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Mi querido tesoro (segunda parte) [Two-shot]

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Esta historia fue escrita por nuestra escritora Lazoledi

Esperamos que les guste y por aquí pueden leer la primera parte :blush: :blush: :blush:

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Las constantes lágrimas iban cayendo lentamente del rostro de la niña. Había huido, quería estar sola. Únicamente ella sentía aquel dolor en su pecho. Nadie más la quería, sólo ella. Y por eso el saber que ya no estaría a su lado le partía su frágil alma.

Podía escucharse el sonido del agua cristalina corriendo a través del pequeño arroyo, ella estaba sentada en el suelo, frente a este, con sus brazos abrazando sus piernas, deseando en su interior que todo aquello fuera sólo una pesadilla y que al despertar pudiera verla de nuevo. Pero el mundo es un lugar realmente muy cruel, en donde el dolor no discrimina, ataca a todos por igual, incluso a una pequeña de 7 años.

El día parecía que se estaba burlando de ella. Un cielo totalmente despejado con un sol radiante y una temperatura veraniega. Pero a no le importaba, no se preocupaba si se terminaba quemando por culpa de los rayos solares ni que su bello vestido blanco se ensuciara, ella no se movería de ahí. En lo único que podía pensar era en los recuerdos que había vivido junto a ella.

—Las bellas princesas no tienen que llorar... —una voz habló amablemente.

—¿Q...Quién e...eres?...—pronunció con dificultad, volteando a ver al niño que estaba a su lado.

—Yo, mi querida princesa, soy su leal caballero de brillante armadura que está aquí para rescatarla del castillo embrujado —dijo mientras daba una pequeña reverencia. Este acto hizo que la pequeña parara de llorar y comenzara a sonreír suavemente.

—¿Así que tú eres mi querido caballero? —continuando con el juego, con una leve sonrisa

—Así es princesa, sus deseos son mis órdenes. Dime, ¿qué tengo que hacer para que esas lágrimas se conviertan en risas? Es que no me gusta ver a mi princesa de esa forma —el niño con cabello azulado preguntó mientras se sentaba junto a ella.

—Creo que eso no será posible... no ahora... —la tristeza volvió a invadir su rostro.

—¿Quieres hablar sobre ese tema? —. Ella movió su cabeza en seña de negación—. Si no deseas hablar está bien, lo entiendo. Pero ¿sabes?, mi madre un día me dijo que en esta vida la mejor medicina es la risa —dijo mientras colocaba una mano en la espalda de ella, tratándola de consolar—. Sé que hay veces que uno no puede estar feliz por más que lo deseé, pero creo que si lo dejas salir será mejor para ti.

La niña levantó su rostro y lo vio a los ojos, se podía notar cómo en estos se reflejaba una profunda preocupación. Para la pequeña esto le resultó extraño, ya que era la primera vez que se veían, eran unos completos desconocidos. Y eso fue lo que más le dolió, que un desconocido se preocupara más por ella que su propia familia. Aquel acto provocó que su llanto comenzara nuevamente. Por un impulso, la pequeña se abalanzó hacia su caballero, esto hizo que el niño se sorprendiera pero sin pensarlo dos veces le devolvió el gesto.

—¡Y...Ya nunca podré verla de nuevo!... Ellos... ellos nunca la quisieron... siempre la odiaron... yo era la única que la quería... era mi única amiga... ahora estoy sola... ¡Sola! —gritaba por momentos, sobre el pequeño pecho del niño.

—Shhhh tranquila... trata de calmarte un poco... —decía preocupado mientras acariciaba lentamente el cabello azulado de su princesa—. Ahora dime... ¿quién era ella?... —preguntó con gentileza, casi en un susurro, como si con el menor ruido fuerte la pequeña pudiera romperse; como si estuviera hecha de cristal y él tuviera que encargarse de que no se fuera a quebrar; como si él fuera el encargado de protegerla de cualquier cosa.

—Tikki... —pronunció casi inaudiblemente.

—¿Tikki? —preguntó para asegurarse si había logrado escuchar bien.

—Sí... mi hamster... nadie la quería... todos decían que se parecía a una rata, por eso no la querían... yo era la única que la apreciaba realmente, era mi única amiga... pero ya no podré estar con ella nunca más.

—Mi princesa... no tienes que decir eso... todos los seres que apreciamos nunca se van, por siempre vivirán en nuestros corazones, en nuestras memorias. Cada vez que la recuerdes, ella podrá vivir dentro de ti. Así que no tienes que ponerte mal por eso, piensa que a ella no le hubiera gustado verte así...

—Tikki siempre me animaba cuando estaba mal... ¿tú realmente crees lo que me dijiste?... —con una leve luz de esperanza.

—Claro que sí —con una cálida sonrisa.

—Gracias... —abrazándolo fuertemente, con el rastro de una sonrisa asomándose.

—Para eso estamos los caballeros, para poder proteger, consolar y animar a nuestras princesas.

Ya un poco mejor, la niña se dispuso a continuar con aquel juego. Siguieron así hasta que los rayos anaranjados del atardecer comenzaron a ocultarse en el horizonte y ambos tuvieron que marcharse a sus respectivos hogares no sin antes hacerse la promesa de que volverían ahí al día siguiente.

Las estaciones del año iban cambiando y una a una marcaban el paso del tiempo. Sin darse cuenta ya habían pasado 3 años desde aquel encuentro entre el caballero y su princesa, y ninguno de los jóvenes había roto aquella promesa que se habían hecho mutuamente.

—¡Marin! —llamó entusiasmada la de coletas, corriendo rápidamente hacia él para abrazarlo—. Por fin llegaste, mira te he hecho un regalo —con una gran sonrisa extiendió su mano dejando ver lo que llevaba.

—Hola Mari —la saludó devolviéndole con cariño el abrazo—. ¿Una... pulsera? —preguntó luego de ver lo que llevaba en la mano su querida amiga.

—Así es, pero no es una pulsera común y corriente, es una misanga.

—¿Misa qué?

—Mi-san-ga —riendo por la expresión de desconcierto de su amigo, pronunciando sílaba por sílaba para que él comprendiera—. Es una pulsera especial, si se rompe se te cumplirá un deseo —con una radiante sonrisa.

—¿Se me cumplirá un deseo? —a diferencia de Marinette, la sonrisa de Marin era más gentil, más dulce. Él no creía en esas cosas sobre los deseos, pero ver el rostro de felicidad de su princesa era más que suficiente para ponerse todas las pulseras del mundo. Además su querida Marinette la había hecho con sus manos sólo para él, no había forma de que se negara a usarla.

—Así es, pero no es sólo eso, dicen que si tú y la persona que quieres se colocan la misma podrán estar juntos para siempre... ¿P...Podemos usar la misma?... E...Es q...que realmente me gustaría estar al lado de mi caballero para siempre... —esto último lo dijo con la cabeza baja, sonrojada.

—Si ese es el deseo de mi princesa... —tomando la mano derecha de Marinette y besándola— estaré más que feliz de hacerlo —con una bella sonrisa dirigida sólo para ella. El rostro de la de coletas estaba teñido de un profundo rojo tan fuerte como el de un tomate.

—E...Entonces d...déjame ponértela —pronunció con dificultad y nerviosismo.

—Como ordene My Lady —extendiendo el brazo hacia ella.

—Ahora pide un deseo antes de que te lo sujete —más calmada— cuando la misanga se rompa con el tiempo, el deseo se cumplirá.

—De acuerdo —cerró los ojos y lo pidió mientras la azabache ataba la pulsera.

—Listo. ¿Y qué pediste?

—Es un se-cre-to —pronunciando sílaba por sílaba al igual que lo había hecho ella anteriormente, mientras colocaba su dedo índice en la nariz de Marinette. Esta hizo un pequeño puchero, acto que la mostró realmente muy tierna ante los ojos de Marin—. ¿Quieres que te coloque la tuya?

—Sí, por favor.

Una vez que ambos tuvieron puestas sus pulseras, se sentaron en el verde pasto. El día les sonreía a su favor, era tan bello como en el momento en que se conocieron.

—M...Marin... h...hay algo q...que me g...gustaría d...decirte... —comenzó a hablar torpemente, en sus mejillas podía distinguirse un profundo color carmín.

—¿Sí? ¿Qué sucede princesa?

—B...Bueno... la v...verdad es q...que... —la azabache estaba haciendo realmente un gran esfuerzo para poder decir aquellas palabras que hacía tiempo quería pronunciar—. Me... t...tú me... g...gus... tas...- en un susurro que el joven pudo escuchar. Él por su parte se había quedado paralizado, nunca imaginó que en verdad su dulce princesa pudiera pronunciar aquellas palabras que tanto había soñado escuchar. Lo único que pudo hacer en ese momento fue reír.

—¡¿P...Por qué te ríes?!

—Lo siento mi princesa —limpiándose una lágrima de su ojo— es que... —abalanzándose a ella con un cariñoso abrazo— es que tú también me gustas... —. Al escuchar aquellas palabras el alma de Marinette se llenó de alegría, finalmente su amado caballero y ella podrían ser algo más que amigos. Tal vez para el resto del mundo sólo fuera un simple romance de niños, pero para ellos era algo mucho más grande, algo que ni ellos mismos podían entender completamente. Pues el hilo rojo del destino había juntado a una nueva pareja otra vez.

Pero... a veces la vida puede llegar a ser muy cruel...

*************************

—Me pregunto... en dónde estarás ahora mi amado caballero... —habló para ella misma con profunda nostalgia, recordando aquel preciado tiempo, mirando hacia la distancia, en aquel mismo lugar donde habían confesado sus sentimientos. El tintineo de las estrellas del firmamento y el reflejo de la inmaculada luna en el pequeño arroyo no hicieron más que acrecentar la tristeza en su interior.

Hacía ya más de 7 años desde la última vez que lo vio. Lo último que supo de él es que tuvo que ir a un internado en Inglaterra y por ese motivo tuvieron que romper su noviazgo de dos años.

—Marinette, ¿en qué piensas?

—En otros tiempos Tikki... donde mi corazón tenía felicidad, en donde podía sentir lo que era en realidad la felicidad —suspirando largamente— en donde podía ser feliz...

—Marinette... —pronunció con profunda tristeza la criatura roja.

—Descuida Tikki, no tienes que ponerte así, no es tu culpa

—Lo que pasa es que no me gusta verte de esa forma...

—Está bien, trataré de cambiar mi expresión, ¿si? —sonriendo para su pequeña amiga—. Será mejor que nos marchemos.

Estaban dispuestas a irse hasta que algo completamente inesperado ocurrió.

—¿Marinette? ¿Eres tú? —al oír el sonido de aquella voz, la joven volteó a ver de quién era. Al hacerlo el cielo y el mar se encontraron nuevamente danzando juntos en un vals celestial— No puedo creerlo... realmente eres tú... —la radiante sonrisa que le dedicaba aquel joven la había petrificado— realmente te extrañé mucho... mi princesa...

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Como verán, la última parte de este fanfic, va antes de la última parte del anterior. Es como un pequeño enredo xD

Realmente esperamos que les guste y hasta pronto :sparkling_heart: :sparkling_heart: :sparkling_heart: :sparkling_heart: :sparkling_heart:

Mi querido tesoro (segunda parte) [Two-shot]-[C]✧゜゚°º。✧。º°゚゜✧゜゚°º。✧。º°゚゜✧゜゚°º。✧
[BC]Esta historia fue escrita por nuestra esc
Créditos a los autores de los fanarts
Mi querido tesoro (segunda parte) [Two-shot]-[C]✧゜゚°º。✧。º°゚゜✧゜゚°º。✧。º°゚゜✧゜゚°º。✧
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