.Missed in the Mist ~1~ (traducción al español)

Hola de nuevo, personitas :3

Esta vez es para dar mi participación en el #TraductorNoMásCliché presentando la primera historia.

:broken_heart: :sob: Les ruego que para la próxima el contenido a traducir sea menos extenso, ya que me tomó unas 9 horas traducir las dos historias :sob: :broken_heart:

:warning: EL SIGUIENTE CONTENIDO NO ES DE MI PROPIEDAD, YO SÓLO LO TRADUJE AL ESPAÑOL :warning:

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:heart: Comencemos :heart:

Sentía un hueco en su pecho. Un espacio en blanco, un vacío que sólo podía ser llenado con pedidos y demandas de queso. Nada más. Nada podría ocupar aquel espacio en el corazón de Adrien, que siempre estaría reservado para su kwami.

Como dice el dicho: Uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde. Y para Adrien, aquello le había sido arrancado. Se le fue arrebatado de una forma abrupta, justo como se le fue entregado.

La palabra "extrañar" no le hacía justicia los sentimientos de Adrien. Plagg había sido su fiel compañía, una fuente interminable de comentarios sacarcásticos. Él había estado con Adrien TODO el tiempo, cada segundo de aquellos 4 años que pasaron juntos.

Sin importar que estuviera flotando con pereza alrededor de la habitación de Adrien, o calentito resguardado dentro de la chaqueta del muchacho, Plagg había estado siempre ahí para él. En sus momentos de triunfo, y en sus horas más oscuras, la criatura gatuna lo había apoyado, dándole ocasionalmente inútiles consejos, como perlas de sabiduría que Adrien siempre apresiaría.

El kwami gruñón había sido el sostén de Adrien, su viga de soporte, y él a duras penas se dio cuenta cuando ya era demasiado tarde. Plagg era el único que conocía al verdadero Adrien Agreste. El único que pudo ver cuan frágil y roto estaba. Él podría engañar a todo el mundo, haciéndoles creer que era un perfecto modelo a seguir, a todos menos a Plagg.

Y ahora él ya no estaba, sólo como un picor constante en el pecho de Adrien. No importaba adónde mirase o hacia donde fuese, cada lugar estaba conectado a alguna memoria vivida junto a Plagg. Y era repetida sin parar en la cabeza del rubio, recordándole una y otra vez lo que había perdido. A quién había perdido.

No sólo a Plagg. Había perdido a su compañera, su amor, su Lady. La radiante y temeraria chica ya no era parte de su vida. Mientras que  la extrañaba terriblemente, su corazón y su alma anhelaban a su kwami. Nada podría compararse al profundo dolor enterrado en el pecho de Adrian cuando recordaba a aquel desafortunado gatito.

Y junto con Plagg, Adrien perdió su libertad. Perdió sus escapadas de medianoche y a los fans que lo adoraban. Pero lo más importante, su máscara. Con su máscara, Adrien podía ser quien quería ser y decir lo que quisiera sin ser regañado. Podía dejar ver al mundo entero quien era él en realidad. Y quizá hasta un poquito más que eso.

Adrien se desplomó sobre su cama, frustrado. Había sido poco menos de un mes desde que había entregado su anillo. Pero dolía como si todo hubiese pasado un día antes.

—Adrieeen. Tengo hambre.

—Plagg, tú siempre tienes hambre.

El kwami se posó encima del hombro de Adrien, sus pequeños ojos lloriqueaban. Adrien no se dio cuenta, tenía la mirada fija en su tarea de química. Plagg flotó vagamente, tirando de un mechón rubio, antes de caer desplomado al hombro de su portador.

—Pero NECESITO queso, tú no lo entiendes. Podría morir por falta de-

Plagg paró en seco, dejando su oración inconclusa perderse en el aire sobre ellos.

Adrien observó a la criatura posada en su hombro, sosteniendo aún el lapiz.

Una profunda mirada de concentración se situó sobre las pequeñas facciones de Plagg. Frunciendo, la cristalina mirada de sus ojos verdes se fijó en algo inexistente, en algún punto del suelo. Adrien acababa de abrir su boca justo cuando Plagg habló.

—Es Wayzz. Dice que el Gran Guardían quiere vernos.

La memoria bañó a Adrien como una ola salpicante, antes de hundirse en la arena y volver al oceano. Era sólo cuestión de tiempo antes de que la siguiente lo arrasara y lo recubriera con un ardor salado, y un fresco alivio.

El deprimido chico miró al techo, impotente. Había estado sentado de esa manera por semanas, sin nada que hacer más que ver cómo el polvo se acumulaba en las esquinas del dormitorio. Ser un superhéroe le había quitado un montón de su tiempo, y siempre le había sido difícil de manejar. Pero ahora sin esa responsabilidad, Adrien descubrió que tenía muchísimo tiempo libre. No tenía idea de lo que podría hacer, a excepción de navegar por el Ladyblog y recordar los alegres días cuando aún tenía a su compañera y a su kwami perezoso a su lado.

Adrien cerró los ojos con cansancio, harto de no hacer nada en todo el interminable tiempo que tenía. Su mirada se dirigió a la caja, la caja que le había cambiado la vida a mejor. Intricados patrones rojos estaban gravados a lo largo de los lados, y sin más, otra ola engulló. Subitamente había regresado a aquella habitación, en ése innolvidable día...

Los brillantes ojos de Adrien se cruzaron con la sabia mirada gris del hombre, que se encontraba frente a él. No podía tener más de 50, Adrien supuso. Sus fuertes facciones plasmaban una gentil pero servera expresión.

—Hola Chat Noir, es un placer conocerte —dijo con calidez, sus ojos brillaban con un sonrisa.

Adrien inhaló profundamente, era la primera vez que alguien lo llamaba como su alter-ego estando en su forma civil.

—H-hola, señor —. Adrien tragó saliva, pero amablemente contestó el saludo.

—Tú no lo sabrás pero, mi tío, el antigüo Guardián de los Miraculous, acaba de fallecer.— Había una pizca de tristeza y dolor en sus fríos ojos. Carraspeó antes de seguir.— Me ha elegido para continuar con su legado y ser el nuevo Guardián.

—Lo lamento, señor —Adrien dijo en voz baja, presionando su pie contra el suelo. Él sabía lo que se sentía, tener a alguien amado y que subitamente sea alejado.

Hubo un momento de silencio, ambos hombre y chico compartieron una sonrisa triste. Se fue demasiado pronto, y el nuevo Guardián había llegado para continuar

—Mi tío fue un gran hombre, y por supuesto, escogió a grandes personas en las cuales confiar los Miraculous más poderosos. Personas que se volvieron grandes héroes.

El Guardían pausó y mantuvo una mirada indescifrable.

—Pero sin un supervillano, no hay necesidad de un superhéroe.

Finalmente habían vencido a Hawk Moth no hace mucho, después de 3 años de peleas y batallas interminables. Fue una dulce victoria para ambos superhéroes y su ciudad. Pero ahora, mientras que Ladybug y Chat Noir patrullaban las calles de la ciudad protegiéndola de crímines comunes, la Policia empezaba a molestarse. Empezaban a verlos como simples ciudadanos detrás de una máscara, buscando hacer justicia con sus propias manos. Sin un supervillano, el Guardián estaba en lo cierto. No tenían propósito.

Pero Adrien no quizo creerlo.

El Guardián notó que los hombro de Adrien empezaban a subirse en modo de defenza. Él trató de calmarlo con una sonrisa comprensiva.

—Es difícil, sí pero, debes entender, si mayor es el tiempo que un portador tiene un miraculous, hay mayor probabilidad de que sea robado o usado para fines malvados. Siendo utilizados sin un propósito específico, el precio que implica tenerlos sobrepasa a su beneficio.

El Guardián caminó hacia lo que lucía ser una versión grande de la caja de Adrien. Después de darle la espalda a Adrien y manipular la caja por unos segundos, se dio la vuelta para revelarla ya abierta.

La primera cosa que Adrien notó fueron los aretes. Los aretes de Ladybug. Descansaban perfectamente en su lugar, encima del símbolo del yin-yang grabado dentro de la caja.

El Guardián notó la mirada fija de Adrien y contestó antes de que siquiera se lo preguntara.

—Sí, ella ya ha regresado su Miraculous.

Plagg salió desde detrás de Adrien, donde había estado oculto flotando durante toda la conversación. Sus ojos verdes, a juego con los de su elegido, estaban cubiertos de lágrimas. Miles de palabras se cruzaron entre ambos, uno lleno de tristeza habiendo pasado por aquello antes, el otro no entendiendo por completo el dolor.

—Ha sido un placer servirle, Maestro Agreste. —La grave voz de Plagg se tensaba mientras hablaba.

El Guardián hizo un gesto con la cabeza, apurándolo.

Sin apartar la mirada de la de su kwami, Adrien de mala gana se quitaba su anillo de plata con su otra mano, aun sin comprender la magnitud de la situación. Lo deslizó tan lentamente como pudo. Plagg inclinó su cabeza mientras levitaba frente a él. Adrien casi echó a llorar cuando el anillo dejó su dedo por completo, y Plagg desapareció en un destello de chispas verdes.

Los sentimientos de pérdida y desesperanza que plagaron a Adrien por meses regresaron en el preciso instante en el que dejó el descructivo, anillo negro dentro de la caja.

Adrien apoyó su espalda en su silla y cerró los ojos, tratando de olvidar. El dolor que venía con perder su Miraculous era como nada que había sentido antes, casi inllevable. No era una punzanda afilida o dolor físico que vienen con una herida. Ni del tipo que le dejaba un permanente mal sabor de boca, por el comportamiento de su padre. Tampoco era dolor que lo enojaba, que empezaba como fuego y con el tiempo se enfriaba hasta dejar un ardor, como el que provocó la desaparición de su madre. No, este dolor era una tóxica mezcla de aquellas tres.

No ayudaba el hecho de que no podía compartir su secreto con nadie ¡No le podía contar a nadie, sin importar si él quisiera o no! Y si pudiera, no habría forma de que alguien entendiera. Nadie lo haría. A excepción de una persona.

Y era imposible para él encontrarla. Estaba seguro que de todas formas, ella no querría hablar con él.

Pero si hubiera una forma...

Adrien dio un grave suspiro, y clickeó el Ladyblog por enésima vez ese día. Se sintió algo mal por Alya, dejaría su trabajo muy pronto, sin tener más cosas que bloggear acerca de superhéroes. Los lectores ya estaban empezando a cansarse de las viejas fotos y blogs teorizando en la desaparación de Ladybug y Chat Noir. Alya tendría que hacer algo más con todo su tiempo libre, pronto.

Neh.

Negó con la cabeza y sonrió, estaba subestimando a la corajuda chica de su mejor amigo. Ella tenía talento, y sin dudas encontraría una forma de quedarse en la prensa rosa.

Estaba desplazando la pantalla llena de comentarios sobre el último post, cuando se pasmó.

Quizá Ladybug no había estado tan al pendiente del Ladyblog como él cuando aún eran superhéores; pero no habían dudas de que ahora sí. Él sabía que ella era fuerte, pero estaba seguro de que haber perdido su Miraculous le había surtido un efecto similar.

Era un apuesta arriesgada pero, cualquier cosa era mejor que estar deprimiéndose en soledad. Adrien recordó que ella también estaba sin su máscara. Si se las apañaba para arla por medio del Ladyblog, talvez ella no lo querría ver, porque eso significaba reverlar su identidad.

Así que no solo sería pura suerte si ella leía los comentarios en el Ladyblog, quizás ella no quisiera volverlo a ver. Esas eran excelentes probabilidades.

Adrien tronó sus dedos y comenzó su trabajo. Por primera vez en un tiempo, parte del brillo en sus ojos regresó.

Mi Lady,

Podemos superar esto, justo como cualquier otra batalla que tuvimos. Pero, justo como cualquier otra batalla, sólo podemos hacerlo juntos. Por favor.

Mañana, hora de patrulla, donde nos encontramos por primera vez.

Tu caballero de cuero brillante.

Adrien se apoyó de nuevo en su silla, impresionado con su trabajo. Un esperanzador click después y su mensaje estaba a la vista del mundo. Y con suerte eso incluiría a Ladybug.

Sabía que no era bueno esperar mucho. Las posiblidades de que ella leyera eso y que se presentara, eran increiblemente escasas. Pero se aferró a ese hilo de esperanza con firmeza, antes de que la perdiera por completo. Era todo lo que tenía.

~~~

El otro día, al anochecer...

Adrien aguantó impaciente bajo la tenue luz de la farola. Estaba solo, algo a lo que aún no se acostumbraba por completo. El recuerdo de Plagg lo punzó otra vez, dejando su corazón lastimado.

Él no sabía ni siquiera porqué había ido. Había un 99.9999% de probabilidades de que ella no fuera. Supuso que aquel 0.0001% lo había obligado a no tirar la toalla y aventurarse en el frío.

Se frotó sus heladas manos mientras que por la boca echaba vapor. Advirtió que quizá estaría allí toda la noche, sin importar lo mucho que intentara convencerse a sí mismo para irse.

Y esperó. Por horas se sentó apoyado a la farola, añorando y rezando. Eventualmente, la pequeña esperanza quedó reducida a nada.

Se reusó a quedarse sentado sin hacer nada y se abalanzó hacia el frío que había ya entumecido su cuerpo.

Se levantó y empezó la gran caminata de vuelta a casa. Sin criaturas mágicas que le dieran una pata.

Ya había pasado la media noche. Las calles de la Ciudad del Amor estaban tenebrosamente calmadas. Ni un silvido del viento se escuchaba, mientras que la humeda y fría neblina se iba acercando lentamente.

Adrien temblando en extremo, continuaba su agotador y costante caminar.

Sin darse cuenta que había estado esperando en la farola incorrecta en la oscura niebla. Sin saber que ella había ido a verlo después de haber debatido por mucho tiempo. Sin entender que ella sentía el mismo dolor que él sentía, sin su amado kwami. Sin ver su fría y pequeña figura apoyada en la farola en la que ella esperó por horas, tan sólo a una calle de distancia.

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Adiuh~