ᘍ pleɑse, pleɑse, pleɑse⠀⠀·⠀ :vhs: let me get whɑt I wɑnt. ໑

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{  #yumkiyishere : ♡ ૢ キャンディー ︿︿︿

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                  ╰───⌲ # 𝗶𝗻𝘁𝗿𝗼𝗱𝘂𝗰𝗰𝗶ó𝗻 ♡♡                                                    

¡Hey, hey, hey! ¿Qué tal, gente hermosa

de RVA? Aquí Yumkiy retransmitiendo

en directo desde el planeta tierra. Hoy

les traigo un one shot que escribí, así q

espero y les guste, ¡vamos a ello!

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                  ╰───⌲ # 𝗼𝗻𝗲 𝘀𝗵𝗼𝘁 ♡♡       

Londres, 2:17 A.M.

Seulgi corre bajo la lluvia.

Las calles están casi desiertas a esta hora, salvo por algún que otro taxi que resbala sobre el asfalto mojado. Los faros iluminan el pavimento encharcado, reflejando figuras distorsionadas en los charcos. Su respiración es irregular, no por el esfuerzo de correr, sino por el frío que se le clava en los pulmones.

Un taxi pasa demasiado cerca y, por un instante, el reflejo en su costado le corta la respiración. Una mujer de abrigo lavanda, con la cabeza ligeramente inclinada, como si la llamara sin palabras.

Seulgi se detiene de golpe, sintiendo la presión en su pecho. El agua le resbala por el cabello y la espalda. Mira alrededor. Nadie. Solo el parpadeo solitario de un semáforo en rojo y el eco de su propia respiración.

Cierra los ojos. Intenta convencerse de que está cansada. No ha dormido bien en meses. Pero cuando vuelve a abrirlos, el reflejo aún permanece en la ventana de una tienda cerrada. Seulgi aprieta los puños y da un paso hacia atrás.

Entonces, un destello de luz de otro coche rompe la imagen y el reflejo se desmorona como si nunca hubiera estado allí. Sabe que no tiene sentido seguir ahí de pie. Pero aun así, tarda varios minutos en moverse.

Finalmente, sigue caminando, sin rumbo, dejando que la ciudad la trague.

Las semanas pasan como en una neblina densa.

Seulgi apenas sale de su apartamento. La cafetera sigue goteando cada mañana a las 7:00 A.M., como si aún viviera en un mundo donde Irene la despertaba con un café amargo y un poema leído entre risas.

Los estantes siguen llenos de libros que no ha vuelto a tocar. Entre ellos, la colección de Sylvia Plath de Irene, con las páginas dobladas en los versos que más le gustaban. A veces cree escuchar su voz recitándolos, como lo hacía cuando estaba enferma, cuando el cansancio la mantenía en cama y solo la poesía parecía aliviarle un poco.

“Encontrarás la luna en la noche extrañamente solitaria, pues cuando llames mi nombre no habrá respuesta.”

Seulgi se sobresalta. La frase no ha sonado en su cabeza, ha sido un murmullo. Se gira, pero el apartamento está vacío.

Club de jazz, Soho - 3:07 A.M.

El club de jazz es pequeño, sofocante. El humo de cigarro se mezcla con el olor a alcohol barato, y el saxofón suena como un lamento prolongado.

Seulgi está en la barra, con la mirada perdida en su whisky. Odia el jazz, pero Irene solía decir que el jazz era el eco de almas inquietas.

—¿Otra más? —pregunta Joy, la mesera, mientras enjuaga un vaso detrás de la barra—. Este ya es el quinto de la noche.

Seulgi no responde. Parpadea lentamente y deja que el hielo en su vaso tintinee.

Joy suspira y apoya los codos en la barra, observándola con cierta cautela.

—Te conozco desde hace años, pero últimamente siento que apenas te reconozco.

Seulgi exhala con una risa corta, seca.

—¿A qué te refieres?

Joy ladea la cabeza, dudando si decir lo que realmente piensa. Pero finalmente lo suelta.

—Sé que lo estás pasando mal, Seulgi. Todos lo sabemos. Pero… —hace una pausa y elige sus palabras con cuidado—. Quizás es hora de aprender a soltar.

Seulgi aprieta la mandíbula.

—No me vengas con eso.

—No intento sermonearte. Solo digo que… ella no va a volver. Y beber hasta olvidar no va a traerla de regreso.

Seulgi la mira con los ojos cansados, pero hay algo afilado en su expresión.

—No quiero olvidarla.

Joy la observa en silencio un momento antes de suspirar.

—Entonces, ¿qué quieres?

Seulgi aparta la mirada. No tiene respuesta.

Solo sabe que, en el reflejo de su vaso, Irene está sentada a su lado.

Seulgi se congela.

No quiere mirar. No quiere confirmar que es solo un reflejo malformado por la luz tenue. Pero su pulso se acelera. Siente el peso de una mirada en su nuca.

Con un nudo en el estómago, gira la cabeza.

El asiento está vacío.

Seulgi deja el vaso sobre la barra con un golpe y se levanta. Joy la sigue con la mirada, pero no dice nada. Sale del club a toda prisa, sintiendo que el jazz se le queda pegado a la piel como un mal presentimiento y la lluvia la recibe afuera.

Camina con prisa, sintiendo que algo la sigue en los reflejos de los escaparates y los coches estacionados.

Sabe que no es posible.

Pero también sabe que la lógica dejó de ser su aliada hace mucho.

Seulgi llega a su apartamento empapada, con la mente nublada. Se quita el abrigo sin cuidado y lo deja caer al suelo.

Se queda de pie en el umbral de la sala, mirando todo.

Las fotos siguen en los estantes. La taza de Irene sigue en la alacena. Nada ha cambiado. Pero se siente diferente.

Va al baño, enciende la luz y se mira al espejo.

Se ve horrible. Ojerosa. Delgada. Con la piel demasiado pálida.

Abre el grifo. Se lava la cara, como si eso fuera a limpiarla de la sensación de estar perdiendo la cabeza.

Cuando levanta la mirada, el espejo está empañado por el vapor.

Y ahí está.

Irene, de pie detrás de ella.

Seulgi no se mueve. No respira.

El reflejo la mira con ternura. No es una alucinación pasajera ni un juego de luces. Es ella. Tal como la recuerda.

Seulgi se gira bruscamente.

Nada.

Cuando vuelve a mirar el espejo, la silueta se ha desvanecido, pero el vapor ha dejado algo más, unas palabras.

“Es hora de dejarme ir.”

Seulgi retrocede, sintiendo el corazón en la garganta.

Entonces, algo la hace detenerse.

Sobre la mesita de café, en la sala, hay un abrigo.

Lavanda.

Seco.

Impecable.

Seulgi siente que el aire se le escapa. Sus manos tiemblan cuando da un paso hacia él.

No puede ser.

Lo tocó antes de salir. Lo dejó en el suelo, empapado.

Pero ahora está ahí. Como nuevo.

Seulgi entrecierra los ojos. El corazón le late con tanta fuerza que casi puede oírlo.

Se arma de valor, estira la mano y toca la tela.

Fría.

Un parpadeo.

Y la habitación ya no es la misma.

La luz parece más tenue, como si estuviera atrapada en un atardecer eterno. Los colores son más cálidos, distorsionados.

Y en la silla junto a la ventana, Irene está sentada. Seulgi se queda sin aliento.

—Irene… —susurra Seulgi, con esa sonrisa serena, la misma que tenía en sus últimos días.

Seulgi da un paso hacia ella, no siente el suelo bajo sus pies.

No siente nada.

Solo el sonido de la lluvia, lejano, como si perteneciera a otro mundo.

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                  ╰───⌲ # 𝗱𝗲𝘀𝗽𝗲𝗱𝗶𝗱𝗮 ♡♡                    

Y bueno, eso ha sido todo por el blog

de hoy, espero   y les haya gustado y

nada más que añadir,   espero verles

en   el próximo blog, ¡muchas gracias

por leer, tengan un lindo día! <3

/                                                           :love_letter:

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@ ¡ᶜ ʳ ᵉ́ ᵈ ᶤ ᵗ ᵒ ˢ¡ ₍ᐢ..ᐢ₎  :

↳ᵉˢᵗᵉ́ᵗᶤᶜᵃ ]