:hearts: 《《《Una puerca :pig: fantasía》》 :heart:

Había una vez, en un reino no muy lejano, un joven llamado Troy. Vivía con su madrastra llamada Guali y sus hermanastras Canary y Mía, quienes lo trataban mal por su libertinaje, ya que Troy se metía con cualquier cosa que veía. Para que Troy no fuera tan facilota, su madrastra lo obligaba a cocinar, limpiar y mantenerse alejado de los grandes salones del castillo.

:hearts: 《《《Una puerca :pig: fantasía》》 :heart: -[C]Había una vez, en un reino no muy lejano, un joven llamado Troy. Vivía con su madrastra llam

Aunque su vida era dura, Troy siempre esperaba que llegara la noche para escapar de su casa y buscar un hombre que le comprara lo que quisiera. Una de esas noches, Troy se encontró con un chico encapuchado, muy misterioso, y se acercó coqueto para decirle:

—Te invito a comer: yo soy el primer plato, el segundo y el postre.

El misterioso hombre lo miró de pies a cabeza, se acercó suavemente al oído y le dijo:

—Yo no como porquerías.

Troy se enojó por el atrevido comentario, pero como buen migajero que era, le respondió:

—¿Te puedo robar un beso? Prometo que después te lo devuelvo.

El chico lo miró seriamente y siguió tomando su trago.

El chico misterioso tenía un secreto: en realidad, era el príncipe del reino, conocido como Todd. Se decía que era carismático, bondadoso y muy guapo, pero en realidad estaba cansado de todo eso; cansado de que todos esperaran que se casara con una princesa. Todd quería amor, no un contrato.

Antes de que Troy pudiera acercarse a Todd de nuevo, apareció su ex, ¡Pablo! Era un chico muy molesto, hijo de una de las familias más ricas del reino. Había conocido a Troy en una de las fiestas de su familia y terminaron saliendo, pero Troy terminó la relación ya que Pablo tenía un horrible hábito... era un exhibicionista.

Troy, inmediatamente, puso cara de fastidio y le habló:

—¿Qué haces aquí, imbécil?

Pablo, con paso de pavo real, se acercó a Troy y lo tomó de la cintura.

—Troy, mi amor, ¿por qué actúas así? ¿No me extrañaste?

Troy lo empujó y le respondió con asco:

—¿Yo extrañarte? ¡Ni que fueras dinero, pendejo! Además, no me toques, no tengo agua bendita para quitar tu asqueroso olor.

Pablo se enojó por la actitud de Troy y lo iba a golpear con su puño, cuando alguien se metió entre ellos... ¡Era Todd! Troy quedó sorprendido por la actitud del desconocido, y Pablo estaba que echaba chispas de la rabia por el intruso que se atrevía a meterse en su camino.

—Es muy tarde para causar problemas, ¿no lo crees, imbécil?

Pablo, enfurecido, se acercó a golpearlo, pero Todd, con un rápido movimiento, lo dejó inconsciente en el suelo. Troy quedó sorprendido por lo que acababa de pasar. Abrazó a Todd:

—¡Eso fue increíble! ¿Cómo hiciste eso? Bueno, no importa. ¿Qué tal si te invito un trago como agradecimiento por quitarme a ese tonto de encima?

Todd iba a declinar la oferta, pero por alguna razón aceptó el trago.

—Está bien, cómprame un buen trago o te dejaré igual que al que está en el piso.

Troy, feliz, lo agarró del brazo y lo sentó en una mesa mientras iba por las bebidas. Todd sabía que debía irse temprano si no quería que su padre se diera cuenta de su escapada, pero se dijo a sí mismo: unos tragos no le hacen daño a nadie.

Entre su conversación y algunos tragos, terminaron un poco borrachos. Troy, con algo de fuerza, sacó a Todd del establecimiento.

—¡Sí que te pesa el cul...! —No pudo terminar la frase, porque Todd se acercó y lo besó.

—Espera, chico, ni siquiera sé tu nombre. Además, estamos en plena calle.

Todd lo llevó a un hotel... y pasó lo que tenía que pasar.

Al día siguiente, Todd se despertó solo en un cuarto. Buscó con la mirada a Troy, pero no lo encontró. Quiso buscarlo, pero sabía que ya debía volver al castillo o tendría problemas. Se arregló y buscó su caballo. Al entrar al castillo, saludó a unos sirvientes y caminó hacia la oficina de su padre.

Pasaron unos días. La vida de Troy no cambió mucho: siguió limpiando y haciendo lo que su madrastra quería. Hasta que un anuncio llegó a su hogar: el rey anunciaba un gran baile en honor a su hijo, el príncipe Todd.

Troy, al escuchar eso, quiso ir a la fiesta, pero su madrastra le advirtió que ni siquiera lo pensara si no tenía ropa para usar.

Troy, triste por lo que dijo su madrastra, corrió a su cuarto y comenzó a buscar algo para ponerse, pero se dio cuenta de que no tenía nada. Al final, se quedó dormido, y cuando se despertó ya era de noche. No sabía qué hacer, hasta que apareció una mujer muy guapa y deslumbrante.

La mujer sonrió y, con voz suave, le dijo:

—Querido Troy, soy tu hada de la putería, te ayudaré a conseguir un hombre rico.

Troy, sorprendido, le respondió:

—Necesito ropa para la fiesta del príncipe y un transporte para llegar, ya que mi madrastra y mis hermanastras ya se fueron.

El hada madrina, con solo mover su varita , convirtió la ropa de Troy en un hermoso vestido.

—Tranquilo, Troy. Tu hada madrina Talia te va a ayudar a que estés deslumbrante. Solo necesito algo para tu transporte...

Vio una sandía y la convirtió en un carruaje. Luego transformó un sapo en un caballo... o algo así.

Troy se montó al carruaje un poco apurado, pero el hada Talia le dijo antes de irse:

—Debes recordar algo antes de irte: la magia solo dura hasta las doce. Tienes que irte antes de que llegue esa hora porque todo se va a desaparecer como tu papá, ¿entendido?

Troy solo aceptó todo y salió en el carruaje.

En el baile, Todd notó de inmediato al misterioso joven. Bailaron, rieron y hablaron como si se conocieran de toda la vida. Troy no reveló su nombre, pero ambos sabían quiénes eran.

Cuando el reloj dio las doce, Troy huyó, dejando atrás una de sus uñas postizas, mientras Todd intentaba detenerlo. Pero Troy fue más rápido.

Todd, decidido a encontrar a su verdadero amor, recorrió el reino con la uña. Finalmente, llegó a la casa de Troy. Las hermanastras, al ver al príncipe, se dieron cuenta de que debía estar buscando a Troy. Como el tonto estaba dormido, intentaron hacer tiempo para que se arreglara. Cuando Troy bajó, ni siquiera tuvo que ponerse la uña, porque Todd lo reconoció por sus cejas.

—Sabía que eras tú —dijo Todd, sonriendo.

—¿Y no te importa que no sea glamurosa? —preguntó Troy.

—Buscaba a alguien que hiciera latir mi corazón, no que cumpliera expectativas.

Se tomaron de la mano y, con el tiempo, el reino celebró no solo una historia de amor, sino también la libertad de ser uno mismo.