
— Hija, debes dejar de rechazar a todos los hombres que vienen a visitarte. La ley dice que solo un...
— "...Solo un príncipe puede casarse con una la princesa."
— Entonces, debes de...
— ¡La ley está mal! Si me caso, quiero que sea por amor.
— Pero, ¿Cómoomo vas a saber si amarás a un príncipe? ¡Si ni siquiera les has dado la oportunidad a uno de ellos!
— Porque todos son iguales, yo quiero algo diferente. Sabes, conocí a un muchacho y... ¡Y sentí algo que nunca había sentido antes!
— Pero no puedes casarte con ese joven hija. El no es un prín...
— No importa ya eso.
— ¿Qué dices? Marinette, te veo mal y me preocupas, ¿Quieres ser directa conmigo y decirme que ha pasado?
— Théo... condenó a muerte al joven y a su amigo.
— ¡¿Qué?! ¡¿Y sin mi consentimiento?! Voy a hablar con él ¿De acuerdo?
— ¿De que sirve hablar si lo hecho hecho está?
Me voy corriendo a mi habitación molesta y triste. Jamás volveré a ver... a Adrien.
— ¡Guardias! Quiero que me traigan a Théo, ¡inmediatamente!
[...]
Los guardias fueron por Théo Barbot, quién se encontraba en el jardín del palacio.
— ¡Maldito niño! Lo tenía en mis manos. De alguna forma u otra recuperaré lo que me pertenece.
— Théo Barbot.
— Dígame.
— El rey desea verlo inmediatamente.
— En un momento me encontraré con él. Muchas gracias. —el guardia se retira — ¿Ahora que querrá ese viejo?
Voy al trono real y lo veo algo molesto.
— Buenas tardes su majestad. ¿A qué se debe mi llamado?
— ¡Théo! Debo hablar contigo de algo muy serio.
— ¿De que se trata, majestad?
— Marinette me dijo que condenaste a 2 jóvenes a muerte ¿Es cierto eso?
— Aah... Si, señor. Era mi deber, aparte de ser su fiel consejero, me preocupo por el bienestar de usted y la princesa. Creí que esos jóvenes eran los responsables de que nuestra princesa no se encontrará dentro de los muros del palacio.
— ¿Y por qué no me lo hiciste saber? Antes de tomar esas decisiones que a mi me corresponden, hazmelas saber.
— Si, majestad. Prometo que no volverá a pasar.
— Gracias Théo. Ahora, cambiando un momento de tema. ¡Marinette se niega y se niega a darle la oportunidad a un príncipe! Ya no sé que hacer con ella, estoy viejo y no podré estar con ella siempre.
— Debemos seguir buscando, majestad.
— Sabine sabría que hacer en esta situación...
— Creo que lo mejor es que se vaya a descansar majestad. Lo veo muy agotado.
— Si, Théo. Estoy muy cansado y... ¿Escuchas eso?
— Si, majestad. Los escucho, y cada vez suena más cerca.
El rey y yo nos acercamos al balcón y notamos que había mucho escándalo.
— ¿Qué sucede aquí? –pregunta el rey.
— Majestad, debería entrar. Yo me haré cargo de esto.
— ¡Espera! ¿Es un príncipe?
— No lo creo señor... ha de ser un evento que hizo el pueblo y...
— ¡Tonterías! Creo que si es... ¡Es un príncipe!
— ¡Disfrute del desfile príncipe Noir!
Me dice Tikki guiñandome su ojo.
Desaparece y comienza a animar al pueblo bailando y cantando. Mientras yo, sentado encima de un elefante saludando y siendo alabado por las mismas personas que me llamaban "rata callejara", "ladrón", "muerto de hambre", entre otras cosas terribles, junto con Nino.
[...]
Escucho demasiado ruido en el pueblo. Me asomo en mi balcón y los veo felices bailando y cantando.
— ¿Qué sucede?
Trato de ver más allá y veo que se trata de un... ¿Desfile? Me quedo viéndolos como se divierten. Hasta que veo a un muchacho rubio, de traje y máscara negra, con unas orejas de gato.
Sorprendida, lo sigo mirando desde mi balcón, recargada sobre mis brazos boquiabierta, hasta que él me miro. Me sonrió y me saludó con la mano, me enderezo y me quedé de brazos cruzados, mirándolo con el ceño fruncido, me avienta un beso desde lo lejos, le doy la espalda y entro a mi habitación.
— ¡Ahora todos saluden al principe Chat Noir! –les decía Tikki animando a todos.
Mientras yo me heche para abajo un momento, pues la princesa parece que no está contenta con mi llegada.
— ¡Yo seré tu princesa! —me gritaban 3 chicas desde el balcón de una casa, les aventaba besos y estas caían al piso.
Regreso la mirada hacia el camino y veo que estamos por entrar al palacio.
Tikki me deja bastante dinero para dárselos a los pobres. Al terminar, me subo a la alfombra, Tikki entra al amuleto, lo oculto dentro de mi camisa, entro rápidamente, me quedo parado enfrenté del rey y le hago una reverencia.
— ¡Eso fue estupendo! —me dice el rey sonriendo.
— Buen día majestad. Soy Chat, el príncipe Chat Noir.
— Eso es lo que veo. Dime, ¿A qué se debe su visita el día de hoy?
— Sinceramente, su majestad. Vine a conocerlo a usted, su reino y encantado estaré más, de platicar con su hija, la princesa.
— ¡Esplendido! En un momento la haré venir para qué...
Un hombre moreno y sombrío se le acerca al rey.
— Disculpe, majestad. ¿Me permite un momento a solas con usted?
— Disculpame Chat. El es mi más fiel consejero Theo Barbot.
— Es un gusto conocerlo —le extiendo mi mano pero él, parece no importarle.
— A tí... ¿Ya te había visto en alguna parte?
— Aah... no lo creo. Disculpe, lo dejaré a solas con el rey. Me retiro, su majestad.
— Gracias, príncipe Noir.
Salí de la habitación y las puertas se cierran. Me quedo solo afuera, esperando a que terminen de hablar.
[...]
— Majestad. Se me hace una mala idea dejar que se le acerque a la princesa sin saber bien quién es.
— ¡Es un príncipe! Theo, tu siempre has estado para mi. Pero esta vez, prefiero seguir mis instintos como padre, más que nada.
— Pero... ¡Su majestad... Yo...!
— Gracias, Theo. Pero se trata del futuro de mi hija. Por favor no insistas más. Este príncipe me da una buena vibra.
— No estoy de acuerdo...
— Vamos a darle una oportunidad a este joven. Tengo fe, en que a ella le gustará este príncipe.
No me queda de otra. Tengo que sacar al príncipe Chat Noir del camino.
[...]
Estoy de brazos cruzados, viendo el pasillo del palacio con asombro. Tienen unas pinturas bellísimas. Una de ellas, era el retrato del rey y la reina con su hija recién nacida, a mi izquierda, estaba el retrato de la princesa cómo es el día de hoy. Boquiabierto me acerco y la toco con mi mano derecha y me quedo embobado, mirándola y pensando lo hermosa que es.
— ¿Quien eres tú?
Quité enseguida mi mano del retrato.
— Aah...
Me quedé sin habla, no sabía que contestarle.
— ¿Qué? ¿El ratón te comió la lengüa? —me dice con el ceño fruncido y de brazos cruzados.
— ¡No! Es solo que...
— Veo que no se puede hablar contigo. Disfruta el tiempo que estarás aquí. No duraras ni un día —me da la espalda y se va.
— ¡No, espera! —corrí hacia ella y la detuve agarrándole la mano y voltea a verme, algo molesta.
— Aah... Deja que me presente, por favor. Soy el príncipe Chat Noir –me presenté con ella haciéndole reverencia.
— ¿Chat Noir? No me interesa.
— ¡¿Qué has dicho?!
— Adiós.
— ¡O-Oye! ¡Espera!
Se abren las puertas y sale Theo.
— El rey desea verlo —me dice irritado y molesto.
— Con permiso —le digo y entro a ver el rey sentado en su trono. Tallandose sus ojos, me pide disculpas.
— Me disculpo por hacerte esperar.
— No se preocupe, majestad —le hago reverencia.
— Eres un príncipe con demasiados modales. Escucha, te daré la oportunidad de que te le acerques a mi hija.
— No lo defraudaré
— Confío en tí, Chat. Mi hija es lo único que me queda y quiero que sea felíz.
— Lo entiendo majestad. Puede confiar en mí, prometo que no le daré ningún problema a usted y a ella.
— ¡Sigo sin estar de acuerdo! Majestad...
— ¡Ya lo hablamos, Theo! ¿Dudas de mis propias decisiones?
— Con todo respeto...
— "Con todo respeto..." Te pido que no insistas. Y que le muestres su habitación al príncipe, serás acompañado también por un guardia. Pueden retirarse.
— Con su permiso, majestad. Me retiro —le dije algo incómodo por la situación.
— Chat Noir.
— Digame, majestad.
— No me defraudes.
— No lo haré... Hasta luego.
Las puertas se cierran y Theo junto con el guardia me llevan a mi habitación.
— ¿Estas seguro que no nos hemos visto antes?
— Eso creo, no recuerdo haberlo visto antes a usted.
— ¿Por qué está tan seguro?
— Porque... yo siempre estuve dentro de los muros de mi palacio.
— Ya veo. Hemos llegado a su habitación, príncipe Noir. El rey me ordenó que le deje un guardia fuera de su habitación, en caso de que necesite algo.
— Gracias.
— Con su permiso, me retiro
Theo ordena cerrar la puerta de mi habitación. Observo cada detalle de ella y es fabuloso.
— ¡Esto es genial! —me aviento a la cama y Tikki sale del amuleto en su pequeña estatura.
— ¡Esto si es tener vida!
— Ya lo creo. ¿Ya viste esto? ¡Tienen chocolates aquí!
— Si, pero Chat. Debes pensar, inventarte una vida como príncipe. Al concederte tus 3 deseos me iré y no podré ayudarte más.
— Tienes razón. De todas formas, no creo que ésta farza dure para siempre. Un día se lo diré a Marinette, le diré la verdad. Además, el rey me ha dado su confianza y no quiero defraudarlo. Por ahora seguiré fingiendo, trataré de no pedir deseos, solo que me queda uno.
— No, te quedan 2 deseos.
— Recuerda que uno lo usaré para tí.
— Gracias Adri... ¡Es decir! Gracias, príncipe Chat Noir.
Me acerco al balcón y puedo ver las casas de Agrabah.
— Es una estupenda vista —bajo la mirada y veo el jardín, y a Marinette, sentada en la fuente. — Tikki, entra al amuleto. Iré a conocer el jardín del palacio.
— Suerte, Adrien.
[...]
— ¿Marinette?
— ¿Que sucede, papá?
— ¿Podemos hablar?
— Claro que si.
— Hija, tu sabes que no viviré para siempre. Mírame, soy un viejo rey. Y yo, el día que me tenga que ir, quiero estar seguro que dejaré en buenas manos a Agrabah, y a tí más que nada.
— Papá, lo entiendo, pero todos los príncipes son iguales. Yo quiero algo diferente.
[...]
Llego al jardín y veo al rey hablando con su hija, me oculto y trato de escuchar su conversación sin ser visto
[...]
— Dale una oportunidad a este príncipe. Cariño, para mi este príncipe es diferente.
— No lo es. Todos son igual de creídos.
— Dale una oportunidad, estoy seguro que te gustará.
[...]
Salgo de mi escondite y me dejó ver.
Marinette voltea a verme, rueda los ojos y mira hacia otro lado. El rey me sonríe y le devuelve la mirada a su hija.
— Los dejaré solos. —el rey se levanta, me toca el hombro y se va.
— Buen día, princesa. —no me contesta, nisiquiera voltea a verme — ¿Puedo sentarme?
— Como quieras, yo ya me voy. —se levanta y una vez más la detengo tomando su mano.
— Si quieres, no me veas como un pretendiente. Porque... —con todas mis fuerzas, le digo — ¡Porque no planeo casarme contigo! —se queda boquiabierta
— ¡¿Qué has dicho?! Eso es una verdadera falta de respeto. Entonces, ¿A que has venido?
— A conocerte. No planeo casarme contigo, al no ser que las cosas, nuestros sentimientos, nos traicionen y nos lleven al grado de querer casarnos. Si los dos lo deseamos, claro. ¡No quiero obligarte hacer algo que no quieras solo por una estúpida ley que nos obliga a casarnos con un príncipe o una princesa! Pero si no deseas ni conocerme como amigo... tomaré mis cosas y me marcharé.
Nos quedamos callados un buen rato, creo que ahora... pasé los límites.
— Perdón...
— No hace falta que te disculpes.
— Claro que si. Me e portado grosera contigo, por favor, acepta mis disculpas.
— No te disculpo, porque no hay nada que perdonar. Así que... ¿Empezamos una vez más?
— Claro que sí —me quedé viendola unos momentos más y me arrodillo como la primera vez que me presente, sin soltar su mano.
— Soy el príncipe Chat Noir —le beso su mano y me sonríe.
— Mucho gusto. Soy la princesa Marinette —me levanto y empezamos a caminar en el jardín.
[...]
— ¡Ese príncipe no me quitara a mi prometida! Espero que disfrutes tu día al lado de la princesa, porque de esta noche... ¡Se agotarán tus 7 vidas!

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