El Destino Verdadero del Principe
Entre las antiguas leyendas de Egipto, hay una que se perdió en el tiempo, interrumpida por el deterioro de un papiro que data del año 1500 a. C. Se trata del relato de un joven cuyo nacimiento fue un regalo de las siete diosas del destino, que anuncian una profecía:
–Este niño crecerá, pero su final llegará a manos de un perro, una serpiente o un cocodrilo.–
Por miedo a esto, el rey ordenó que su hijo fuera criado en lo alto de una torre, aislado. Sin embargo, cuando el príncipe se convirtió en adulto, pidió permiso para abandonar su encierro y conocer lo que era la vida real.
Al salir, vio por primera vez un perro y rogó a su padre que le permitiera tener uno. El hombre aunque seguía temiendo a la profecía, aceptó por amor a su hijo.
El destino no tardó en actuar; una noche, una serpiente se deslizó hasta la habitación del príncipe. Pero su fiel perro (al que llamaré Pancito por cariño) luchó contra ella y la mató. Otro día mientras el joven nadaba en un río, un cocodrilo emergió de lo profundo para matarlo, pero su perro se lanzó al combate y venció al enemigo una vez más.
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Aquí el papiro se rompió. Nadie conoce el desenlace, el verdadero destino del principe, pero ¿Realmente quieres saber lo que ocurrió? Cuidado si continúas leyendo, porque cuentan los rumores que el mismo Anubis escribió como advertencia a los simples mortales esta segunda parte del archivo...
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El príncipe, tras escapar de dos de los tres destinos anunciados por las diosas, se sintió invencible, incluso su padre creyó que el destino había sido burlado, que su perro no era un enemigo, sino su protector, que había sido capaz de mofarse de las diosas, así que el joven decidió viajar y conocer los misterios de Egipto. Pero un simple humano no puede salirse con la suya.
El principe partió en su viaje, y en unas bellas y enigmáticas tierras lejanas al palacio, encontró a un hombre de porte majestuoso. Vestía con túnicas negras y doradas, su piel era oscura y su mirada profunda como la muerte misma. Lo que más destacaba era su cabeza: la de un chacal, imponente, aterradora.
—Has desafiado a tu destino —dijo la figura con voz grave—. Y a pesar de que ya lo sabes, sigues avanzando hacia él como un tonto.
El príncipe, sin reconocer a quien tenía enfrente, sintió una mezcla de fascinación y desafío, pero la prepotencia y el orgullo supieron controlar los sonidos que salían de su boca.
—He vencido a la serpiente y al cocodrilo —respondió—. Y mi perro ha sido mi fiel guardián.
El hombre de cabeza de chacal sonrió burlonamente. —¿Tu perro? — espetó — ¿Acaso no reconoces tu verdadero destino, tu eterno enemigo?
En ese momento, el príncipe sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Su fiel compañero (pancito), aquel que lo había protegido desde hacía tiempo, estaba como siempre a su lado, inmóvil, pero algo había cambiado.
El hombre de túnica levantó una mano y el perro comenzó a caminar lentamente hacia el joven. Su sombra se alargó, deformándose grotescamente hasta que ya no fue identificable como un dulce animal de compañía. El príncipe observó horrorizado, cómo su guardián adoptaba la misma forma que el hombre chacal.
—No puedes huir de mí —dijo Anubis—. Tu destino ha estado asegurado desde mucho antes del día de tu nacimiento.
El príncipe comprendió demasiado tarde que su protector nunca había estado luchando contra su destino, siempre había sido parte de él. Ese traidor... Había asesinado a sus otros asesinos, solo para tener el placer de terminar con su vida él mismo.
El dios de la muerte se acercó, girando una mano sobre la cabeza del joven. No hubo lucha ni resistencia, el príncipe había llegado, por fin, al final de su historia. Todo se tornó oscuro, y lo último que sintió fue unos gruesos y helados colmillos enterrándose en su carne, pero no era obra de un canino, sino las garras de la muerte misma.
Las siete diosas del destino miraban desde arriba, satisfechas y a la vez indiferentes, la profecía se había cumplido.
El príncipe no había muerto a manos de un perro, ni de una serpiente, ni de un cocodrilo. Sino del mismísimo dios chacal, quien lo llevó con el destino que nunca pudo evitar.
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¡Amo escribir historias! Me declaro un escritor autoproclamado, eterno entusiasta de las historias dulces y las no tan dulces. Muchas gracias por leer mi final original, nos vemos en una próxima ocasión. <3
˚₊‧꒰ა 𝑨𝒑𝒐𝒍𝒐, 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒂 ໒꒱ ‧₊˚
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