del hilo rojo? Ya saben, aque-

lla que nos dice, que desde

que nacemos, nuestro cuer-

po está atado al de otro ser

brillante, y que no se puede

romper, que aunque lo peor

pase, siempre seguirá unido

a la otra persona.

Bueno, yo siempre he sido un

fiel creyente de la magia, digo

¿cómo no serlo cuando literal-

mente corría por mi sangre?

Y exactamente, ustedes ya sa-

brán por el inicio, que mi ser

finalmente ha encontrado al

otro extremo del hilo, que he

sido uno de los suertudos,

los elegidos por una fuerza ex-

terna, y esta, esta es la historia

de cómo conocí, y sobre todo,

cómo es que noté este tipo de

conexión mayor hacia ella.

Podría decirse, que no hay in-

troducción alguna que valga

para la mejor historia de mi vi-

da, pero aquí venimos a inten-

tarlo y, todo esto, todo lo que

aquí será relatado, inició un día

como cualquier otro, siendo yo

un pequeño de quinto año en

Hogwarts, año en el que no pen-

sé encontrar lo que hallé. Típi-

co chico, la escuela podría pare-

cer, incluso, algo desenfocada

en los estudios, los tiempos

que más le valían a uno eran los

divertidos, en donde la magia se

llevaba las preocupaciones y en

dónde, con amigos principalmen-

te, te separas del mundo que te

rodea.

Una noche de estas de las que

hablo, en dónde la travesura de

salirse de la sala común y sen-

cillamente rondar el castillo de

noche, terminó siendo la mejor

decisión de mi vida, y es que

nunca, en todos mis años, imagi-

né que al ir al gran comedor con

la simple búsqueda de pasarla

bien, terminaría interesandome

tanto en una chica, aquella que

junto a sus amigas había tenido

la misma idea que yo, aquella

que con el sólo mirarle, levantó

a mi ser y lo llevo en dónde nun-

ca había estado.

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Cabía aclarar que ella iba de

salida, y que por tanto no po-

día haberme parado a hablar-

le, ¿sería esto un simple jue-

go del cruel destino que en

ocasiones se pasaba de la ra-

ya? Pues no lo sabía, pero a-

quella noche algo había ini-

ciado, algo me había dejado

en el interior, un sentimiento

que no podría sacarme y que, li-

teralmente, pudo haberme

matado de no haber llegado a

hacer lo que hice apenas tu-

ve oportunidad.

Aquella salida pronto pasó

a acabarse, y aunque era

verdad me había divertido,

según mis amigos me pa-

sé distraído la mayor parte

del viaje, y la verdad ¿có-

mo no estarlo con la chica

que ahora rondaba en mi

cabeza molestando todo el

tiempo? Tenía que hacer

algo, y toda lo que me resta-

ba de noche sería dedicado

a ello, obviando que las

consecuencias serían graves

al no dormir mucho, pero dis-

puesto a seguir a pesar de

todo.

3 horas de sueño, y una pe-

queña idea habían surgido

de una de las mejores noches

que había tenido, mismas

cosas que combinadas se

llevaron mi día, dejando a un

mini yo ausente en clases,

medio adormilado y sin si-

quiera prestar una pizca de a-

tención a los maestros que

luchaban por entrar a mis o-

ídos, pero que fracasaban se-

veramente ante mí y mi mente

decidida.

Y, bueno, supongo ya más o

menos sabrán de la idea que

en mi mente se había instala-

do, y aquella misma noche,

con la excusa de que volvía a

tener hambre, mi cuerpo ya se

escabullía por entre las som-

bras de la sala común, fiel a mis

sentimientos, a pesar de las

bajas probabilidades de encon-

trarle nuevamente, sorteando

los obstáculos que ofrecía el

castillo, como fantasmas que

hacían sus rutinas y escaleras

que parecían interminables al

tomarles desde el silencio y la

lentitud, aunque, a fin de cuentas,

tampoco me podía quejar, este

tipo de viajes los hacía perfecta-

mente con mis amigos y, vaya,

no hacerlo por la chica que pa-

recía haber robado mi corazón,

aunque sea sólo para recuperarlo,

me habría parecido un desperdi-

cio.

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Probabilidades de encontrarle

no habían muchas en mi cabe-

za, y de hecho, comenzaba a

verme como un loco por ello,

pero es que joder, lo que ha-

bía sentido no era normal, y en-

tre tantos romances en la es-

cuela que sencillamente no ha-

bían durado, jamás me había

sentido así, y tenía la esperanza

de en el camino encontrarle, de

poder confirmar que lo que ha-

bía sentido era real...

Y vaya que el destino sorpren-

de de vez en cuando.

—Me alegra ver que no estoy solo aquí.~

Mi voz rompió el silencio, tra-

tando de no parecer muy ner-

vioso, y mi vista no se quitaba

de mi contraria, al parecer

con el mismo camino que yo,

tan sola como yo, con esa mis-

ma chispa que yo bien había

sentido la noche anterior, y la

curiosidad que seguro nos

había llevado a reunirnos a-

quel día.

— Me alegra saber que no fui la única que decidió venir aquí hoy.~

Fue lo que recibí por su par-

te, y no pude evitar el parar-

me un segundo por el camino,

sabiendo, desde ese momen-

to, que el sonido favorito de mi

mente, que quería para des-

pertar, para poder seguir te-

niendo ganas de levantarme

cada día, sería ese, la voz tan

hermosa que ya se había roba-

do todo de mí, y aún yo no lo

sabía.

Con la fiesta que aún perma-

necía sonando en mi interior,

nuestros dos cuerpos se vie-

ron dirigidos al gran comedor,

gran destino, pero en esta o-

casión, como una simple excu-

sa dada por mi mente para po-

der guiarme, encontrando lo

que quería, aquella luz que su

presencia daba, y que esa no-

che sentía encenderse.

Mis manos finalmente le die-

ron el paso, al tiempo que la

presentación que lo daría to-

do para más encuentros se

hacía presente, comenzando

por mis labios.

—Soy Alexander Snow, un verdadero... gusto conocerla.~

— El placer es mío, Alexander, soy Elena Slughorn, para ayudarte en lo que sea.~

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Y con esa voz, a la que le si-

guió un guiño, me sacó más

de un suspiro, razón por la

que no hice otra cosa que el

seguirle por el camino que

nos metió en el gran lugar que

era mi “destino”, notando so-

bre todo aquel carisma de la

chica, que me envolvía y que,

poco a poco, se vería insta-

lado en mi interior como un

abrazo cálido del destino, que

paso a paso me guiaba de

entre la intranquilidad que den-

tro de mí se daba, por lo me-

nos hasta ser dirigido a mi ca-

sa permanente.

Aquello que había sentido, se

vio reflejado en nuestra distan-

cia personal, misma que se vería

rota varias veces por nuestros

cuerpos, que se sentían atraídos

y que por tanto no querían per-

manecer muy separados, deján-

donos la mayoría de las veces

a centímetros, cosa que notaba

y que para no hacer notar mu-

cho, lo disimulaba con la excusa

de los susurros, que de es-

tar más lejos no se escucharían.

Y por la misión de saber más de

ella antes de acabar torpemente

con una mala primera impresión,

de mi boca otro de estos mis-

mos susurros se vería liberado.

— ¿Y bien? ¿de qué casa es esta encantadora señorita?~

La chica a mi lado no mostró nin-

gún signo de nervios antes de

responder a mi pregunta, cosa que

yo vi como una gran fortaleza de

su persona, pues por mi parte, en

ese momento, no se veía otra cosa

que una vocecita en mi cabeza,

rogándole a mis sentidos no caer

en picada al suelo por los senti-

mientos que aún no entendía mu-

cho, pero que empezaban a respon-

der alocadamente ante los signos

de un amor que se empezaba a ins-

talar en mi cerebro.

— Me complace decir que Ravenclaw, y no lo he visto por allí nunca, ¿a qué casa pertenece entonces?

Con claridad, y sobre todo, cier-

ta elegancia, había escuchado

salir aquellas palabras que pos-

teriormente serían bien guarda-

das en mi cerebro, había que

aclarar que como prioridad, por-

que con tan pocos diálogos que

ella protagonizaba en mi vida,

ya se estaba robando mi entera

atención, y no quería imaginar en

posteriores encuentros, la de

veces que me la iba a pasar en la

obsesión de su voz, que con la to-

nalidad perfecta para entrar en mi

corazón, me distraía de los males

y me hacía levantarme.

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Pero, punto perdido, nuevamen-

te, era mi hora de responder, y

con una sonrisa fue que mi voz

salió desde mi más profundo in-

terior, sin alguna censura, y tal

vez por eso en un tono levemen-

te modulado, dispuesto a des-

pertar, a descubrir, si es que había

algo allí para futuros encuentros.

— Gryffindor. Soy un león con todas las de la ley, aunque he de itir que siempre me he sentido atraído a la casa de Ravenclaw. O bueno, tal vez desde ahora.~

Comentario arriesgado, sí, pero

no por eso rechazado, mis ojos

estuvieron atentos ante sus

movimientos, y una sonrisa fue

lo que se dibujó en mi rostro al

observar como es que la chica,

ahora sabía llamada Elena, pa-

saba a sentarse en una de las

mesas, cosa que no ignoré y

que pasé a imitar, sin importan-

cia alguna al espacio personal,

aquel que no podía evitar rom-

per cada que podía, ¿era mi cul-

pa? En mi opinión no, y espera-

ba no se molestase con esa de-

cisión.

— ¿Así que te atrae la casa o algo en particular?

Entre tantos jugueteo, esa mis-

ma pregunta me pareció del to-

do interesante, porque mos-

traba interés hacia mi persona,

porque me estaba dando pie a

que tenía una oportunidad, y sa-

bes, cuando alguien siente que

necesita estar con una persona

tanto como yo, no desiste

nunca, y bien sabía que volvería

a encontrarme con ella, por lo

que, ahora sí, me dediqué a dis-

frutar del resto de la noche sin

muchos nervios, con la idea

bien presente de que mi felicidad

aumentaba con el sólo hecho

estar allí, hablando y jugueteando

con ella.

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