Oneshot realista de lo que pasaría si Marinette se confesara a Adrien.
![Fanfic oneshot: confesión realista-[I]Oneshot realista de lo que pasaría si Marinette se confesara a Adrien.
[IMG=AJFRB]
―¿P](https://image.staticox.com/?url=http%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.programascracks.com%2F8228%2F15253f27fd9067cf68c9309736fe2e473abb1a21r1-2048-1273v2_hq.jpg)
―¿Puedo pensármelo? ―preguntó Adrien mientras sostenía la bufanda negra entre las manos.
Marinette contuvo un gritito. Se había esperado un «sí» o un «no», no una respuesta vaga que, aunque alimentase sus esperanzas, también alargase su sufrimiento.
―Pues… eh… yo… ―balbuceó. Le costó cinco intentos hilar una respuesta coherente. Adrien esperó con paciencia, y con una culpa que crecía dentro de él como un virus. Al final, Marinette logró tartamudear―: Sí, sí. Claro. Yo… um… tengo que irme.
Y huyó despavorida como alma que lleva el diablo.
Adrien se quedó plantado delante de la entrada de la escuela. Vio cómo Marinette bajaba la escalinata a trompicones, se echaba encima de Alya y luego la arrastraba corriendo hasta desaparecer tras doblar la esquina. Cuando por fin las perdió de vista, Adrien bajó la mirada hasta la bufanda negra que Marinette le acababa de regalar. Aunque estuviese hecha a mano, era exquisita, propia de los artesanos con los que su padre solía trabajar, y no de una adolescente amateur. Marinette tenía un talento increíble, pensó.
Adrien comenzó a componer una sonrisa sin darse cuenta, pero entonces recordó la conversación que acababan de mantener y una opresión en el pecho lo detuvo.
Marinette se le acababa de confesar. Le acababa de declarar su amor, pero lo había tomado tan desprevenido que Adrien no había sido capaz de darle una respuesta apropiada. En cambio, había evadido la pregunta con un patético «¿Puedo pensármelo?».
¡¿Qué clase de amigo estaba hecho?!
Había quedado como un capullo insensible. Seguro que Marinette comenzaba a odiarlo.
Adrien no pudo más que apartarse de la entrada y dejarse caer sobre uno de los escalones de piedra. Se sentía tan abrumado por la situación que no podía pensar con claridad.
¿Marinette había tenido sentimientos por él todo ese tiempo? Nunca se lo hubiera imaginado, especialmente por lo mucho que le había costado hacerse su amigo. El problema era que lo había puesto en un aprieto: lo último que quería Adrien era hacer sufrir a Marinette, pero contestase lo que contestase, eso era exactamente lo que pasaría.
Si le decía que no, le rompería el corazón. Pero si le decía que sí, Adrien estaba seguro de que acabaría metiendo la pata. Al fin y al cabo, aún tenía sentimientos por Ladybug, pese a que había intentado deshacerse de ellos mil veces, y mientras amase a su milady, no podría entregarse a otra chica por completo. Lo había intentado con Kagami y el experimento había acabado en desastre.
Adrien estaba tan sumido en sus pensamientos que no notó cómo Nino se le acercaba por detrás. Su mejor amigo vio la bufanda y compuso una sonrisa traviesa.
―¡Tío! ―lo saludó―. ¿Eso te lo ha dado Marinette?
Adrien asintió con la cabeza, aún en las nubes, lo que hizo que los ojos de Nino se iluminaran.
―¡Enhorabuena! ―exclamó.
Adrien se volvió hacia él sin entender.
―¿Enhorabuena por qué?
Nino frunció el ceño, extrañado.
―Por comenzar a salir con Marinette. ¿Por qué iba a ser si no?
Adrien abrió mucho los ojos. Se levantó de sopetón y profirió un bramido que hizo que varias cabezas se giraran hacia ellos:
―¡¿Lo sabías?! ¡¿Sabías que se me iba a confesar?!
Nino retrocedió un paso, asustado por el repentino tono de Adrien.
―Bueno, no sabía cuándo, pero… era cuestión de tiempo ―contestó con cautela.
Adrien lo miró como si tuviera ganas de matarlo.
―¡¿Y por qué no me lo habías dicho?! ―le espetó.
Con cada palabra que decía, Nino entendía menos y menos.
―Alya me dijo que no lo hiciera. Se suponía que Marinette tenía que reunir el coraje para decírtelo ella misma.
Adrien se llevó las manos a la cabeza. Si Nino hubiera sido un buen amigo y le hubiera advertido, Adrien podría haber pensado una mejor respuesta en vez de hacerle daño a una chica a la que, con o sin sentimientos románticos, quería muchísimo.
―Si me lo hubieras dicho… de haberlo sabido… ―balbuceó.
Nino seguía sin entender nada. ¿Acaso Marinette se había echado atrás? ¿Acaso Adrien la había malentendido? No sería la primera vez que ocurría. Lo único que Nino tuvo claro era que lo que fuese que hubiera pasado había alterado mucho a Adrien, así que posó una mano en su hombro como gesto de apoyo y preguntó:
―No me mantengas más en vilo. ¿Qué le has dicho?
―Que me lo pensaría.
Nino soltó un suspiro de alivio.
―Vale. Entonces no está todo perdido. Pasaremos por la floristería, le comprarás el ramo más grande que tengan en venta, luego irás a la panadería de los Dupain-Cheng y…
―¿Por qué iba a buscar a Marinette después de lo que acaba de pasar? ―lo interrumpió Adrien.
―Para confesarle tu amor, por supuesto ―contestó Nino como si fuera obvio.
Para su sorpresa, Adrien lo miró como si fuera estúpido.
―¿Qué te ha dado a entender que tengo sentimientos por Marinette?
La pregunta dejó a Nino de piedra.
―Pues… tus… ¿ojos? ―Nino comenzó a comprender que con cada sílaba que salía de su boca estaba cavando su propia tumba.
De nuevo, Adrien lo miró como a un chiflado.
―¡Estoy enamorado de otra chica, Nino! ―le gritó. Estaba frustrado, enfadado, preocupado y sobre todo se sentía culpable. No quería herir a Marinette. Pensar en infligirle un dolor tan profundo como el que Ladybug le infligía a él todos los días lo destrozaba, pero no sabía cómo evitarlo―. No puedo corresponder sus sentimientos.
―¡¿Cómo?! ―El grito de estupor no vino de Nino, sino de Rose.
Adrien se giró alarmado y descubrió a Rose, Juleka, Mylène, Iván y Nathaniel, que habían formado un corro a apenas un metro de distancia. Habían estado fingiendo hablar entre ellos mientras espiaban la conversación entre Adrien y Nino.
―¡Pero eso es imposible! ―continuó Rose. Juleka intentó detenerla, pero habló tan bajo que Rose no la entendió―. ¡Adrien y Marinette son una pareja predestinada! ¡Adrien no puede estar enamorado de otra!
―¿Que Adrien está enamorado de otra? ―Max y Kim llegaron de repente. Fue Max el que habló, con la vista fija en Rose pero sin ver a Adrien y a Nino, que se encontraban detrás del grupo―. Eso es imposible. ¿De quién más podría estar enamorado Adrien si no es de Marin…?
No terminó la frase porque entonces reconoció la cabellera rubia de Adrien y supo que había metido la pata.
―¿Estáis hablando de Marinette y de Adrien? ¿No creéis que el tema es muy poco original a estas alturas? ―preguntó Alix, que salía de clase y que tampoco vio a Adrien.
Sus compañeros le dirigieron gestos de reproche, que ella no entendió.
Mientras tanto, Adrien se moría de la vergüenza. Entonces… ¿todos lo sabían? ¿Todos menos él? ¿Y ninguno se lo había advertido? Al sentimiento de culpa se le unió uno peor: el de traición. Un secreto a voces había existido en su clase durante casi un año, y sin embargo, nadie había puesto a Adrien al corriente. Lo habían excluido como si no formara parte del grupo. Tal vez no lo hiciera. Al fin y al cabo, casi no podía pasar tiempo con sus “amigos” fuera de clase.
―Tío, ¿estás bien? Estás pálido ―le susurró Nino. Así no era cómo se había imaginado la confesión de Marinette a Adrien.
Ambos se habían convertido en el centro de atención. Mark se había unido a Nathaniel, que le explicó la situación con una sola frase, mientras que Chloe, Lila y Sabrina los observaban desde la distancia, intentando enterarse de qué causaba tanto revuelo pero sin atreverse a preguntar directamente.
La clase entera estaba esperando a que Adrien se pronunciase, preferentemente para aclarar que había un malentendido y que en realidad estaba loco por Marinette.
Por desgracia, Adrien no fue capaz de hacerlo, porque no era cierto. Quería a Marinette, por supuesto que lo hacía, pero no tanto como amaba a Ladybug.
Fue salvado por un coche rojo que aparcó enfrente de la escuela. Cuando Adrien lo reconoció, sintió una oleada de alivio. Soltó un «Tengo que irme» apresurado y huyó de la escuela como si su vida dependiera de ello.
―¡Kagami! ¡Necesito tu ayuda!
Kagami estaba saliendo del coche, pero Adrien prácticamente saltó encima de ella y la empujó adentro otra vez. Se sentó en uno de los asientos de atrás ante el estupor de su rival de esgrima.
―Necesito que me lleves a casa. Ahora ―le pidió (más bien le suplicó).
Nada más verlo hecho un manojo de nervios, Kagami intuyó que era una situación crítica y le hizo caso, pese a saber que su madre la regañaría más tarde.
Cuando el coche arrancó, Adrien soltó un largo suspiro de alivio. Luego echó un vistazo la escuela a través de la ventanilla y descubrió que el resto de sus compañeros lo observaban alejarse con pena.
«Genial», pensó Adrien con sarcasmo. No solo había herido a Marinette, sino también a todos sus amigos.
¿Por qué su amor por Ladybug le daba tantos problemas?
Se frotó las sienes. El estrés era tan intenso que estaba comenzando a darle jaqueca.
―¿Qué ha pasado? ―preguntó Kagami, visiblemente preocupada.
―Marinette se me ha confesado, pero no he podido darle una buena respuesta.
Kagami rio divertida. Por la expresión de Adrien había creído que era el fin del mundo, pero solo se trataba de las torpezas de dos tortolitos.
―¿Se te trabó la lengua o algo así?
―¡No! Tú deberías entenderlo mejor que nadie. Eres la única persona que sabe que me gusta otra chica.
Kagami alzó una ceja con extrañeza.
―Pero… pensaba que esa chica era Marinette.
Entonces fue Adrien el que se quedó pasmado.
―¡¿Tú también?!
Kagami se encogió de hombros.
―Sois la pareja perfecta ―contestó.
Adrien quiso enterrar la cabeza en la tierra y no sacarla nunca más.
Era una pesadilla. Una pesadilla horrible
----------------------------
¡Muchas gracias por leer!
¡Dadle a like!
Mis otros fanfics:
Comments (1)
L