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Trasfondo de lo acontecido:

"La noticia corrió por los pasillos de Hogwarts como fuego avivado por el viento. Para la mayoría de los estudiantes, era impensable: Sirius Black, el heredero rebelde de la noble y ancestral Casa Black, estaba siendo expulsado de Hogwarts.

Los hechos que llevaron a este desenlace fueron devastadores. Durante la clase de Pociones, Sirius y James habían decidido gastar una de sus bromas más arriesgadas: alteraron sutilmente la poción de un estudiante de Slytherin para que explotara en plena ebullición, causando quemaduras graves en uno de los alumnos y dejando el aula envuelta en humo tóxico. Aunque no se reportaron víctimas fatales, el desastre provocó una evacuación masiva y la intervención inmediata de varios profesores.

El profesor Slughorn, quien había estado supervisando la clase, exigió una investigación inmediata. No tardaron mucho en descubrir la verdad: Remus y Peter intentaron encubrirlos, pero bajo la presión de McGonagall y Dumbledore, la verdad salió a la luz. Sirius y James habían llevado su afán por las travesuras demasiado lejos.

A la mañana siguiente, Sirius fue llamado a la oficina del director. El ambiente estaba cargado de una tensión insoportable. Sentados en las sillas frente al escritorio de Dumbledore estaban Orion y Walburga Black, convocados por una lechuza urgente. La matriarca de los Black apenas disimulaba su desprecio por el colegio, pero esta vez su furia no estaba dirigida a la institución, sino a su propio hijo.

—Eres una vergüenza, Sirius —escupió Walburga con voz helada, su rostro descompuesto por la ira. Orion, más silencioso pero con la mandíbula tensa, observaba al director con ojos calculadores.

Sirius, con los brazos cruzados, se reclinó en la silla sin demostrar el menor atisbo de arrepentimiento.

—Oh, vamos, madre. Sabías que esto iba a pasar tarde o temprano —respondió con una sonrisa burlona.

Walburga apretó los labios hasta que quedaron blancos. No era solo la expulsión; era la humillación pública de la familia Black. Un Black expulsado de Hogwarts… su nombre sería un escándalo en la comunidad mágica.

Dumbledore, con su expresión solemne y triste, habló con calma. La seguridad de los estudiantes había sido puesta en peligro. No importaba que no hubieran tenido intención de hacer daño; las acciones de Sirius y James habían demostrado una imprudencia que no podía ser ignorada.

—Sirius Black, queda usted expulsado de Hogwarts —anunció Dumbledore con voz grave.

El Gryffindor sintió un frío recorrerle la espalda, pero no dejó que se reflejara en su rostro. Manteniendo la barbilla en alto, desafiante, clavó sus ojos grises en los de su madre.

—No me arrepiento de nada —dijo simplemente, con una sonrisa torpe pero desafiante en los labios.

Walburga sonrió con desdén.

—Por supuesto que no. Siempre fuiste un caso perdido.

Orion, que había permanecido callado todo el tiempo, finalmente habló con un tono bajo pero tajante.

—Regresarás a casa y aprenderás disciplina. Este juego de rebeldía se acabó, Sirius.

Pero Sirius rió entre dientes, como si su padre acabara de contar un chiste.

—No vuelvo con ustedes. Prefiero vivir en una cueva con los trols antes que soportar otra noche en Grimmauld Place.

El rostro de Walburga se crispó de rabia.

—¡Ingrato! ¡Hemos sido demasiado indulgentes contigo! —vociferó, golpeando el brazo del sillón con furia.

Dumbledore suspiró.

—Se enviará una notificación oficial al Ministerio de Magia y a su familia. Tendrás tiempo para recoger tus pertenencias.

El peso de la decisión cayó sobre Sirius como una losa. Cuando abandonó la oficina, no miró atrás. Sabía que no había vuelta atrás. Para su familia, ya no era un Black. Y quizás, solo quizás, eso no era lo peor que podía pasarle.

Horas más tarde, ya en el dormitorio de Gryffindor, Sirius estaba sentado en su cama, su baúl abierto y algunas de sus pertenencias esparcidas. En sus manos sostenía un sobre de pergamino grueso, con el sello carmesí de Hogwarts y una vociferadora del ministerio.

Luego de leer ambas, se quedó sentado en la cama con los papeles en su regazo.

James entró en ese momento, con expresión sombría. Se apoyó contra la cama de Sirius y cruzó los brazos.

—¿Qué dice? —preguntó en voz baja.

Sirius le lanzó la carta sin decir palabra. James la leyó con el ceño fruncido y luego exhaló con frustración.

—No pueden hacer esto…

—Pues lo están haciendo —respondió Sirius con una mueca amarga.

James lo miró fijamente y luego sonrió de lado.

—¿Sabes qué? No importa. No necesitas este lugar, ni a ellos. Tienes un hogar en mi casa, mi madre te adora.

Sirius dejó caer la carta sobre la cama y soltó una carcajada cansada.

—Tienes razón, Cornamenta. ¿Quién necesita a Hogwarts cuando tengo a los Potter?

Esa misma noche, con su baúl a cuestas y un nudo en la garganta que no quiso reconocer, Sirius abandonó Hogwarts. No tenía claro qué haría después, pero había algo que sí sabía con certeza: era libre.

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Parte 2

Aunque el plan inicial era simplemente hacerlo eclosionar Lysander aparecía cada semana, cuando se reunían a revisar el huevo, con ideas nuevas de todo tipo. En una de estas explicó que la domesticación de una especie no era tan sencilla como criar a la criatura entre humanos, pues aún podrían mostrar repentinos signos de agresividad normales en animales salvajes. Según él, lo que tenían que hacer ahora era encontrar la manera de conseguir otro huevo de Opaleye de las Antípodas para criar hasta conseguir especímenes menos agresivos.

Sus ideas no eran muy convincentes para el grupo, pero saber que su líder era hijo de dos reconocidos magizoólogos, las promesas sobre el futuro de su investigación clandestina y la simple bendición que era tener una oportunidad como la suya los empujó hacia adelante, creando así el ‘Proyecto Mascota’.

A pesar de los esfuerzos que hicieron por mantener todo en secreto, no pasó mucho tiempo hasta que el Ministerio coincidentemente atrapó a uno de los alumnos del grupo cerca del Callejón Knockturn, buscando un huevo de Opaleye. Cuando fue llevado al ministerio, confundido por un traficante de huevos de dragón real, este fue obligado a beber veritaserum, lo cuál resultó en una confesión inesperada de la situación. Después de infinitas preguntas, nombres, fechas y otros detalles, Hogwarts fue inmediatamente ado y la mayoría de los alumnos a los que se los había mencionado fueron atrapados dentro de la escuela.

El principal culpable, Lysander Scamander, consiguió escapar en un inicio gracias a un rescate en escoba voladora por parte de un alumno que no pudo ser detenido en el momento y cuya identidad ha sido intrazable. Sin embargo, más adelante se entregó bajo la amenaza de enviar al Ministerio de la Magia a buscarlo por tráfico de animales.

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Parte 3 {Final}

Lysander expuso con sinceridad todo lo que habían planeado, las razones y sus intenciones, esperando que los profesores sintieran pena por él y no lo enjuiciaran por lo sucedido. Su confesión fue inmediatamente enviada a la istración del Primer Piso para revisión debido a la negación de un hecho de suma importancia, y estos inmediatamente enviaron a un representante a hablar con el chico.

A través de un permiso dado por el propio Ministerio de la Magia, el empleado del PP pudo utilizar veritaserum en él para sonsacar lo único que Lysander se negó a reconocer: De quién había obtenido el huevo.

Con la poción, por sorpresa para todos, se descubrió que el alumno no recordaba quién le había conseguido el huevo. Este suceso llevó a una investigación larga y tendida por parte del PP, la cuál cerró eventualmente, pues no se encontró ni una sola pista que los pudiera llevar al posible vendedor o a la organización que pudiera haber querido desatar la situación a propósito. Además, el vacío en la memoria de Lysander también abría la posibilidad de que él hubiera sido víctima de manipulación o incluso un lavado cerebral.

Después de todo lo sucedido, se determinó entre la directora de la escuela y el cabecilla del PP que Lysander sería expulsado junto al alumno encontrado en el Callejón Knockturn, pero que no habrían mayores condenas para él ya que no había pruebas de tráfico. El resto de involucrados simplemente verían doscientos puntos restados de su casa y harían trabajos intensivos en lo que quedaba de año y el posterior.

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