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❝ SkyCrew: Las crónicas de Amino ❞ | Parte O1

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⌇‧₊˚❛ NO QUIERO VOLAR SOLO.₊

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- ̗̀ ❨ ¿Qᴜᴇ́ ᴛᴀʟ ᴄɪᴜᴅᴀᴅᴀɴᴏs?❩   ̖́-

Aquí Majesteux reportando desde la base de los SkyCrew.

Salvar a la ciudad de Amino nunca fue nada fácil, y como todo superhéroe, tuvimos un origen y un primer encuentro; cada misión nos ha hecho mejorar, y hemos logrado formar este gran equipo que somos. Por esta razón, el día de hoy les traemos un blog muy especial, ¡la historia de los SkyCrew!

Así que prepárense, porque se acerca mucha acción y suspenso en este largo vuelo...

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Nunca se supo si fue cosa del destino o un simple fruto de la casualidad; pero el día en el que el prodigio del buitre reapareció, los cielos arrojaron sobre Amino la peor tormenta a la que se había enfrentado nunca la ciudad.

Desde lo alto del viejo faro donde vivía, el maestro Aer observaba la inminente catástrofe. Allá abajo, las coloridas avenidas sufrían en silencio la crueldad del aguacero y los pocos peatones que quedaban luchaban por resguardarse como podían del vendaval. Las puertas y ventanas estaban cerradas a cal y canto y la ciudad esperaba temerosa al fin de aquella tempestad. Si tan solo supieran que lo peor estaba aún por venir.

En medio de la lluvia y las centellas, su rostro severo quedaba levemente iluminado por el resplandor rojizo de una pipa que agonizaba bajo el viento incesante. Él era uno de los pocos que recordaba los días en que aquella ciudad estuvo apunto de perecer bajo las sombras, varios años atrás. Entonces habían podido solucionar el problema sin que la población llegara a percatarse del peligro que habían corrido sus vidas. Esta vez no tendrían tanta suerte.

Como si fuera inmune a la lluvia que lo empapaba o a los latigazos repentinos del aire sobre su piel, el maestro meditaba apoyado en la endeble barandilla. Por fuera lucía sereno, pero interiormente se sentía impotente y aterrado. Había llegado la hora de que la vida lo pusiera a prueba una vez más; y si esos críos fallaban esta noche... habría que añadir la palabra “mentor” a la extensa lista de fracasos que había acumulado a lo largo del tiempo. Después de perder lo que le pareció una eternidad intentando hacer funcionar el mechero, se rindió con el tabaco, lo dejó sobre el marco de la ventana y se dirigió hacia el interior de su morada.

—El destino no se ha puesto de nuestra parte —sentenció mientras hacía su entrada en el salón donde aguardaban sus discípulos—. Soy consciente de que la mayoría de vosotros apenas habéis tenido unas pocas semanas para entrenar, de que muchos solo habéis intercambiado un par de palabras en este tiempo y de que nunca habéis trabajado todos juntos como equipo.

Seis pares de ojos lo observaban inquietos. En cada rostro relucía una emoción diferente. El maestro escrutó a cada uno de ellos y encontró realidades muy distintas. Vio miedo, preocupación e inseguridad; pero también impaciencia, excitación y la inconfundible mirada de aquellos que han nacido para ser héroes.

—A partir de esta noche no habrá vuelta atrás —continuó mientras empezaba a juguetear con la manivela de una gran caja de música que descansaba sobre el escritorio—, así que si alguno tiene dudas o cree que no será capaz… será mejor que abandone antes de que sea demasiado tarde.

Una melodía metálica emanó desde algún lugar dentro del pequeño cofre, mientras los engranajes de la caja desplegaban una larga serie de cajones ocultos en la estructura. En su interior, los prodigios del aire aguardaban a sus nuevos propietarios.

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La ciudad de Amino estaba en crisis. El pánico se extendía como una chispa en un mar de pólvora, alimentando el caos y convirtiendo aquella metrópolis en un pandemónium de muchedumbres desesperadas que corrían de un lado a otro en un intento por salvar sus vidas.

La tormenta rugía cada vez con mayor intensidad, pero para los habitantes de Amino aquello era el menor de sus problemas. Desde hacía un par de horas los cielos parecían decididos a  infestar la ciudad con un ejército de infelices engendros alados, que rápidamente se ganaron el nombre de ‘Harpías’. Se trataba de seres despiadados, cuyo único propósito aparentaba ser la destrucción y el caos. Parecía imposible que algo así pudiera acontecer fuera de los libros… Pero mientras una sombra alada sobrevolaba Highlights Street, ninguno de los espectadores que la observaban desde abajo osó creer que su mirada depredadora y sus garras extendidas fueran producto de una simple pesadilla.

La bestia observaba a los peatones con una expresión que parecía deseosa de iniciar una masacre. Los civiles, espantados, huyeron calle abajo; entre gritos y llanto, los habitantes de Amino corrían, esquivaban, se escondían y tropezaban sobre el asfalto empapado. Sobre ellos se extendían la tempestad y sus diablos alados; a su alrededor unos edificios que se desmoronaban como si fueran castillos de naipes. Cualquiera que hubiera visto ese panorama habría pensado que estaba ante una fiel representación de infierno.

Una mujer desgarró su garganta al filo del nombre de su hija. Lo repitió una y otra vez mientras la buscaba, inmóvil entre la multitud de rostros que amenazaban con arrollarla. Lo repitió hasta quedarse ronca, mientras su rostro se iba desfigurando en una encarnación perfecta de desesperación. Dos hombres la sostenían por los hombros y la arrastraban lejos del peligro mientras ella forcejeaba. Luchando por hacerse oír por encima del aullido del viento, le gritaron miles de promesas de seguridad y reencuentros con su hija en un intento desesperado por traerla de vuelta;  pero ella apenas los escuchó, tenía el alma demasiado desgarrada para retornar a sus casillas. Era demasiado madre.

Sola en mitad de la calle, a merced del viento y de la lluvia, una niña lloraba mientras trataba de liberar su pierna izquierda de una pila de escombros. Los ojos despiadados de la arpía brillaron de excitación al localizarla y, con una sonrisa asesina pintada en el rostro, redirigió su trayectoria en dirección a la pequeña. Un grito animal, surgido de las profundidades de su madre, pareció sellar la sentencia de aquella criatura a ojos de la multitud. Algunos apartaron la mirada, para que la terrible escena no quedara grabada en su memoria; otros, tal vez morbosos, quizás valientes, mantuvieron los ojos bien abiertos y se prepararon para cargar durante el resto de sus vidas con la crudeza del acontecimiento.

Afortunadamente, la masacre nunca tendría la oportunidad de adueñarse de Highlights Street. Apenas había tenido tiempo de asomarse la muerte por las llorosas pupilas de la pequeña, cuando una radiante flecha cortó los vientos para acabar atravesando las plumas de la siniestra arpía.

Todos alzaron los ojos hacia el cielo, donde la altiva figura de una arquera alada se mantenía a flote entre el vendaval, agitando tan perezosamente sus grandes alas, que hacía las terribles ráfagas lucir como la más gentil brisa de verano .

—¡Toma tu merecido, estúpida escuincla! —Exclamó sonriente mientras la envolvían los vítores de los ciudadanos— ¡No se preocupen! ¡Mientras Majestueux esté aquí no hay nada que temer!

Y los aplausos y gritos inundaron la calle, llegando a competir con el retumbar de los truenos. El terror fue transformándose en esperanzas mientras la multitud observaba a la mujer águila que había descendido hasta ellos como si fuera un ángel guardián. Ella los observó desde las alturas, su expresión era fiera y valerosa y sus alas espantaban a la tormenta con cada batir de plumas. Se mantenía orgullosa y brillante en los infiernos, como un salvador divino en mitad de la conmoción.

Estaba disfrutando de su momento de gloria, hasta que una voz tierna y juvenil  la hizo bajarse de su nube cuando se alzó entre los vítores para reprocharle.

—¡¿Y qué hay de la niña?! —Una muchacha menuda se abrió paso entre la multitud para saltar hacia la pila de escombros— ¡¿Qué no ves que la pobre sigue ahí botada?!

Al lado de la audacia de Majestueux, el extravagante atuendo y las diminutas y esponjosas plumas de la joven habían pasado desapercibidos. Se la veía tan pequeña y nerviosa, que más de uno tuvo que frotarse los ojos cuando vio cómo sus delicadas manos alzaban sin esfuerzo los escombros más pesados.

—¿Estás bien pequeña? ¿Has pasado mucho miedo? —Preguntó con gentileza mientras la levantaba con sumo cuidado— ¡Ay! Esa cosa en tu tobillo se ve tan dolorosa… —la niña se aferró a ella con ojos llorosos, buscando seguridad en la mirada serena y cálida de aquella extraña— ¡No te preocupes! —Exclamó sonriente mientras dejaba caer un beso suave sobre la magullada mejilla de la niña—. Ahora que he llegado el dolor huirá de aquí muerto de miedo ¡Me encargaré de que estés curada en un periquete!

Las mandíbulas de la audiencia terminaron de desencajarse por completo cuando la vieron tomar una pequeña botellita de cristal que tenía atada a su cintura y verter unas gotas sobre el tobillo de la niña. Durante unos segundos el cuerpo de la criatura emitió una leve luz, y para cuando esta se apagó ya no quedaba ni rastro de la herida.

Los murmullos tomaron posesión de las calles. Ajenos a la tormenta, unos hablaban de religión mientras otros replicaban teorías sobre Aliens. Cada cual tenía su explicación de los hechos, pero todos coincidían en que al fin había surgido una promesa de esperanza.

Majestueux chasqueó la lengua mientras rodaba los ojos desde el aire.

—¿Quién está alardeando ahora, Ducky?

Cuando los rostros sonrientes se alzaron para contemplar a su ángel de nuevo, las sonrisas dieron paso al terror una vez más. Tenían la mirada clavada en algún lugar del cielo que, claramente, no era la ubicación de la arquera alada.

Ducky fue la primera en percatarse del cambio de expresión. Siguió la dirección de sus miradas y pronto su rostro reflejó el mismo horror que el de los ciudadanos. Intentó formular un grito; pero las palabras salieron a borbotones de sus labios, formando un alarido desordenado e imposible de descifrar.

—¡Maje-! ¡Ha-! ¡AH!

Majestueux volvió la cabeza hacia la dirección que señalaba. Justo a tiempo para ver cómo la silueta de una arpía se recortaba contra la luz de una centella. Volaba en su dirección, lucía una sonrisa asesina… y estaba peligrosamente cerca. La arquera supo que no iba a tener tiempo de reaccionar, así que se limitó a cubrir sus puntos débiles como podía y prepararse para el impacto. Cerró los ojos tan fuerte como sus párpados se lo permitieron y recordó esas enormes garras negras. ¿Cómo se sentiría la piel al ser desgarrada por eso?

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Para su sorpresa, el ataque de la arpía nunca llegó.

—¡Una menos! —El repentino estallido de aquella voz tan próximo a ella le hizo dar un respingo; abrió los ojos justo a tiempo de ver a una misteriosa silueta caer sobre la espalda de la arpía, justo cuando aquellas garras estaban a pocos centímetros de ella—. No se preocupe, su Majestad, los ataques sorpresa no suponen ningún problema para mí.

—¡Museion! —Chilló la arquera. Nunca se había alegrado tanto de ver esa afable sonrisa—. Te aseguro que estaba empezando a ver la vida desfilar ante mis ojos.

La recién llegada sonrió orgullosa, al tiempo que sus ojos vivaces escrutaban la escena desde detrás de sus extraños anteojos.

—¿Las dejé sin palabras? ¡Pues no hay tiempo para quedarse mirando! —Exclamó mientras sacaba un libro desde algún lugar oculto tras su capa. Logró abrirlo y acomodarlo con un solo gesto de muñeca y, tras lamer con delicadeza uno de sus dedos, empezó a pasar páginas— ¡Aquí está! ¡Majesteux! —Exclamó sin apartar la mirada del libro—. Vienen dos por el norte. Y Ducky, será mejor evacuar a los civiles de esta área, se acercan unos fuertes tifones —examinó el grupo que se hacinaba a su alrededor con aire crítico, mientras jugueteaba despreocupadamente con la trenza que recogía su cabello—. No serán un problema para nosotras, pero no podemos someterlos a ellos al riesgo.

—¿Y tú qué harás? ¿Te quedarás leyendo? —Preguntó mordaz Majesteux desde su lugar en el aire.

Por toda respuesta, Museión se limitó a bufar mientras replicaba a su mirada elevando una ceja con expresión sarcástica. En sus brazos el libro se dejaba besar por la lluvia como si su papel estuviera impermeabilizado; en su interior, las letras parecían aparecer y transformarse por voluntad propia. La página abierta ante el público parecía cambiar a cada rato.

—Lo haces sonar como si estuviese holgazaneando —soltó sonriente mientras limpiaba con la mano un montículo de escombros y se apresuraba a tomar asiento—. Yo lo llamaría “hacer guardia”. Si tú tienes un libro que te cuente el futuro en alguna parte, ¡adelante! Sácalo y toma mi puesto.

Majestueux tenía una réplica mordisqueándole en los labios, pero un chillido inhumano proveniente del norte le indicó que las arpías señaladas por su compañera habían llegado. Bufó, más tarde la atraparía para seguir discutiendo aquel asunto.

Con un poderoso batir de alas, la mujer águila arremetió contra sus oponentes, arreglándoselas para obtener una victoria a pesar de la diferencia numérica. En tierra, Ducky empezó a organizar a los civiles para dar comienzo al proceso de evacuación. De vez en cuando alternaba breves vistazos hacia sus compañeras; Museion, sentada entre los escombros, escudriñaba su libro con expresión calmada mientras la arquera forcejeaba con las arpías bajo la tormenta. En uno de sus vistazos al campo de batalla, Ducky vió algo que le heló la sangre.

—M-Museion… —soltó con nerviosismo, mientras con su dedo señalaba tembloroso un punto en la distancia— ¿Q-qué hay de esas…?

—No te preocupes por las arpías, Ducky —replicó sin alzar la vista de las misteriosas páginas de su libro—. Si no las menciono es porque no representan un problema.

Ducky, que iba palideciendo por momentos, quiso replicarle. Pero sus palabras quedaron enterradas bajo la abrupta pregunta de la otra heroína.

—¿Tienes idea de a qué puede aludir un “giro del destino que araña desde los cielos”? —Con el ceño fruncido, la propietaria del prodigio de la lechuza pasaba y repasaba continuamente las páginas de su libro—. Parece que va a ser algo importante… ¿tal vez esté hablando de Grim Reaper? La cita podría encajar con ella pero.... no, no creo que sea nuestra Grim… esto suena como si fuera algo…

Ducky apenas la escuchaba. Toda su persona estaba concentrada en aquel punto distante en el cielo.

—¿E-e-estás segura? Museion, son muchísimas… —insistió Ducky, despavorida—. No vamos a poder con tantas…

Mientras su pequeña compañera caía presa de la angustia, Museion permaneció impasible y concentrada en su lectura. La forma en la que sus grandes ojos escarbaban en el significado de cada cambio y cada palabra la hizo parecer una auténtica lechuza. Aunque… tampoco es que estuviera demasiado lejos de serlo.

—¿M-Museion? ¡Están muy cerca! —Insistió una vez más Ducky, que a cada segundo estaba más alterada.

Majestueux ya tenía suficiente trabajo con su batalla en los cielos para preocuparse por lo que les pasaba a los de tierra. Pero, en algún punto, los brutales vientos que la asediaban lograron traerle un fragmento de la conversación. Entre carga y descarga de su arco trató de buscar aquello que había alterado tanto a su compañera; conocía a Ducky desde hacía muy poco… pero había mantenido el suficiente o para saber que no era tan asustadiza ni frágil como sugería su apariencia. Fuera lo que fuera lo que la había puesto así, tenía que ser algo grave. Con un derechazo contundente mandó a la última de las arpías fuera del ring y se apresuró a seguir la dirección que la portadora del pato señalaba. Cuando al fin descubrió qué era lo que causaba su espanto sintió que le fallaban las alas del susto.

Eran unas cuatro… no, cinco… ¡no! ¡Más de siete arpías! Que surcaban los cielos repletos de truenos y relámpagos en dirección a ellas. Sus ojos se abrieron como platos mientras su quijada caía dejando su boca abierta, y, como si se hubieran dado cuenta de ello, siete sonrisas maquiavélicas se abrieron paso entre unos labios resecos.

—¡¿Que no representan un problema?! ¡Museion! ¡Esas cosas son la definición de problema!

Y es que cada vez que Majesteux se volvía a mirarlas, las bestias voladoras parecían aumentar. Nueve, once… ¿cuándo se detendrían? Iban encaminadas directo hacia ellas. ¡A ellas que eran solo tres aspirantes a heroínas luchando para defenderse a sí mismas y a los civiles!

Miró hacia el suelo indignada ¿Cómo podía Museion estar tan tranquila con eso?

—Hay cosas más graves de qué preocuparnos, Majesteux —respondió ella ante los alaridos de su equipo—. Un hospital se derrumbará en Alameda Betterblogs en exactamente cincuenta y ocho minutos. ¿Tenemos voluntarios para hacerse cargo? Y este pasaje... definitivamente suena preocupante, aunque aun no puedo descifrar bien qué…

—¿¡Eso es lo que te preocupa!? ¿Una anotación en tu librito es más importante para ti que un ejército de arpías? —Insistió la mujer águila furiosa— ¡Míralas! Son demasiadas, ¿y tú pretendes que una de nosotras se vaya a ese hospital? —Sus gritos eran tan intensos que acabaron forzando a Museion a alzar la mirada— ¡¿Crees que alguna va a poder sola con ellas?!

Ducky, desde luego, no se veía capaz. Ya le costaba bastante organizar la evacuación de civiles sin que le cedieran las rodillas por el miedo. Intentaba fingir calma y no mirar demasiado en dirección a la horda asesina que tenían casi sobre ellos… pero mentalmente no paraba de rezar mientras repasaba una a una las escasas lecciones de combate que le había dado el maestro. Agradeció que la lluvia fuera tan intensa, así al menos nadie la vería llorar.

—S-siendo honesta... —comentó mientras les dirigía una sonrisa falsa que amenazaba con desmoronarse en cualquier momento—, sí que agradecería alguna ayuda…

Museión dejó escapar un suspiro que sonó casi como un gruñido irritado. Cerró el libro con un golpe seco y empezó a caminar en su dirección sin dejar de rodar los ojos y mascullar para sí.

—¡Está bien! —Gritó mientras alzaba los brazos en señal de rendición—. Si tanto quieren prepararse para recibir a las harpías, así lo haremos.

Entonces, con un giro teatral, se volvió hacia los cielos y chilló sonriente mientras hacía aspavientos con piernas y brazos.

—¡Ey! ¡Arpias! ¡Estamos aquí!

Por un instante, las otras dos se quedaron de piedra. Luego un profundo escalofrío recorrió sus columnas y las devolvió a la realidad.

—¿¡Pero tú te has vuelto loca!?

—Museion… —gimoteo Ducky mientras iba palideciendo por segundos—, ¿estás segura de que eso ha sido una buena idea?

Pero la otra sonreía bajo la tormenta como si aquello solo fuera un juego inofensivo.

—No te preocupes —respondió mientras le dedicaba un guiño cómplice que la otra no entendió—, me haré cargo de ellas en cuatro… —alzó una mano enguantada y sus dedos se doblaron para formar una paródia de pistola— tres… dos… uno…

Un gesto de disparo fue seguido por un ensordecedor estallido en el aire. Cuando las chicas volvieron a abrir los ojos, vieron a tres arpías desplomarse en la distancia. Los ciudadanos de Amino se volvieron hacia Museion impresionados, pero para Majesteux y Ducky ese estallido era la confirmación de que habían dejado de ser un grupo de tres. A pesar de la pantomima, aquello no había sido cosa de su compañera. No, el verdadero artista de ese letal ataque era…

—¡Ícaro! —exclamó la arquera cuando al fin localizó al cuarto superhéroe.

Todos siguieron la dirección de su mirada hasta encontrar a un joven que saltaba sobre los edificios. Perseguido por las supervivientes a su ataque, el chico reía mientras hacía acrobacias de cornisa en cornisa; jugueteando con las terribles corrientes de viento mientras efectuaba toda clase de burlas y piruetas para enfurecer a las arpías. Era un método muy poco sutil, pero endiabladamente efectivo.

—¡Tres de un tiro! ¡Eso debe ser un récord!— exclamaba eufórico mientras esquivaba un par de garras— ¡Anisychía! ¿Me echarás una mano con el resto?

—¡Será un placer! —Replicó una voz que provenía de algún rincón de los tejados.

Segundos después, una segunda silueta apareció en las alturas. El aire huracanado hacía bailar la tela resplandeciente de su traje y parecía que hasta el Sol, que seguía cautivo tras la tormenta, estuviera muriéndose de ganas por reflejarse en ella.

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Un segundo disparo perforó los cielos y se abrió paso hasta derribar a una de las harpías.

— ¡¿Solo una?! ¡No puedo creerlo! —Exclamó Anisychía, golpeando con sus pies el piso mientras cruzaba los brazos.

Su compañero rió mientras improvisaba un mortal para escapar del enjambre de plumas.

—No te lo tomes a mal. Tus imitaciones son perfectas, solo ocurre que el talento es algo que no puedes copiar.

Le dedicó una mueca que consiguió rápidamente ganarse la indignación de su compañera ¿Quién se creía que era? ¿No se suponía que eran un equipo y tenían que apoyarse? Ella había dominado aquel poder ajeno en su primer intento ¡¿Y él se atrevía a mofarse en su cara?! Oh no, eso no se quedaría así. Le demostraría de lo que era capaz.

—La primera ha sido un ensayo —replicó, mientras su competitividad la liberaba del miedo que la había estado paralizando—, pero ahora confía en que no voy a fallar.

—Rezaré porque así sea —se carcajeó entre brincos y piruetas el otro—; me va la vida en ello.

Esta última provocación era el empujón que necesitaba. Le haría tragarse cada sílaba ¡Una a una! Saltó en dirección a donde se encontraba su compañero. Directa a encontrarse con las arpías que le iban pisando los talones. Al verla venir, la risa de Ícaro se hizo aún más fuerte. Corrió hacia ella en un último sprint que enloqueció a las arpías y las obligó a centrarse en recuperar la distancia que les ganaba. Estaban tan centradas en atrapar a ese molesto humano, que no vieron a Anisychía hasta que fue demasiado tarde.

Con un gesto a medio camino entre un choque de manos y una pirueta, el chico giró alrededor de su compañera hasta quedar apoyado espalda contra espalda. Se tomó unos instantes para retomar el aliento mientras las arpías, que empezaban a sospechar que algo no iba bien, intentaban frenar inútilmente el impulso de sus alas.

Anisychía las esperó impasible y sonriente. Con la vista fija en el objetivo, el agua tamborileando contra su cuerpo y el peso de la respiración de Ícaro contra su espalda. Cuando las arpías ya estaban solo a unos centímetros su sonrisa se intensificó. Un tercer “BOOM” retumbó por encima de los truenos y las arpías cayeron bajo el poder de un demoledor torpedo de aire.

La portadora del miraculous del colibrí contempló el montón de cuerpos caídos impresionada ¿De verdad había sido capaz de hacerlo? Una repentina oleada de euforia y orgullo estuvo a punto de hacerla chillar, pero el toque de una mano sobre su hombro la hizo volver en sí misma.

—¿V-ves? —Jadeaba su compañero medio aferrado a ella—, ¿no te dije… que sería… p-pan comido?

Anisychía rió. Aunque llevaba varias semanas rondando el faro, solo había visto a ese chico brevemente y desde lejos; así que nunca hubiera imaginado que alguien que parecía tan tranquilo pudiera explotar en semejante tsunami de hiperactividad.

—¿De qué circo me dijiste que te habías escapado? —Para ser su primera batalla juntos, bueno… su primera batalla en general, sentía que se las habían arreglado bien—. Pero la verdad es que me has hecho pasar un rato horrible ¡Imagina que no hubiera podido copiar bien los poderes del Quebrantahuesos!

—Supongo que no se me pasó la idea por la mente —replicó despreocupadamente llevando sus brazos a la nuca—. Menos mal que tenías talento... o, por lo menos, la suerte del principiante.

Le dedicó una mueca burlona antes de dejarla para bajar con los demás. Ella se tomó unos segundos para mirar una vez más la montaña de cuerpos desparramada sobre los charcos y corrió tras él. Mentalmente, se hizo la promesa de que iba a vigilarlo más de cerca a partir de ahora ¿Quién planifica una estrategia así confiando en la “suerte” de su compañera? Anisychía podía ser muchas cosas, pero de tonta no tenía un pelo.

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Museion fue la primera en saltar a saludar tan pronto como ambos héroes se aproximaron al lugar donde las otras tres se encontraban. Su sonrisa afable se alzó de nuevo, y sus ojos castaños se abrieron como platos mientras disparaba palabras a toda velocidad.

—¡Eso fue fantástico! —Chilló— ¡Anisychía! ¡Tu traje es tan precioso! No podía parar de mirarlo. ¡Qué envidia! ¡Yo igual quiero el Miraculous del colibrí!

—Has estado espléndida —añadió Ducky mientras trotaba hacia ellos desde la línea de evacuación— ¡Si lo hacías casi tan bien como Ícaro!

La aludida sonrió halagada.

—¿Casi dices? Lo hice mejor que Ícaro. ¿No viste cuántas derribé de un tiro?—sus labios arqueados dejaron entrever una blanca y orgullosa sonrisa— ¡Ja! De haber sabido que tenía tan buena puntería ya me habría conseguido mi propia pistola. ¡Si me salió hasta mejor que con los poderes de Grim Reaper!

—Pero mira que presumida se nos vuelve solo por un poquíto de buena suerte —replicó el otro mientras se desperezaba—, era evidente que te iba a salir bien ¡Tenías al mejor maestro de todos! No quieras ponernos a Grimmy y a mí al mismo nivel. No es justo para ella.

—¿Y esa arrogancia? —Replicó Museion, mordaz—. Entre tus comentarios y que ni siquiera te has asomado a saludarnos cuando nos viste en el faro… ¿Te crees mejor que el resto o algo?

Las palabras de Museion no dejaron eco, pero sí que dejaron una tensión retumbante que ni las aceleradas ráfagas de viento correteando por el lugar lograron difuminar. Sin ser azules, aquellos ojos castaños lograron captar la frialdad de un glaciar con la fidelidad de una fotografía.

Pero Ícaro rompió a costa de risotadas aquella efímera declaración de guerra, y entonces el grupo entero pareció liberarse de la punzante tensión que aquejaba sus hombros. Museion apartó la mirada y se volvió a su lectura, mientras que lentamente las conversaciones se volvían a hilvanar.

Todos se reunieron en un corro, mirándose unos a otros entre aterrados y sonrientes; aquella era su primera vez como héroes y nadie sabía muy bien qué decir y cómo proceder. Majesteux empezó a impacientarse. Se suponía que estaban en mitad del maldito apocalipsis, pero ahí todos conversaban como si estuvieran celebrando la fiesta del té. Era hora de que alguien pusiera orden.

—¡Muy bien! Buen trabajo con las harpías —dijo en dirección a los recién llegados—, pero les recuerdo que aún tenemos una buena horda de civiles que evacuar antes de que el tifón pronosticado nos alcance ¡¿Cuánto rato tenemos, Museion?!

La heroína abrió su libro, escudriñando ágilmente las páginas a través de sus anteojos.

—Cuarenta y cinco minutos exactamente, Majesteux —respondió acomodándose los lentes—. Pero también necesitaremos un equipo ayudando en el hospital, donde contamos con… cuarenta y siete minutos.

—¡Pero Grim Reaper aún no ha aparecido! —Se lamentó Ducky—. Espero que no le haya pasado nada malo.

—Tranquila —replicó Anisychía mientras apretaba con fuerza su mano—. He copiado los poderes del cuervo montones de veces, así que lo conozco bien. Grim es fuerte y poderosa, unas pocas arpías no significarán ningún problema para ella.

Ícaro soltó un sonido a medio camino entre una risa y un bufido, pero cuando la pequeña sanadora le dirigió una mirada preocupada, sonrió.

—Estate tranquila patito —dijo al tiempo que le giñaba un ojo—; las aves carroñeras somos duras de pelar, se las sabrá arreglar sola.

—Demonios… —murmuró Majesteux preocupada ¡Había demasiado que hacer y se les estaba acabando el tiempo! Se volvió a su equipo— ¡Ducky! ¡Anisychia! Iremos al hospital. Necesitaremos poderes de sanación constante para evacuar a todos los heridos. Las llevaré volando, así será más rápido —se volvió al par restante y sintió que estaba a punto de cometer un grave error. Museion y ella eran extrovertidas así que, a pesar del poco tiempo juntas, habían empezado a entenderse un poco la una a la otra; por eso al verla con el otro… esa era la primera vez que veía a Ícaro de cerca, pero su kwami le había hablado lo suficiente de él como para saber que la combinación Lechuza/Quebrantahuesos podría acabar en desastre—. Ustedes dos, evacúen a esta gente. Museion, confío en ti para encontrar la mejor ruta de escape. Ícaro ¡Aniquila esas Harpías! —Luego dudó, llegando a plantearse si no sería mejor arriesgarse a prescindir de Anisychía y la posibilidad de que copiara los poderes de Ducky. Pero eso era imposible, el colibrí era un As en la manga demasiado valioso como para dejarlo fuera de aquello—. Cuento plenamente con que no perderán tiempo valioso en estupideces.

Con un poderoso batir de alas, Majesteux cedió nuevamente su cuerpo al viento, elevando junto con ella a sus dos compañeras. Un murmullo inquieto recorrió la multitud y la pequeña que hace no mucho rato había tenido su tobillo atrapado bajo los escombros persiguió con ojos llorosos el ascendente cuerpo de Ducky, alzando las manos en un intento inútil por aferrarse a su presencia. Nadie ahí estaba listo para hacerlo, pero era hora de dejar partir a sus ángeles y dejarlos volar por la ciudad de la furia.

Nadie entre aquella multitud llegó a sospechar jamás el terror que se extendía por los cuerpos de sus héroes aquella noche. Ninguno imaginaba que con cada respiración y cada movimiento que efectuaban la misma pregunta resonaba en cada fibra de su cuerpo una y otra vez. Cuando llegara el final de aquella tormenta ¿Quién resultaría el cazador y quién la presa?

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-`:꒰ ⿻; ︺︺︺︺︺︺︺︺︺ ꒰‧⁺◌༘🌪₊﹆

Vaya, desde éste lejano faro aún puedo percibir la furia de aquellas arpías, ¿qué les parecío a ustedes? Realmente planeamos muy bien juntos, ¿cierto?

Sí, cada pelea es una épica aventura, pero nuestra historia no acaba aquí; aún hay más secretos que descubrir y aventuras por tener. Sin embargo, eso lo sabremos en la siguiente parte de "SkyCrew: las crónicas de Amino".

Bueno, es tiempo de aterrizar; ¡gracias por volar con nosotros!

Ojalá que el viento sople a su favor, y nos vemos en la siguiente ventisca

- ̗̀ ❨ ¡ᴀᴅɪᴏ́s! ❩   ̖́-

⿶ְ᷂˒࣬ ◌ ° ◌ :night_with_stars: ◌ ° ◌ ͎✦ੈ❜

❝ SkyCrew: Las crónicas de Amino ❞ | Parte O1-[C]
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🌪 [ ᶜʳᵉ́ᵈⁱᵗᵒˢ ] 🌪

-,' ʀᴇᴅᴀᴄᴄɪᴏ́ɴ ,'-

🏙

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-,' ᴄᴏʀʀᴇᴄᴄɪᴏ́ɴ ,'-

🏙

🏙

-,' ᴇsᴛᴇ́ᴛɪᴄᴀ ,'-

🏙

-,' sᴇᴘᴀʀᴀᴅᴏʀᴇs ,'-

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-,' ᴘᴏʀᴛᴀᴅᴀ ,'-

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#MultiTeEchamosDeMenos :disappointed:

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No es parte de lady bug

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0 Reply 08/06/20

...dios

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2 Reply 07/11/20
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2 Reply 07/11/20

Please the latest version to see this comment.

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2 Reply 07/20/20

HOLA, ¿CÓMO ME LO TATÚO?

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4 Reply 07/02/20
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