➜ ᎒ ¡Payaso! ⎧ ୧ ⋅

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:date: 05/01/2013;   :earth_americas: Itomori; 🌙2:10;   :iphone: ⇆40%

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•こんにちは•

•ᴷᵒᶰ'ᶰᶤᶜʰᶤʷᵃ•

• » ᴍᴀᴛsᴜᴋᴏ ʜᴇʀᴇ! « •

           ⌠ •❅──────✧✦✧──────❅• ⌡

                      ㅡ :seedling:              ﹏﹏

✦            Don't be

   ✧           afraid my

        ✦         little angel

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¡Hola personitas de IA! ¿Cómo se encuentran

el día de hoy? Espero que todo vaya bien. No

te preocupes, no te estreses. Mañana será un

nuevo día ^^

¡Feliz año nuevo! Espero que la hayan pasado

bien y hayan comido rico ^^. El día de hoy les

traeré una historia (qué novedad viste?) así q

sin mucha más dilatación, ¡sigan leyendo! :heartpulse:

¡Payasos! ¿Quién no conoce a los payasos? A unos los divierte, a otros les aterra. Cada quien tiene su propio juicio sobre estas personas disfrazadas, sea un asesino serial o un simple cómico con ganas de hacer reír. De cualquier modo, al mencionar esta palabra, lo primero que se nos viene a la cabeza es una persona con un maquillaje llamativo, nariz roja y una peluca multicolor. Unos mejores hechos que otros, por supuesto. La misión de los payasos es sacar sonrisas a cualquier espectador de diferentes formas. Tal vez trucos, chistes, bailes y demás. ¡El entretenimiento es clave! Por ello, déjenme contarles la historia sobre una payasa que decidió llevar sonrisas a un lindo hogar.

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Esta es la historia de Hwang Yeji, una chica que se encarga de llevar sonrisas y risas a la casa de la familia Lee. Pero, ¿quiénes conforman esta familia? Por supuesto, el señor y la señora Lee junto a su única hija, Chaeryeong. Fue un día inesperado cuando la pequeña Chaeryeong, a sus cinco años de edad, expresó que quería ser visitada a diario por un payaso. La razón de esto se debía al simple y mero hecho de ver mucha televisión. Sus padres trabajando todo el día en una habitación diferente y la niña siendo descuidada y tirada a su suerte en su habitación.

Es ahí cuando Hwang Yeji, con los diecinueve años recién cumplidos, aparece y le da esperanza a la pequeña Lee. Sus días se basaban en desayunar, maquillarse, salir de casa, llegar a casa de los Lee y volver a medianoche a la suya.

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—¡Payasa! —exclamó la pequeña Lee al ver a su payasa.

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—¡Hola, hola, Chaer! ¿Cómo estás? —dijo Yeji con una sonrisa.

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—¡Bien! ¡Vamos a jugar!

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—¡Vamos a jugar pues!

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Al entrar a la casa de los Lee, Yeji se encontró con los padres de Chaeryeong. Se notaba que estaban ya cansados a pesar de ser apenas las diez de la mañana. Chaeryeong entró corriendo y saltando a su habitación mientras que su payasa la seguía por detrás.

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—¿Hwang, llegaste? —preguntó la señora Lee. Yeji frenó en seco y se dio la vuelta dándole atención a la mayor.

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—Sí, señorita Lee —dijo sonriendo ampliamente.

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—Genial, cuando puedas, prepara el almuerzo, ¿quieres? Luego de eso, Chaeryeong dejó su ropa tirada en su cama, dóblala y guárdala.

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—¡A sus órdenes señorita Lee! —exclamó Yeji poniéndose en marcha.

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Al llegar a la habitación de la pequeña Chaeryeong, Yeji se encontró con la ya mencionada montaña de ropa. ¡Pan comido! Lo haría en un dos por tres, jugaría un poco con Chaeryeong y luego prepararía el almuerzo. ¡Qué divertido!

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—¿Y esta montaña de ropa, Chaer? —preguntó Yeji sin perder el tono amistoso.

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—Mamá me dijo que lo guardara, pero no quería hacerlo, ¡así que quiero que lo hagas tú, payasa!

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—Payasa... —rio—, ¡lo haré yo entonces! ¿Por qué no juegas un poco tú? Te alcanzo luego, ¿de acuerdo?

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—¡Pero quiero jugar con payasa!

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—Ah... de acuerdo, mientras yo doblo tu ropa, puedo jugar contigo.

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—¡Genial!

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Fue así como la pequeña Lee y Hwang Yeji empezaron a jugar a las princesas en su habitación. Lee no dejaba de reír y mientras Yeji la entretenía, doblaba y guardaba la ropa. Trabajo simple.

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—¡Payasa! ¡Tengo hambre!

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—¡Bien! El mundo de los fideos me ha dado un mensaje... —Yeji simuló sorprenderse— ¡Quieren que les ayude a pelear una batalla y preparar un gran almuerzo a la familia Lee! Oh no, oh no... ¡Chaer, me tengo que ir! ¡Su almuerzo depende de que gane la batalla contra los fideos!

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—¡Oh, no! ¡Corre, payasa! ¡Ve y salva nuestro almuerzo!

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—¡Lo haré! —dicho esto, corrió fuera de la habitación y se dirigió a la cocina. Los ingredientes estaban guardados e incluso hacían falta unos pocos. De este modo, Yeji tuvo que salir a comprar lo restante para poder preparar unos deliciosos fideos.

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El tiempo pasó, y el almuerzo estaba listo. ¡Qué buenos quedaron! Yeji puso la mesa y sirvió cada porción en los tres platos puestos. Una vez todo estuvo listo, sonrió y llamó a la familia a comer.

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—¡El almuerzo está listo y la batalla contra los fideos ganada!

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—¿Qué es esa ridiculez de “batalla contra los fideos”? —preguntó el señor Lee antes de sentarse a comer.

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—Oh, mi error. Es un juego que tenemos yo y Chaer...

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—Se llama Chaeryeong —corrigió la señora Lee también sentándose.

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—¡Ah, perdón! —se disculpó con una sonrisa—. Es un juego que tenemos yo y Chaeryeong. Cada día varía dependiendo de el almuerzo que vaya a preparar.

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—Ridículo —dijo el señor Lee.

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—Pero funciona —Yeji volvió a reír.

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—¡Payasa! ¡Ganaste otra vez! —exclamó la pequeña Lee corriendo y sentándose junto a sus padres.

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—¡Claro que lo hice! ¡Las... payasas como yo siempre...!

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—Falta sal, el fideo no está bien cocido —interrumpió la señora Lee.

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—El aderezo no tiene sabor y el fideo es muy largo, Chaeryeong se puede atragantar —completó el señor Lee.

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—¿Cuándo harás bien las cosas?

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—Ah... lo siento, no era mi intención arruinar su almuerzo.

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—Payasa... ¿puedo comer helado? —preguntó Chaeryeong.

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—Pero Chaer... —recibió una mirada de parte de los señores Lee—. ¡Digo! Chaeryeong, no has comido nada...

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—Me gusta más el helado...

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—Ahora Chaeryeong tendrá hambre porque no sabes hacer bien tu trabajo.

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—¡Mil disculpas! —rio apenada—. Enseguida te traigo el helado, Chaeryeong.

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Recogió el plato de la pequeña y se retiró con una sonrisa a la cocina. Al perderse de vista, rápidamente comió todo lo que Chaeryeong había dejado. ¡Era su día de suerte, había logrado almorzar! No entendía por qué insultaban su comida, ¡había quedado deliciosa!

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—¡Hwang!

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—¡Enseguida sale el helado!

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Se apresuró a sacar un pequeño pocillo y sirvió dos bolas de helado de chocolate. Antes de salir, dio una pequeña risa al ver su plato.

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—¡Aquí está el helado, Chaeryeong!

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—Oh, ¡veo que sí puedes hacer algo bien! —rio la señora Lee.

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—¡A su servicio! —exclamó Yeji.

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Yeji no se podía quejar. Tenía un trabajo y recibía dinero para mantenerse. ¡Oh! Esto no debería ser contado, ¡va en contra de la política!

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Hwang Yeji terminó sus estudios a la edad de dieciocho años. Sus padres la inscribieron en una de las universidades más prestigiosas de la ciudad, pero al ver que la presión y el estrés consumieron a una Yeji de tan solo dieciséis años y la llevaron a un vacío triste y deprimente, le dieron la espalda y la echaron de casa. Hwang se vio forzada a vivir en las calles y a ganar dinero haciendo de payasa a fin de ganar (de alguna manera) lo suficiente para pagar sus estudios y un techo bajo el cual vivir.

Es ahí cuando los señores Lee la encuentran, le dan dinero y manutención a cambio de entretener a su pequeña hija, Chaeryeong. Para Yeji, fue una gran oportunidad caída del cielo. Llevaba trabajando en su puesto de payasa hacía ya tres años y no podía quejarse. Con el pasar del tiempo, las burlas y los comentarios sarcásticos de los señores Lee ya eran habituales.

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Aunque igualmente dolían.

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Fueron tres años difíciles para Yeji. La familia Lee se aprovechó completamente del estado lamentable en el que se encontraba Yeji y decidieron explotarla y tratarla como a una sirvienta. Sin cortesía ni respeto.

Yeji era una payasa sin igual, ¡siempre reía y nunca lloraba! “¿Qué es llorar? ¡Jamás lo había oído!”. Yeji no podía quejarse. Yeji no podía llorar. Yeji era una payasa, y los payasos no lloran. Cada día era lo mismo. Salía de casa, llegaba al trabajo, cumplía su rol de “payasa” y cada noche, sin ningún tipo de falta, se iba a la habitación de limpieza. Aquella habitación oscura y llena de tuberías.

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Todas las noches, payasa se dirigía al cuarto de limpieza, tomaba una silla, ataba una cuerda a una de las tuberías y hacía un nudo. Todas las noches, Yeji se ataba esa cuerda al cuello sin llorar, porque los payasos no lloran.

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—¡Hwang! ¡Ven a limpiar!

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Oh, oh. Parece que otra vez frustraron el llanto de un payaso falso. Un payaso falso que siente tristeza y vacío. Es un payaso falso, porque los payasos reales no lloran.

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—¡Enseguida, señorita Lee!

El ciclo vuelve a empezar.

¡Esto fue todo por hoy! Espero que les haya

gustado y que- no sé, cada día sé menos q

decir en mis despedidas JSJSJS así que—

¡Nos vemos en el próximo blog! ¡Que estén bien!

Portada: :copyright:

Redacción: :copyright:

⇘ : : @matsuko has logged out . . .

Noten cómo Chaeryeong le dice "payasa" a Yeji. Es todo porque no sabe su nombre y tampoco le interesa, lo único que quiere es jugar con ella y no sentirse sola debido a la ausencia de sus padres. Yeji era su escape y, en realidad le daba demasiado igual su nombre. Fin.

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