Mientras el calendario marca otro diciembre que se escapa de entre mis manos, me encuentro reflexionando sobre todo lo que el tiempo se llevó, y también, sobre lo que me dejó. Es curioso cómo al sumar un año más, parece que también restamos otro de lo que soñamos alcanzar, de lo que anhelamos vivir.
Un año más significa aprendizajes, errores, memorias que intentan fijarse en la mente antes de que el olvido las cubra. Pero también es un año menos para ver aquellos rostros que iluminan la vida, para estar cerca de quienes amamos, para detenernos a contemplar la simplicidad del mundo que gira sin cesar.
A veces, la balanza del tiempo pesa más de un lado que del otro, y no sé si he perdido más de lo que he ganado. Me pregunto si este año que termina me trajo realmente más amor, más vida, o si fue simplemente otro que se fue, dejándome con la sensación de haber olvidado algo importante, algo que debía decir o hacer.
Y aquí estoy, despidiéndolo, sintiendo que cada año que pasa me acerca más a mis sueños, pero también me aleja de muchas cosas que jamás volverán. El eco de las risas que ya no escucho, las promesas que quedaron en palabras, y las despedidas que no supe cómo enfrentar.
Un año más, un año menos... No sé si la vida nos lo da o nos lo arrebata. Tal vez hace ambas cosas a la vez. Solo sé que en este punto del camino, me prometo vivir con menos miedo, abrazar más fuerte, amar sin reservas, y caminar sin prisa, porque lo que perdemos con el tiempo, lo ganamos con el alma.
Y mientras el reloj sigue marcando, cierro los ojos y agradezco este año más, aunque duela, aunque pese. Porque en el fondo, la vida es eso: un constante ganar y perder, un año más, un año menos.

Comment