La dulce deuda, vergüenza mía,
que yo moría por pagarte
con mi vida los intereses.
Ingenuo afán que luego pagaría con creces,
crédulo de tus promesas,
juré amarte más de dos veces.
Vivía feliz en esa burbuja de mentira,
mas en cambio, tú me diste
solo una vida vacía,
dando mucho menos amor
de lo que ahora ofreces.
El llanto alzó mi cuerpo
y consumió su carne hasta dejar de verte.
Pensaba que había hallado oro
y terminé encontrándome la muerte.
Menudo agobio que cambió mi modo,
menudo presentimiento
el que me hacía quererte...
Pero, a pesar de todo,
reconozco que tu engaño
llegó a llenarme el corazón de suerte.
Este poema tiene derechos de autor

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