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ONE SHOT:Plaggstilzchen-#TeamsWar2||Team Muffin

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Holi pequeños muffins

Sean bienvenidos a una nueva historia del #TeamsWar2

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♬-Índice

╎1.0 ¿Qué historia elegimos?

╎2.0 El one-shot

╎3.0 Despedida

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♬-¿Qué historia elegimos?

De seguro conocen de sobra a los famosos Jacob y Wilhelm Grimm, o, también conocidos como “Los Hermanos Grimm”. Estos dos escritores del siglo XIX crearon una gran infinidad de historias fantásticas y maravillosas. Algunas conocidas, tales como “El sastrecillo valiente” u otras no tan conocidas, como ”El mayal del cielo”. Y, contando con alrededor de 214 cuentos y fabulas (los contamos xd) nos quedamos con uno bastante curioso titulado “La hija del molinero” o también conocido como “Rumpelstilzchen”.

⚄Nota de la autora: antes de que comiencen a sacar locas especulaciones, nuestra querida protagonista es la versión gender (sexo opuesto) de Nathaniel Kurtzberg, y, el codicioso rey será la versión gender de Chloé Bourgeois. Se los remarco porque a mis compañeros les costó reconocer a los personajes a pesar de todas las pistas que fui dejando en la historia jaja.

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♬-El one-shot

En un pueblito, cerca de la frontera, se encontraba un pobre molinero. Casi no tenía riquezas y lo poco que elaboraba, generalmente, paraba para la boca de su familia. Un día el Rey le hizo una visita a este hombre, con la falsa intención de conocer el proceso laboral de su reino —la verdad, no era de su interés, pero de alguna forma debía parecer un buen heredero al trono—.

El hombre sin dudarlo dos veces intentó estafar al soberano:

—Mi hija es tan lista que puede hilar paja y convertirla en oro.

—Entonces, si tu hija es tan lista como dices, tráela al palacio.

Ni bien llegó al castillo, la condujeron a una gran habitación, en la cual abundaban colchones de paja y canillas pequeñas. Y, en el centro del cuarto, descansaba una vieja rueca de madera lista para ser usada.

—Tienes hasta la mañana siguiente, si no conviertes toda esta paja en oro morirás.

Dicho esto, se retiró.

La jovencita tomó asiento en el pequeño taburete de madera que estaba junto a la rueca. No dejó de contemplar la habitación con temor, como si estuviera viendo cientos de cadáveres ensangrentados. Con el corazón en la garganta comenzó a llorar y llorar. Sabía que llorar no solucionaría nada, pero no había forma de arreglarlo, ella no sabía convertir paja en oro y ese sería su final.

Escuchó un suave tintineo y sus lágrimas dejaron de caer. Miró a su alrededor buscando el paradero del sonido, pero nada. Nada, hasta que, frente a sus celestes ojos se encontró a un pequeño ser; era tan pequeñito que entraba en su palma fácilmente, su color era negro brillante y usaba una cómica ropa negra de duende, la cual, tenía un cascabel en su cuello.

—No llores niña, que yo he llegado aquí. Dime, ¿qué puedo hacer por ti?

Con voz temblorosa, la chica pelirroja narraba los hechos de manera rápida y poco entendibles para cualquier ser humano, pero, perfecto español para la criatura.

—No te preocupes, yo te ayudaré. Pero, mi gentileza no es gratis, así que algo te pediré.

—T-tengo unos pe-pendientes de rubí rojo.

Ciertamente los tenía. Pertenecían a su madre y eran muy valiosos para la chica Kurtzberg. Se los dio al enanillo y dejó que él se encargara del resto.

A la mañana siguiente, el Rey quedó fascinado al ver la habitación resplandeciendo. La niña ciertamente podía hilar paja y convertirla en oro, pero, no iba a dejar que un don como este sea desaprovechado. Llenado de codicia y deseo por el dinero, llevó a la muchacha a una habitación mucho más grande, también, repleta de paja y canillas.

—Ya lo sabes, si para mañana no conviertes esta paja en oro morirás.

Quedó nuevamente sola.

Se dispuso a llorar, lo de la noche anterior fue sólo un golpe de suerte. No había manera que aquel pequeño duende negro se le volviera a aparecer. Nuevamente escuchó un suave tintineo y la criatura apareció ante sus ojos.

—¿Qué acaso no te he dicho que dejes de llorar? Seca esas lágrimas que te he venido a ayudar. Y recuerda, no es gratis este favor, así que lo que tengas entrégamelo.

—Te puedo ofrecer este anillo negro con una huella de gato hecha de jade.

—Acepto el trato, ahora vete para así me marcho.

Y, otra vez el bicho volador había hecho "magia".

El Rey Bourgeois quedó maravillado al ver todas las canillas llenas de relucientes hilos dorados, pero aún quería más.

Llevó a la chica a una habitación tan grande que parecía casi inexistente, donde la paja y las canillas se estrujaban contra el techo.

—Si para la mañana logras hilar toda esta paja y convertirla en oro, te casarás conmigo y serás reina. De lo contrario, ya sabes el final.

Y se marchó.

La jovencita se sentó impaciente en el taburete a la espera del enanillo negro. Y, ciertamente la espera valió la pena.

—¿Qué me darás en esta ocasión?

—Lo siento, no tengo nada más para darte.

El pequeño intento de duende se puso a pensar unos instantes.

—Hagamos así: una vez que el puesto de reina ocuparás, tu primer hijo me entregarás.

¿Un hijo? Siquiera sabía si iba a salir viva para la mañana siguiente, por lo que aceptó rotundamente la propuesta. La criatura se puso manos a la obra.

Y, ciertamente, la promesa del Rey se volvió realidad. A los pocos meses de aquella mañana, ambos jóvenes se casaron, dando así el inicio de una nueva monarca.

Al año siguiente, la Reina dio a luz un bello niño de cabellera rubia el cual fue proclamado futuro heredero al trono. Y, al ser obvio, la Reina ya se había olvidado de su antiguo trato con el enanillo negro, pero, éste no lo hizo. Esperó hasta una noche de invierno para aparecerse ante la mujer y su crío.

—Buenas noches, Su Majestad. Espero no estar molestando, pues un favor he venido a cobrar. Al niño me llevaré y nuestro trato sellaré.

—¡No, por favor! ¡No te lo lleves!

La criatura se puso a meditar unos instantes antes de dar a conocer su veredicto.

—De acuerdo, tres días, Su Majestad. Tiene ese tiempo para mi nombre averiguar.

Y se fue sin dejar rastro.

Sin pensarlo dos veces, la joven Reina envió a todos sus mensajeros a por todo el reino, con la intención de juntar la mayor cantidad de nombres posibles.

La noche cayó.

—¿Mi nombre has podido adivinar?

—¿Te llamas Eustaquio?

—No, Majestad.

—¿Te llamas Dairen?

—No, Majestad.

Y así pasó la noche; la Reina preguntándole por los nombres más raros que los mensajeros pudieron encontrar y el enanillo negro respondiendo “No, Majestad”.

La actividad tampoco cambió el día siguiente, y la Reina comenzaba a ponerse de los nervios ante cada nombre fallido. No iba a perder a su bebé bajo ningún término, eso estaba más que claro. Pero, ella sabía bien lo que había hecho, por lo que si llegaba a fallar sería completamente culpa suya, y eso la fastidiaba más.

En el último día del plazo, un mensajero oyó una irritante canción en camino al palacio. Se escondió entre los arbusto y contempló a una pequeña criatura voladora de negro brillante cual cielo despejado y se concentró en escuchar atento a lo que cantaba:

“Hoy hago pan, mañana cerveza, y pasado me traigo al hijo del amo. ¡Qué bien! ¡Nadie tiene en la cabeza que...!”

Crujido de una ramita, el mensajero la había pisado erróneamente en un intento por escuchar mejor. El pequeño duende se acercó al hombre robusto y le clavó su verdosa mirada.

—Así que... un mensajero seguro has de ser. No te asustes, pues daño no te haré, pero, dile a Su Majestad que su jugada tiene que mejorar si mi nombre intenta adivinar.

Entre en pánico y el terror el mensajero huyó del campamento improvisado, con la idea de llegar hasta la Reina y comentarle lo sucedido, pero, con la mala noticia de no haber conseguido ninguna información valiosa acerca del nombre del enanillo.

El tercer día estaba a punto de llegar a su fin.

La ventana de la habitación se abrió de golpe gracias a una ráfaga de viento imprevista. Y, de manera dramática, el enanillo irrumpió en el cuarto del bebé.

—¿Te llamas Cónduro?

—No, Majestad.

—¿Te llamas Edmundo?

—No, Majestad.

Los minutos fueron pasando y los nombres se agotaron hasta no quedar ni uno. La Reina comenzó a llorar al mismo tiempo que la criatura intentaba cargar al crío —puesto a que media un poco más que la mano del bebé, pero vaya fuerza que tenía—.

—Lo lamento, Majestad, pero sepa que en buenas manos está.

—¿Po-podrías al me-menos decirme tu nombre?

Apenas podía hablar con la respiración entrecortada.

—Usted como un forastero me ve... ¡Pero le aseguro que para el resto del bosque Plaggstilkchen siempre seré!

Y nunca más se supo del enanillo negro.

Y colorín colorado, este cuento ha acabado

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♬-Despedida

Ojalá les haya gustado esta historia. No se olviden de darle like, comentar y seguir a la cuenta del Team para más blogs de este tipo.

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Créditos:

Escritora: Loki

Redacción del blog: Loki

Corrección: Anael Sakamaki

Autores originales (incluyendo la canción): Los Hermanos Grimm.

Tpl: Anael Sakamaki

Fondo: Ari_Agreste

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beio <3   no sería agr3ste envés de Bourgeois?

Jeje

Pero igual

Beioo!

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0 Reply 03/10/18
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