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Hola Criaturas de amino, en esta

ocasión, nos hemos unido Veneto

y Anthré, para   traerles   nuestra

participación en la actividad del PP

"Bajo el Muérdago", esperamos que

la disfruten tanto como nosotros.

Era una tarde cercana a la Navidad cuando Draco

Malfoy   y    Astoria   Greengrass    se   encontraron

frente   al altar en   la   imponente   capilla   de   la

mansión Malfoy, un lugar que evocaba recuerdos

de antaño, pero que, por primera vez en mucho

tiempo, se llenaba de una sensación de esperanza

y redención. La lluvia golpeaba suavemente los

cristales, como si el cielo mismo se uniera a la

solemnidad del momento.

Draco estaba allí, con un traje oscuro ajustado

perfectamente, los   cabellos   rubios ligeramente

desordenados por el viento que se colaba entre

las rendijas de las altas ventanas. A pesar de su

aparente calma, sentía una mezcla de nerviosismo

y emoción. No era solo la boda lo que lo tenía

ansioso, sino la promesa que estaba a punto de

hacer: una promesa que significaba mucho más

que un simple compromiso. Era el cierre definitivo

de su pasado, un renacimiento al lado de la mujer

que   había   logrado   que,   por   primera vez   en

muchos años, se sintiera en paz con quien era.

Astoria   entró   en la sala   acompañada   de   su

hermana, Daphne, vestida con un largo vestido

blanco   destellante,   como   si   de   mil   cristales

estuviera compuesto, bajo el cual se dejaban ver

sus zapatos cubiertos de diamantes, que podían

reflejar luz por donde pisaba, los cuales habían

sido hechizados de manera que nunca pudiera

tropezar con ellos. A pesar de su juventud, había

siempre gracia y serenidad en ella que lograba

captar la atención de cualquiera que estuviera

cerca. Tenía el cabello oscuro recogido en un

peinado sencillo que dejaba caer algunos rizos

sueltos,   adornado con   una   pequeña   peineta

familiar   heredada   de generaciones anteriores,

se    trataba   de   una    brillante   snitch   dorada.

Así mismo, en su mano llevaba un elegante ramo

de flores encantadas que jamás se marchitarían,

formado mayormente por edelweiss, margaritas,

y coronado por un lirio blanco que destacaba

sobre las demás.   Mientras daba pasos lentos

hacia el altar, sus ojos verdes, como esmeraldas

profundas, brillaban con una mezcla de confianza

y dulzura. El brillo de su mirada se cruzó con el de

Draco, quien, por un momento, olvidó respirar.

En sus corazones latía la misma certeza: el amor

que los había unido de manera tranquila y sólida

durante los últimos años era real. No era una

pasión arrolladora ni un flechazo impulsivo. Era

algo más tranquilo, pero igualmente poderoso,

un vínculo profundo que había nacido a raíz del

entendimiento y crecimiento compartido. Astoria

había sido para Draco un faro en la oscuridad de

su alma atormentada, la paz que nunca había

encontrado después de tantos años de guerra y

conflicto.

Cuando Astoria llegó al altar, tomó su lugar a su

lado con tal suavidad que apenas hizo eco en el

lugar.   La   ceremonia   comenzó   de inmediato,

dirigida por un viejo amigo de la familia Malfoy,

un mago de rostro serio y voz profunda. Draco,

aunque nervioso, no dejaba de mirarla. Cada

palabra que salía de su boca parecía un susurro

lejano mientras se concentraba en el brillo de

sus ojos. No pensaba en la historia de su familia,

ni el peso de su apellido. Solo pensaba en ella.

— Draco Malfoy, ¿Aceptas a Astoria Greengrass

como tu esposa, para amarla y respetarla en

todos los días de tu vida, en la salud y en la

enfermedad, en la riqueza y en la pobreza?

— Sí, lo acepto — respondió Draco, su voz un

poco más   grave   de lo habitual, cargada de

emoción. En su mente, esas palabras eran una

declaración   de lo que había sido, de lo que

había dejado atrás, de lo que estaba dispuesto

a ser para ella.

El momento de Astoria llegó. La mirada de Draco

se suavizó aún más cuando escuchó su nombre.

— Astoria Greengrass, ¿Aceptas a Draco Malfoy

como tu esposo, para amarlo y respetarlo en

todos los días de tu vida?

Astoria sonrió, su expresión tranquila pero llena

de   significado.   Sus   manos,   que   hasta   ese

momento   habían   estado. firmemente   sujetas

entrelazadas, temblaron ligeramente cuando se

alzó la voz para responder: — Sí, lo acepto

Era una promesa sencilla, pero profunda. Una

promesa de estar allí, juntos, para siempre. El

mago que oficiaba la ceremonia hizo un gesto

de   aprobación.   A   continuación,   Daphne, la

hermana de la novia, se levantó de su asiento

para entregar los anillos, unos anillos forjados

con   magia ancestral, del más puro oro, que

representaban   la   fusión   entre   la   luz   y   la

oscuridad a través de los pequeños símbolos

grabados en ellos. Al instante en el que Draco

colocó sutilmente el anillo en el dedo de Astoria

la magia del amor parecía fluir por todo el lugar,

y todos los presentes, de distintas casas, de

distintas historias, se dieron cuenta de que algo

había cambiado, algo en la atmósfera que les

unía a todos: la posibilidad del nuevo comienzo.

Cuando finalmente Draco y Astoria se dieron el

primer beso como marido y mujer, un murmullo

suave recorrió la sala. No era el beso ardiente

de pasión desbordante, sino un beso sereno,

lleno de promesas y de la quietud de quienes

saben   lo que   el   otro   significa   en   su   vida.

El   banquete   que   siguió   fue   discreto   pero

elegante. La mansión Malfoy se llenó de risas y

voces, el sonido del vino siendo servido, y las

palabras   suaves   de   la   alegría   compartida.

Mientras   los   invitados   disfrutaban   de   una

comida   exquisita,   un   cuarteto   de   cuerdas

tocaba música de fondo para acompañar el

ambiente. De un momento a otro empezó a

sonar el vals favorito de los recién casados, el

lago de los cisnes, un vals que representaba

por completo su mundo interior.

En   este   momento, al percibir los primeros

acordes, Draco se levantó de su asiento y fue

a pedir la mano de su hermosa esposa para

pedirle    un    baile.    Entre    nervios,    ambos

comenzaron a moverse por el salón uniendo

sus pasos al son de la música, concentrados

únicamente el uno en el otro, olvidando al

resto de personas de la sala y dejando fluir

sus emociones a través del baile. Al acabar

el vals, el resto de invitados se levantaron y

se acercaron   al   centro   de   la   sala   para

acompañar a los novios en el próximo baile.

Como último   detalle de la velada, llegó el

momento   del   pastel,   que   apareció   en el

comedor   tras un   chasquido. Ante ellos se

encontraba un gran pastel blanco de siete

pisos, adornado con detalles   plateados   y

esmeraldas, encantado de tal manera que el

sabor del mismo fuera distinto para   cada

invitado, aportando el gusto que los deseos

que cada uno prefiriese.

Entre la música y el jolgorio, Draco se paró a

pensar y vio que aunque su pasado siempre

lo acompañaría, este era el momento que

marcaba su verdadero renacer. Astoria, con

su amor y su paciencia, había sido la brújula

que    lo    había   guiado,    la   que   le   había

mostrado   que la redención era posible. Y

mientras los dos caminaban juntos hacia un

futuro que se desplegaba ante ellos, sabían

que, a pesar de las sombras que siempre

habitarían   sus   pasados,   el   amor que se

habían   dado   mutuamente   era la luz que

les iluminaría siempre.

#PaintTheTownBlue