Cataclysm | Capítulo 3 | Fanfic | #PremiosFanfic2017

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Esa mañana, el Sol ya estaba arriba desde hace rato. La luz no entraba por las cortinas que estorbaban. Sin embargo, la brisa era muy agradable y refrescaba el lugar muy bien, de forma que se disfrutaba. La humedad era presente a veces, y esta vez no era molesta.

Hoy él ya no estaba, era más costumbre que durmiera de más, pero esta vez fue diferente. Marinette muy después despertó y sólo se propuso a prepararse para visitar a alguien...

Comenzó con un baño rápido y cepillar su cabello, un vestido negro corto y un chaleco de mezclilla para vestir, unas botas de costumbre, y esta vez un sombrero blanco. En su bolso café lo único que llevó fue una fotografía... Creía que podría ser necesario, además, esa tinta tan cara que mantiene guardada. Esas dos cosas podrían ser necesarias.

Al bajar vió a Chat Noir lavando los platos de la noche anterior. Como no había comido nada, se decidió por sólo un vaso de leche y una galleta. Tomó un vaso, se sirvió y robó una galleta. Tras beber dejó el vaso al lado del lavabo.

—Visitaré a Lila —Dijo ella antes de salir por el marco de la cocina, de espaldas hacía él.

—Bien, yo seguiré aquí —Respondió casi como si no hubiera escuchado y no volteó. Siguió concentrado en los platos.

Miró de reojo y caminando apresurada salió de la casa, para dirigirse hasta la de ésta amiga suya...

Caminó por la avenida, entre la multitud de gente y por debajo del Sol. Gran idea llevar un sombrero, por que la luz solar era fuerte.

Con su mirada consiguió hacer que nadie chocara con ella, los evadía de ella con sus ojos azules, que se volvían gélidos. El camino era también por la plaza, y pasó de la misma forma, todos se apartaban un poco si estaban por chocar con ella, como si llevara fuego encima.

Salió de su distrito y llegó al otro, donde caminó todavía hasta por fin llegar a la calle, a veces solitaria y otras con gente, donde su amiga vivía.

Pasó por unas casas, algunas blancas, otras negras, varias grises y pocas de colores como rojo o verde. Tras la serie de residencias llegó y se detuvo en una bastante grande, blanca con el adorno negro y otros detalles dorados, de dos pisos y uno último en el techo.

Abrió la varda negra que separaba del jardín variado, que había a la acera de la calle, como si fuera su casa, podía confiar, ya que aún se guardan la amistad desde hace tiempo.

Caminó por este sendero blanco, hasta la puerta doble de la casa, donde sólo dejó su mano con un suspiro, esperando un momento.

No pasó mucho hasta que Volpina abrió la puerta.

—¿Le dijiste que visitarías a Lila? —Preguntó la castaña— Marinette, ¿En serio aún mientes?

—No he mentido por casi siete años

—Bueno... —Dijo un poco más tranquila— Que bueno que vienes.

Marinette entró cuando Volpina le dió paso. Luego de oír la puerta cerrada, se dirigió a la sala de visitas. Se sentó en un sofá y su amiga llegó con un par de tasas con agua.

—Aquí no se bebe ni alcohol, té, café o chocolate —Dijo la castaña mientras dejaba las tasas en la mesa de centro y se sentaba en el mismo sillón al lado de la joven pálida— No hay nada interesante aquí, así que comienza.

Tomó su tasa y con los dedos de la otra mano los movió de arriba a abajo pensando en cómo iniciar, cómo decirle que iba a cometer esa acción que pensó parte de la noche.

—Volveré —Confesó por fin— Creo que no es tan malo hacerlo.

—¿Y a dónde piensas ir? —Preguntó esperando que no fuera lo que pensaba— ¿O te aprovecharás y te quedarás con todo? No lo hagas...

—No creo que haga eso —Negó— Quizá vuelva a la casa del centro, donde quedan cerca los distritos más poblados —Respondió, definitivamente lo que la otra no quería.

—Por favor, no vuelvas ahí, es más, quédate —Negó con una cara con la que suplicaba. Bebió un poco de agua— Quédate, no hay cobro, pero no regreses al centro.

—¿Pero qué tiene de malo volver? —Preguntó como si hacerlo fuera obtener riquezas de buen modo— Como sea, pero la cosa es que también necesito tu flauta.

—¿Y para qué el palo agujereado de naranja? —La miró levantando una ceja— Hace mucho que no lo uso.

—Gran mentirosa —Dijo con sarcasmo. Luego le dirigió la mirada mal, en broma— Estoy segura que sigues tocando esa bella flauta para los niños del parque.

—Sólo para eso —itió para luego beber un poco de su agua— Nada más para los niños. Es para tranquilizarme.

—Lo sé —Sonrió para ella— Lo que quiero, también, es hacer lo mismo que hizo él.

Volpina dirigió su mirada a Marinette de mala manera y quedó ligeramente boquiabierta.

—¿Estás segura...? —Tragó saliva como si en realidad hubiera sido una piedra.

—Sí —Comenzó a mover la cabeza de arriba a abajo lentamente— Con la flauta me meteré en su cabeza y lo torturaré, como lo hizo.

—No hace eso precisamente mi flauta —Negó con su cabeza— Sabes que sólo hace ilusiones, no pesadillas.

—¿Y las pesadillas no son ilusiones? —Dijo ella para poco después comenzar a convencerla— Son ilusiones, por que éstas son mentiras, y las pesadillas y sueños también. La mentira es lo contrario a la realidad.

Volpina quedó callada un momento, para luego beber un poco de agua.

—Por mucho dejé de ser una mentirosa —Se encogió de hombros acompañada de un corto suspiro— Pero me parece que él ocasionó que vuelva a serlo.

—No regreses al centro —Volvió a suplicar— Hagas lo que hagas no regreses al centro.

—¿Por qué piensas que volveré al centro? —Giró la cabeza hacia la medio zorro y bebió agua.

—Por que ahí es por donde actuabas perfectamente siendo una mentirosa —Le recordó.

—Depende de cómo vea todo volveré a serlo —Dijo, no se notaba muy feliz por ello, pero al parecer pensaba que no era tan malo— Por mientras quiero concentrarme en usar tu flauta.

—¿Y si mejor robas su anillo para hacer lo mismo? —Propuso, no quería dar su preciada flauta para lo que Marinette quería— Será más fácil hacer lo que quieres, no será muy difícil quitárselo, además de que si lo haces, se pone débil.

—No creas que será fácil —Dijo para beber un poco— Cuando aún trataba de engañarlo todo falló. Será mejor usar la flauta.

La tinta naranja y la foto de Lila y Alya, para que no hayan quejas, querida Volpina.

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