año nuevo lunar: prólogo

Prólogo: La Danza del Destino.

El cielo estaba teñido de rojo carmesí, como si el horizonte hubiera decidido reflejar llamas de los faroles que iluminaban el festival. Era el Año Nuevo Chino, este año nos invadía la serpiente. La aldea, como cada ciclo, se preparaba para honrar las tradiciones que unían su espíritu a las estrellas. Para muchos, el evento no era más que un despliegue de luces, sonidos y colores, pero para otros, como yo, representaba algo mucho más profundo: una pugna invisible entre el equilibrio y el caos.

Cada signo del zodiaco chino poseía una esencia, un rol en el intrincado equilibrio del mundo. La Serpiente, sabia y perspicaz, tenía un papel especial en este ciclo: guiar y proteger la transición del año. Pero no todos los signos abrazaban su destino. Algunos, impulsados por deseos personales, se desviarían de su camino.

Entre las sombras de la multitud, una figura destacaba por su aura de autoridad y peligro. Vicky, la Tigre, caminaba con elegancia calculada, su porte felino destilando confianza y ambición. Sus ojos brillaban con un fuego indomable mientras evaluaba cada detalle del festival, buscando su oportunidad para actuar. Su objetivo no era celebrar; su objetivo era conquistar. Las reliquias del zodiaco, artefactos sagrados que resguardaban la energía de cada signo, eran su verdadera meta.

Mientras tanto, Rinne y Grecey caminaban juntas, ajenas a la amenaza que acechaba. Rinne, que representaba al Dragón, tenía una personalidad magnética, capaz de inspirar a quienes la rodeaban. Había algo en su manera de hablar, en su porte majestuoso, que exigía atención. Grecey, por otro lado, era un contraste perfecto. Representante de la Cabra, irradiaba calma y empatía. Su voz suave tenía la capacidad de desarmar incluso al más iracundo, y su presencia era un recordatorio constante de que la armonía siempre era posible.

Ellas eran mis aliadas, aunque todavía no lo sabían. Como piezas en un tablero, sus caminos habían sido trazados hacia esta noche, hacia este festival. Pero también estaba él, el héroe del que nadie hablaba, aquel que representaba la Serpiente. Su papel sería crucial en esta historia, aunque su rostro permaneció oculto, incluso para mí.

Los tambores resonaron en el aire, marcando el inicio de la Danza del León. Los movimientos gráciles y energéticos de los bailarines parecían sincronizarse con los latidos de la multitud, pero algo perturbaba el ambiente. Una tensión sutil se deslizaba entre las risas y los murmullos. En la distancia, los faroles titilaban, como si el cielo mismo estuviera conteniendo el aliento.

Nadie sabía que esta noche marcaría el inicio de algo mucho más grande que cualquier celebración. Las estrellas habían alineado sus energías, y el destino nos había reunido aquí para una batalla que determinaría el futuro del zodiaco. Yo lo sabía porque siempre había estado observando. Y pronto, será mi turno de actuar.

Pero, ¿quién soy yo? Esa es una respuesta que el tiempo revelará. Por ahora, soy solo una sombra entre las luces, un narrador invisible en el tapiz del destino.

La danza continuó, y con ella, el primer acto del año de la Serpiente.

Portada.