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ɴᴀᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏ

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Su padre, Alexander Carstairs, era un mago nacido en Londres de sangre pura, miembro de una familia respetada en China, el linaje de los Carstairs. Llegó en el vientre de su madre que junto al abuelo de Jez, llegaban por trabajo, siendo una familia experta en pociones.

Fue que recaló en Hogwarts, siendo seleccionado para la casa de Slytherin, llegando a ser destacable en Quidditch, además de pociones y herbología.

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Ahí, Alexander conoció a su pareja en la escuela, yendo ambos a Hogwarts, su madre, hija de muggles, fue seleccionada en Hufflepuff.

Isabelle era buena en Encantamientos, inclinándose por hechizos de luz, siempre usando magia blanca. También era, cómo Alexander, buena en Herbología y Pociones.

Ambos fueron relacionándose y al salir de Hogwarts, decidieron formalizar su relación y viajaron a Francia, volviendo después de un de año, al enterarse del embarazo de Isabelle.

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Nació un 31 de agosto, en una tarde calurosa, tanto como el clima en Nottingham dejaba espacio al concepto de "caluroso".

Fue el único hijo de ese matrimonio, llenando de alegría las paredes de la casa y de los corazones de sus padres al momento de su nacimiento.

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Su padre siempre le contaba la historia de su nacimiento, el cómo tanto él como su madre le habían esperado. La efusividad de padre al tener al pequeño Jez Alexander en brazos, incluso de su madre misma, después de las horas de parto, igualmente lo tomó amorosamente en brazos.

  

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  ɪɴғᴀɴᴄɪᴀ

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No todo fue miel en su infancia, o en el matrimonio de sus padres. Cuando Jez tenía 2 años, sus padres se separaron, habían ido de pelea en pelea por la ausencia de su padre. Pese a eso, Alexander Sr. no tuvo parejas formales, tampoco su madre, pero ella si tuvo una hija, con la cual regresó en poco menos de dos años.

Pasó su infancia en Nottingham, viviendo la ausencia de su padre, que viajaba bastante entre Reino Unido, Francia y España, gracias a su trabajo. Su madre, en compañía de su nana, Mary, lo crió amorosamente junto a su media hermana, inculcando valores de honestidad, guiando su mente por "la luz".

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Su padre, cada que estaba en casa, les hablaba de ser fiel a sus ideales, de buscar su objetivo en la vida y ser perseverante, tratando a la pequeña Abrahel, cómo si fuese también su propia hija.

Lamentablemente, cuando tenía 10 años, su madre murió en su hogar, gracias a que, en sus ideales, protegió a un niño que había molestado a una pequeña manada de Licántropos, oculta en lo profundo de los bosques de Nottingham, no muy lejos de donde la familia Carstairs tenía su hogar.

Su hermana, muy pequeña, no pudo hacer mucho, fue rescatada por Mary, quien también fue asesinada por aquellos Lobos.

Eso causó un fuerte impacto en Alexander, Jez y Abrahel, desarrollando un rechazo tanto a los Licántropos como a los ideales de protección a los indefensos, pues nadie le aseguraba que sus buenas acciones fueran retribuidas en buena manera, o más bien, encontraran la muerte, detrás de una buena acción.

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ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴠᴇᴢ ʜᴀᴄɪᴇɴᴅᴏ ᴍᴀɢɪᴀ

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Tenía 7 años cuando sucedió, se hallaba en la Biblioteca de su padre, un lugar que amaba a pesar de su corta edad, era un lugar donde parecía que nada había pasado, que nada pasaba y entre las páginas de aquellos libros la imaginación borraba por momentos los recuerdos dolorosos. Era un lugar realmente agradable, con olor a café y libros, cálido e iluminado gracias al gran ventanal tras el escritorio.

Había un libro en particular que había logrado llamar su atención una tarde. Era grande y parecía bastante viejo, se podía leer sobre el lomo "Pociones Avanzadas", jamás hasta ese momento había leído algo parecido. Estaba en las repisas superiores pero en ese momento era su deseo tomar ese libro, por lo que escaló y al colgar sus manos sobre la madera de los estantes para alcanzarlo logró que los libros de ese estante cayeran sobre él, haciendo perder su agarre y precipitándose desde aquella altura. .

Soltó un pequeño grito, pero su caída fue suave y lenta y los libros cayeron a su costado, flotando suavemente hasta quedar en el suelo.

Al momento estaba sumamente sorprendido, tardó quizá un minuto o dos en moverse, se había quedado totalmente estático, mirando de forma boba el estante del cual momentos antes se aferraba, los libros a su costado, todo, todo era increíble y fascinante y ligeramente aterrador, porqué no decirlo.

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ᴄᴀʀᴛᴀ ᴅᴇ ʜᴏɢᴡᴀʀᴛs

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Tiempo antes de su cumpleaños 11, se encontraba en la biblioteca con su hermana, leyendo acerca de las criaturas mágicas, con las cortinas abiertas y la ventana de par en par, dejando entrar la cálida luz del sol de otoño y el viento fresco del bosque, con ese aroma a hierba y tierra fría.

Ambos niños estaban leyendo atentamente, haciendo comentarios sobre vampiros y los socios Licántropos cuando una lechuza marrón irrumpió a través de la ventana, llevando un sobre en el pico, mirada atenta sobre los niños que no pudieron evitar soltar un pequeño grito de sorpresa.

Retiraron el sobre del pico del ave, dándole un bocadillo de carne como pago, además de un knut.

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Ambos llevaron el sobre con el sello que ya conocían, el impreso del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Los hermanos tenían una sonrisa en los labios que no ocultaba el nerviosismo de sus ojos, pero tampoco la emoción en su voz cuando llegaron con padre, el señor Alexander.

Jez le extendió el sobre mientras su padre, en su sofá leía un libro, el cual dejó a un costado.

El hombre de cabello rizado, con ya bastantes mechones de un color ceniza lo tomó, dejando ver una suave sonrisa.

Lo abrió y leyó en voz alta, su hijo estaría en el colegio en el que tanto él como su difunta amada estuvieron, con el expreso deseo de que fuera seleccionado en Slytherin.

En medio de nerviosismo y alegría, los tres se abrazaron y comenzaron a preparar no sólo la fiesta de cumpleaños 11 del pequeño de cabello tan rizado como su padre, también sería una celebración pues sus clases comenzarían exactamente al día siguiente.

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ᴇxᴘʀᴇsᴏ ᴅᴇ ʜᴏɢᴡᴀʀᴛs

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El día llegó, su padre y hermana le llevaron a la estación Kings Cross, dónde tendrían que atravesar al andén 9¾. Pero, ¿Habría un andén 9¾ ahí?

Su padre le había contado historias de aquel viaje, de lo qué él sintió pero, Jez siempre pensó que para él sería diferente, pensó que sabiendo algo estaría preparado para la sensación.

Y no, en realidad sí fue impresionante para él atravesar el muro sólido entre los andenes 9 y 10. Fue más aún ver aquel espacio reservado únicamente para los seres con sangre mágica en las venas, únicamente para ellos.

Decenas de personas, quizá cientos, se abarrotaban alrededor de una enorme locomotora, que daba la impresión de tener mucho tiempo ahí, sin embargo (y no se explicaba el porqué), parecía nueva en cada espacio.

Su padre llevaba, claro, sus maletas, su hermana a un lado, ambos llevándolo hasta el abordaje. El pequeño Jez se sentía temblar en cada rizo, más de ansiedad que de miedo, ansiedad por conocer lo que tendrían para él los muros de Hogwarts, ansioso de saber que y a quienes conocería ese día y durante los siguientes 7 años.

Se despidió de manera rápida de su familia, no le agradaban las despedidas, no quería pensar en si volvería o no a ver a sus seres queridos.

Buscó un vagón vacío y se hundió en el asiento, sacando un libro de su pequeña mochila que cargaba aparte de sus pertenencias. Ya tenía completa la lista de útiles escolares y de ropa, las túnicas y demás.

Se hundió en su asiento y aunque más personas entraron, la mayor parte de la conversación se llevó a cabo entre las letras de su libro y su cabeza.

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sᴏᴍʙʀᴇʀᴏ sᴇʟᴇᴄᴄɪᴏɴᴀᴅᴏʀ

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Durante el trayecto que incluye el descenso del tren y el paseo por el Lago Negro, a las faldas del castillo, sus ojos giraban a todas partes , irando el paisaje y la Arquitectura del Castillo, que sería su segundo hogar desde ahora.

En el vestíbulo, al escuchar la algarabía en el Gran Comedor, su corazón palpitaba a mil por hora, creyendo desmayarse apenas entrar a aquel recinto y varias veces antes de la ceremonia.

Durante el viaje leyó además un poco sobre el lugar y las casas. Inmediatamente al conocer, se sintió atraído e identificado con la Sabia Casa de Ravenclaw, las cualidades de su fundadora le enamoraron, por decirlo de algún modo.

Aunque también le agradó la casa de Hufflepuff, la casa en la que sabía, su madre había estado igual creyó que disfrutaría más en Ravenclaw.

Cuando el Sombrero se posó sobre su cabeza estuvo realmente feliz cuando gritó

"¡Ravenclaw!"

Y la mesa de esta casa, gritaba alegremente la inclusión de un miembro más.

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ᴘʀɪᴍᴇʀ ᴅíᴀ ᴅᴇ ᴄʟᴀsᴇs

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Realmente no fue como lo esperaba, estar en el castillo, totalmente a su suerte fue un poco abrumador para el pequeño Jez.

Estuvo tenso y nervioso todo el día, quería saber más sobre la Magia, los secretos de la misma, tenía en su cabeza un cúmulo de sensaciones, nervios, ansiedad, miedo, excitación.

Fue sumamente interesante todo lo recibido en clases, al finalizar tenía tantos sentimientos encontrados que no logró dormir en toda la noche.

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ᴇsᴛᴀɴᴄɪᴀ ᴇɴ ʜᴏɢᴡᴀʀᴛs

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En realidad siempre fue bastante tranquilo, sin buscar problemas y más o menos cuidadoso de los procesos y reglas.

Sin embargo, su pésimo rendimiento en transformaciones siempre dejaba libres por el aula a tazas con patas corriendo por los rincones.

O a compañeros a los que les agregaba un bonito pico de tucán o color de un amarillo tan luminoso que había que cubrir su cabeza para no enceguecer.

Tampoco se le daba bien Pociones o Herbología, materias de las cuáles sabía que sus padres habían destacado, lo que le producía un difícil sentimiento de insuficiencia.

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ᴀᴍɪsᴛᴀᴅᴇs ᴇɴ ʜᴏɢᴡᴀʀᴛs

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Tuve pocos amigos en Hogwarts, su prefecto Steven contaba cómo uno, su hermana menor siempre fue también su mejor amiga y la mujer que en un futuro sería su esposa, Luna H. Ravenwood.

En otras casas, Sam de Slytherin y la hermana de éste, Ermine de Hufflepuff.

Más personas hay, sin embargo, con estos que he mencionado son los que aún después de salir de Hogwarts, se mantiene una comunicación, una relación y amistad firme y leal.

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ᴍᴀᴛᴇʀɪᴀ ғᴀᴠᴏʀɪᴛᴀ

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Bueno, definitivamente fue Historia de la Magia, por qué amaba leer y escuchar los relatos de las rebeliones, guerras, acuerdos, leyes y demás. Había siempre algo interesante en esa clase, algo que podía ver incluso en su tiempo actual, personas y criaturas repitiendo errores.

Además ahí la amistad con Luna Ravenwood inició, dando pie a una fuerte y sincera relación, primeramente de amistad.

Sin embargo también estaba encantamientos, porque a la mayoría de los hechizos les he encontrado utilidad en la vida. Era siempre muy entretenida, interesante y divertida.

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ʜᴇᴄʜɪᴢᴏ ғᴀᴠᴏʀɪᴛᴏ

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Noctis Eternum

Hay algo de poético en su pronunciación, algo de enigmático en su efecto.

Una oscuridad total cubre la zona alrededor del conjurador, sin espacio a un atisbo de luz, penumbra total y completa. Cómo la oscuridad de la muerte, frente a tus ojos. Y no hay más que tú en la nada, aún si se está rodeado de personas.

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ᴇxᴘᴇʀɪᴇɴᴄɪᴀ ᴇɴ ϙᴜɪᴅᴅɪᴛᴄʜ

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Jamás fue parte del equipo, aunque disfrutó mucho el presenciar los encuentros, en el colegio jamás dejó pasar un encuentro de Ravenclaw.

Tenía amigos que sí desempeñaban puestos en el equipo, cómo Luna, que durante un buen tiempo se desempeñó como cazadora azul, había algo sumamente hermoso en verla volar con la Quaffle bajo el brazo, girando y anotando de vez en vez, algo sublime incluso, en la manera en que se entendía con sus compañeros, el juego en sí y la Quaffle, parecía entenderse a veces con el viento de la misma manera.

Fuera del colegio, continué disfrutando del Quidditch, siguiendo a las Montrose Magpies de la Liga de Gran Bretaña y Escocia.

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ʀᴇɢʀᴇsᴏ ᴅᴇ ʜᴏɢᴡᴀʀᴛs

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Era un poco difícil dejar a nuestros compañeros, amigos y clases y regresar al tedio de la vida sin Hogwarts.

Los veranos y Navidades los pasaba en casa, en compañía de su familia y ocasionalmente salía con Luna, aunque no vivían exactamente cerca, encontraban la manera de verse. Eso sí, él le mandaba cartas a menudo, que no eran respondidas siempre, pero al regresar al colegio ella le hablaba sobre las cartas recibidas.

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sɪᴇɴᴅᴏ ᴘʀᴇғᴇᴄᴛᴏ

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Al llegar el quinto año, se diot la salida de Steven, un buen amigo, compañero y el mejor prefecto que jamás haya tenido la casa de Ravenclaw.

La jefa en ese momento se comunicó con el ya no tan pequeño Jez, aún estando Steven, hablaron de una "sorpresa" que seguramente le tendría honrado.

Al darle la feliz noticia que había sido elegido como prefecto, su cara denotó que no se lo creía, hasta ese momento, era uno de sus más bellos acontecimientos, un honor sumamente grande y una responsabilidad muy importante.

Hacer un buen papel, luego de Steven, es como alumbrar algo con una bombilla luego de estar al sol, pero siempre trató de hacer lo mejor para la casa y sus compañeros, velando por las reglas y el honor de la casa de Rowena.

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úʟᴛɪᴍᴏ ᴄᴜʀsᴏ ᴇɴ ʜᴏɢᴡᴀʀᴛs

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Inevitablemente, la nostalgia me invadió y durante todo el año, no solo a mí, también a mis compañeros, se nos podía ver muy unidos, de buen humor y riendo por los pasillos, finalmente era el último año y no sabíamos si volveríamos a vernos.

Tantos aprendizajes, tantos recuerdos, decepciones, sorpresas y un conocimiento invaluable. Todo eso iba a acompañarme por todos los años.

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ᴠɪᴅᴀ ᴅᴇsᴘᴜés ᴅᴇ ʜᴏɢᴡᴀʀᴛs

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Después de haber terminado los estudios en Hogwarts realizó un viaje personal y en solitario alrededor de Europa. Visitando Francia y España, con él fin de recopilar información sobre el uso de hechizos prácticos y de duelo de acuerdo a la cultura de cada región. Duró apenas un año, pero fue bastante enriquecedor.

Guarda esos datos en una serie de cuadernillos que ahora reposan en una gaveta de su escritorio, en su residencia en Nottingham.

De regreso en Reino Unido, se inscribió a cierto grupo de lectura, mezclando su persona con muggles. La razón fue que quería retomar ese hábito de lectura que por él viaje había dejado de lado.

Luego de eso, se encontró de nuevo con Luna, con quién jamás dejó de tener o y el noviazgo se volvió rápidamente un amor profundo y sincero, que llevó al matrimonio de la pareja.

Así mismo, se encontró con su mejor amiga y hermana, compartiendo sus experiencias y habilidades.

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ᴍᴀɢɪᴀ ɴᴏ ᴠᴇʀʙᴀʟ

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Este tipo de magia llegó a conocimiento de Jez en su sexto año de estudio, cómo a la mayoría de estudiantes de Hogwarts.

La idea de realizar los hechizos sin tener que decir palabra alguna era fascinante, daba un punto extra a la hora de realizar un duelo, cómo bien apuntó su profesora se DCAO.

Luego de la clase teórica, él se acercó a su profesora, con la única encomienda de ser su aprendiz especial para dominar ese arte de la magia.

Su profesora, aunque dudosa, aceptó y le habló un poco más de esa habilidad. Le dijo que si bien había algunos hechizos que se podían realizar así sin una pizca de talento, para los demás se necesitaba concentración y fuerza de voluntad y que no todos los magos eran capaces de realizarla se manera siquiera adecuada. Tenía que, según la profesora, vaciar su mente y dejar que el hechizo a realizar llenara su cabeza y así, su flujo mágico se canalizará sin necesidad de pronunciar palabra alguna.

Eso sin duda puso nervioso al chico, sin embargo no había espacio para retroceder.

Fue entonces que vino la primera práctica, en un aula solitaria dentro de Hogwarts. Había dispuesto ya un muñeco de práctica por la profesora. Le indicó apuntarle con la varita y elegir un hechizo simple, "Desmaius", era el elegido.

Levantó la varita dudando, cerró los ojos y respiró hondo. En su mente dijo el hechizo.

(Desmaius)

Nada pasó, incluso en su mente sabía de su falta de decisión. Su duda, e inseguridad.

Se desanimó, pero su profesora lo retuvo ahí y le dijo cómo debía vaciar su mente y únicamente dejar el hechizo, su objetivo y efectos, cómo si de una foto se tratara.

Lo volvió a hacer.

Ahora Desmaius era lo único en su mente, su efecto, cada sílaba del hechizo.

Abrió los ojos y dio un paso al frente, mientras en su mente gritaba el hechizo.

(¡Desmaius!)

Entonces sintió como la fuerza de ese conjuro salió de su varita e impactó el muñeco. No fue la gran cosa, pero había funcionado.

El joven saltó de alegría, se sentía totalmente realizado. Su profesora le felicitó, confesando que tenía sus dudas acerca de la fuerza de voluntad del pequeño Carstairs.

Pero no se quedó ahí, pues únicamente había sido un atisbo de la fuerza que normalmente tiene ese hechizo. Volvió a cerrar los ojos, volvió a vaciar su mente y nuevamente, sólo la imagen mental del Desmaius estaba en su cabeza.

Repitió el proceso con todo el ánimo que su reciente aunque incipiente éxito, lo repitió cerca de una decena de veces, con un aumento gradual se éxito. Estaba agotado al final se esto, pero quería lograrlo. Y su profesora seguía ahí con él, aún después de todas esas horas.

Nuevamente se puso frente al muñeco de pruebas con la varita fuertemente asida a la mano.

Aspiró hondo y apuntó contra aquel monigote, sintiendo la magia fluir por su cuerpo, hacia la varita.

(¡Desmaius!)

Sintió la convicción en su pensamiento, su mente vibraba con la energía de aquel hechizo. Otra vez salió aquella magia e impactó el muñeco, arrojandolo hacia atrás.

Ahora saltó de jubiló, casi abraza a su profesora de DCAO, había tenido éxito totalmente en esta experiencia. Sin embargo no había finalizado, apenas empezaba aquel camino para perfeccionarlo.

Y claro, cómo toda habilidad, debía pulirse, así que siempre que podía hacia sus hechizos de manera no verbal, durante Hogwarts eran pequeños accio, algún Desmaius o cosas así. También dedicaba un par de horas al día para practicar los hechizos.

Al salir de Hogwarts, los hechizos se fueron volviendo las complejos, Secciunatus, Gubraith, incluso Abicus Fulime, algún Confringo.

Es algo que no ha dejado de entrenar.

Actualmente la utiliza en duelos, al servicio propio y de la organización a la que pertenece, pues el poder realizar magia sin necesidad de pronunciar palabra era una ventaja a la hora de atacar. También la usa en la cotidianeidad, pues ahorra saliva y el pronunciar palabras.

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Lᴇɢᴇʀᴇᴍᴀɴᴄɪᴀ

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Alrededor de los 8 años, al pequeño y joven Carstairs comenzó a sucederle algo curioso. Comenzó a escuchar en su mente distintas voces, sobretodo en lugares concurridos.

Lo atribuyó a su imaginación, pues no era extraño que el pequeño formulase mundos enteros en su cabeza, dotando de diálogos e incluso personalidades a sus juguetes, árboles, prendas y personas desconocidas mientras iba por la calle.

Así vivió hasta la muerte de su madre, ese suceso le hizo tener curvas tanto a la alza como a la baja, semanas donde no escuchaba nada de nadie, parecía cómo si incluso su imaginación se hubiese secado. Y otras semanas, donde aunque no quisiera escuchaba esas voces, escapando de aparentemente una desorbitada imaginación.

Y sin embargo, se acostumbró a ello. Era parte del duelo, supuso.

Sin embargo la situación se fue haciendo más complicada, sobretodo al entrar a Hogwarts, pues los diálogos que tenían las personas desconocidas en esas historias que su mente trazaba al andar escapaban totalmente a su control. ¿Podría ser algo más?

Durante las clases y durante dos años vivió escuchando lo que al paso del tiempo descubrió que eran los pensamientos de la gente. Dos años creyendo que estaba enloqueciendo, sin saber si esos pensamientos era reales o si su cabeza estaba más trastornada de lo que pudiese creer.

Cursaba el final de ese año, cuando en uno de esos episodios de cascada de pensamientos que llegaban a su cabeza cuando una voz conocida irrumpió. Era una voz hasta familiar. No era otro que Andrew, un diligente joven de la casa de Gryffindor.

Sin embargo, parecía que esa voz era totalmente independiente de su mente, era notorio, no era parte del tumulto de voces en su mente, que se agolpaban sin orden en su cerebro.

Al contrario, era una voz firme, que justamente le pedía calma, paciencia. Era una voz de alguien que conocía aquellas situaciones.

Le ayudó a calmarse y posteriormente le pidió verse después de clases.

Cuando se encontraron, Andrew fue el que tomó la iniciativa en la conversación. Le dijo que conocía de su habilidad, la Legeremancia, según le comentó.

Le contó entonces la historia de cómo el propio Andrew descubrió y con ayuda de sus padres mejoró aquella habilidad hasta su total control. Desde aquellos inicios del joven Morningstar, las voces y los retazos de recuerdos.

Y le contó también del esfuerzo que supone pulir esa habilidad, todo el sacrificio, el cansancio mental, las noches sin dormir y la desesperación de pensar que jamás se va a lograr.

Con eso en mente le preguntó al joven Carstairs si deseaba aprender a controlar y manejar esa habilidad.

Cómo era de esperarse, Jez estaba maravillado, saber que no estaba loco, que eso era parte de él y que era una habilidad mágica no tan habitual le hicieron sentirse retado y elegido por la vida, era simplemente excitante. Hasta ahora el mayor reto de su vida.

Asi comenzó el arduo camino de Jez para controlar su Legeremancia. Los primeros días hablaron simplemente de lo que sentían, de lo que pasaban cuando la cascada de pensamientos irrumpía en su mente. Y de lo cansado que sería hacer todo esto.

Luego, Andrew le mostró la manera de entrar, sostenía su varita y luego de decir el hechizo, entraba en la mente de Jez, conociendo parte de su pasado, la llegada de su carta, su media hermana... Aunque siempre trababa de ser muy respetuoso con su mente.

Así, pasaron semanas, mostrando cómo entrar, lo que debía hacer antes, durante y después de realizar aquella actividad.

Jez estaba impaciente por intentarlo, haciéndoselo saber a Andrew decidió que era momento, luego de casi siete meses de clases teóricas, por decir algo.

Así llegó el día de intentarlo por vez primera, Andrew estaba con él. Esa semana había sido una difícil, una de esas curvas altas de voces, de retazos de recuerdos, sueños.

Andrew le explicó, una vez más, cómo debía prepararse para entrar.

Cierra tus ojos, vacía tu mente. Respira profundo...

Jez intentó seguir las indicaciones, pero le costaba mucho el poder dejar la mente en blanco. Era sumamente difícil para él poder relajarse, poder hacer el 'no pensar en nada'.

Esa lección fue un total y rotundo fracaso práctico para él. Decepcionado se fue a descansar, aunque Andrew siempre se mostró paciente, dándole ánimos para volver al día siguiente.

El fracaso hizo una marca en la mente de Jez, sin embargo estaba decidido a conseguir su objetivo. Esa noche no pudo conciliar el sueño, únicamente pensaba en la lección siguiente.

Finalmente la hora llegó, Andrew y Jez se reunieron en un salón vacío y nuevamente llegaron las indicaciones.

Respira hondo, trata de relajarte... Cierra tus ojos y concéntrate en mi voz.

Poco a poco, Jez fue haciendo el procedimiento, cerrando los ojos y respirando profundamente. Cada vez más relajado, hasta que estuvo en calma.

Ahora trata de no pensar en nada más...

Jez trató de hacerlo, pero era muy difícil hacerlo. Se esforzó hasta que por un momento no había nada, absolutamente nada.

Sin embargo, a pesar de haber logrado ese paso, se desconcentró pues estar vacío era nuevo y ligeramente intimidante.

Andrew lo felicitó por el gran avance y tomaron un descanso pues el cansancio era muy notorio en Jez. Usaron sus descansos para hablar nuevamente de cómo se sentían haciendo esto.

No diríamos que ellos eran los mejores amigos, pero la actitud del joven Morningstar era digna de Godric Gryffindor.

Siguieron pues las lecciones, hasta que Jez nuevamente alcanzó el punto blanco, cómo el lo llamó.

Agotados, ese día terminaron con un gran avance y una inyección anímica para Carstairs.

Durante las siguientes semanas repitieron la lección hasta que Jez tuvo plenamente controlada su mente hasta el punto blanco.

Habían pasado ya tres meses desde iniciada las lecciones, Jez tenía perfectamente controlada su mente aunque aún no podía entrar a otras mentes, mucho menos leer recuerdos, modificarlos o algo por el estilo.

Su siguente paso fue el de silenciar su mente durante las cascadas de pensamientos.

Poco a poco lo fue logrando, era como poder cerrar distintas llaves de dónde torrentes de agua caían. En algún punto logró silenciar su mente de lo externo, ya no había curvas y podía perfectamente estar en blanco.

Poco antes de los dos años entraría a una mente ajena, a un espacio que no sea el propio.

Andrew nuevamente estaba para la lección, siendo él ya un experto en el arte.

Comenzó pues la lección. Silenció su mente y el mundo exterior. Sólo eran él y Andrew.

Conoces el hechizo, sólo tienes que concentrarte, tú puedes...

Jez estaba en blanco, tomó su varita y apuntó a la sien del chico, pronunció el hechizo y entró

El aula desapareció, de hecho, todo parecía haber desaparecido, era un paraje oscuro, no se veía las manos siquiera.

Buscó y buscó pero nada apareció, a pesar de saberse dentro de la mente de Andrew.

Un nuevo fracaso en el intento de Jez de hacerse con el control de dicha habilidad.

Pero otro traspié no haría que los esfuerzos de Jez terminaran ahí. Habría más días para seguir intentando.

Por lo menos dos semanas siguientes se reunieron de nuevo, con el mismo resultado, a veces un poco más allá, a veces un poco menos. La frustración en ambos chicos crecía gradualmente.

Para cumplidos los dos años, los ánimos y esperanzas estaban un poco a la baja. Sin embargo, habría que terminar aquella encomienda que hacía dos años había iniciado.

Una vez más, comencemos... Trata de entrar. Ya conoces todo lo que se tiene que hacer.

Y todo volvió a suceder, cómo en una película... El mundo apagándose, la mente siendo vaciada, llegando al blanco. La negrura de una mente ajena y nada más.

Pasaron minutos que se sintieron horas para ambos, hasta que de pronto, en aquel sitio oscuro aparecieron como ventanas recuerdos que Andrew tenía muy presente, la primera vez que hizo magia, cuando entró a Quidditch e incluso su propio entrenamiento.

¡Finalmente el joven Carstairs había conseguido entrar a una mente que no era la suya!

Una vez adentro, pudo ver distintas memorias, incluso se vio a si mismo en sus primeras lecciones. ¿Quién iba a decir que tardaría dos largos años en poder entrar?

Pero este éxito no era el final de aquel trabajo, era apenas el inicio de aquel camino.

Durante otros dos o tres meses continuó trabajando con Andrew, repitiendo una y otra vez el proceso. Silenciando su mente y el mundo. Entrando en las memorias de la otra persona, incluso modificando pequeños recuerdos irrelevantes para Morningstar.

Ahora lo único que restaba era hacer eso con otras personas. Esta actividad la llevó a cabo con el resto de sus compañeros, entrando en alguien cada cuánto y modificando recuerdos. Aunque esto último no lo hacía tan seguido.

Para finalmente dominar su habilidad, duró en total cuatro largos años, en los que por momentos creía que todo había sido un desperdicio.

Ahora le ha encontrado un uso más sustancioso a la Legeremancia que la simple saciedad de su curiosidad, pues con la Legeremancia obtiene información para él y los suyos. Y puede llegar a modificar recuerdos a su beneficio. La Legeremancia es algo que no deja de pulir, cada día, cada uso.

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