¿Volvería a ver a su hermana? Ya había varias veces que se la encontraba por las calles de la metrópolis, incluso cerca de Hotland o dando autógrafos en Waterfall. De vez en cuando se paseaba por la universidad y daba una pequeña vuelta para tomarse un helado con la finalidad de no morir de sed, o doblaba por la cuadra contraria en dirección al castillo y charlaba un poco con los que crearon su hotel, el Shyra Resort. Pero no: ella no quería encontrarla, no era necesario. Siempre se buscaban sin tener que buscarse y siempre se encontraban, aunque no quisieran. Incluso si ambas doblaban por la calle contraria, se devolvían para recoger algo que se les olvidaba y hágase Dios en la tierra porque ahí estaban ambas, contentas, sorprendidas, porque se habían encontrado sin buscarse. Entonces luego Shyra caía en la misma tonta idea de tratar de hacer más impredecibles sus pisadas, no tanto por no querer estar con su hermana, sino porque ella se escondía y los paparazis buscaban a la hermana que siempre, siempre, siempre mágicamente daba con el paradero de quien en verdad buscaban.
Cuando se daban casos como esos, la cantante optaba por esconderse en un restaurante con unas vitrinas inexactas, erráticas, incoherentes, con dobleces innecesarios y mal coloreadas, las cuales hasta el peor arquitecto calificaría de absurdas. Sin embargo, ella no era arquitecta, era una figura pública, y le valía tres hectáreas de plátano si las vitrinas estaban bien o mal colocadas: la escondían y era lo que importaba. Se ponía su habito que la cubría entera y procuraba, mientras salía dentro de una caja del estudio, ir con la mayor rapidez al restaurante y camuflarse entre la apabullante multitud que no la reconocía, que daba por hecho que era sólo otra más de esas locas que uno se encuentra en la calle, de esas que tras tanta droga han quedado tan mal como para ni dejarse ver la cara, de esas drogadictas que se visten con prendas horrendas para parecer más mendigas de lo que son, y buscar plata para conseguirse otra dosis más si es que les alcanza, de esas gran demacradas señoras que se aprovechan de su estado para conseguirse más drogas psicotrópicas, porque, como no, como siempre, siempre existía esa gente loca, pero bueno, qué más daba, a esos se les reintegraba siempre a la sociedad, así que bueno, es igual, como no, déjenla en paz, ya otro la ayudará, no les presten atención a estos panes de cada día.
Luego siempre llegaba a casa, se encerraba en el cuarto y sólo dejaba pasar a su hermana, se ensimismaba y descansaba del público, de las cámaras, de los contratos, se quitaba el maquillaje, cogía ropa más cómoda, sacaba de la nevera un helado de vainilla y capaz ponía alguna película de esas raras que vienen de la superficie pero que su hermana siempre encontraba, ¿dónde? No lo sabía, no era necesario saberlo, no existía razón para preguntarlo, no tanto porque no se le viniera esa pregunta, sino porque de ese olor tan peculiar siempre quedaba una certeza que no ubicaba el origen de ese objeto en un lugar precisamente “limpio” que digamos. Llamaba su hermana para que la acompañara, se sentaban en el sofá, prendían todo, apagaban lo demás, veían la película o, si no había película por ver, simplemente se sentaban juntas en la sala a leerse algún libro, a tomarse algún café, tal vez incluso llamar a alguna persona para que les hiciera compañía, pero definitivamente no se debía llamar a Undyne: no, obviamente ella no, ella terminaría por romper la casa antes de romper sus cuerdas vocales debido a sus ataques de risa.
Después venía la noche, se oscurecía todo, se minimizaban los problemas, se encontraba una dizque paz nocturna, como le gustaba llamarla, como prefería llamarla, más por el hecho de que llamarle “tranquilidad nocturna” le recordaba a los grillos y los grillos le recordaban a Gerson y a su tan lenta forma de hablar, tan repetitiva forma de expresar, siempre diciendo que las estrellas brillan y argumentando que brillan porque son estrellas, luego se corregía diciendo que no era por ser estrellas sino por tener tanto brillo, luego recordaba que no, que el brillo se debía precisamente a su nombre de estrellas, entonces concluía que cuando la noche no brillara ni por la luna ni por las estrellas ni por las gemas, es decir, cuando la noche se sumiera en total oscuridad, sería cuando a Shyra la agarrarían por sus aletas, dormirían con un sedante, amarrarían de bocas y extremidades para inmovilizarla para más tarde llevarla frente algún loco que buscara niñas. Sí. Esas eran las historias de Gerson cuando quería causar miedo. Al final causaba más repudio que miedo, pero bueno, qué más daba, Gerson era Gerson, y él era feliz siendo él, y Shyra era feliz escuchándolo así dijera locuras con la santa lentitud que le habría dado el título, según ella, del más lento al momento de hablarle a alguien. Si es que siempre sus personalidades chocaban: ella siempre tan rápida, adelantada, interesante, revolucionaria, y él tan lento, conservador, tradicional, historiador, siempre poniendo por encima el contenido que la forma, la verdad por encima de cómo se transmite, las ideas por encima de cómo son expresadas. Pero, en fin, así era Shyra. Una adelantada a la época, una cantante que dirigía las tendencias de los demás cantantes, porque ella siempre se destacaba entre los demás y siempre controlaba la hegemonía musical, pues era la bendecida por las sirenas ancestrales para tener esa voz tan hermosa.
Y luego estaba Shyren, siempre tan tímida, siempre en segundo plano, siempre defendida por su hermana, quien hablaba por ella, quien le daba cariños, la cuidaba, la amaba: en fin, quien hacía su papel de hermana. La mamá-hermana, la dupla honoraria, la que hacía de ama de casa y de secretaria, la asesora sentimental, pero nunca la sociable, la de las cámaras: no, ella no era de fotos, menos de salir en revistas, ella era calmada, no quería que la gente supiera de ella, nunca, qué dolor, qué locura, si se enteraran que esa chica con tanta minusvalía musical fuera la hermana de Shyra, la cantante majestuosa que todos amaban, se iban de cabeza, se reían por no llorar del absurdo que representaría. Así que no, definitivamente no, jamás, nunca. Qué escándalo. Ella no era de escándalos. Entonces no, se decidió que no, que ella callada y que la otra hable en su nombre, que Shyra sí era de palabras, sí era de hablar, no tanto de procesar información porque eso era más de Shyren, lo mismo la letra de sus canciones, pero bueno, siempre fueron una dupla, los logros de una eran los de ambas, a fin de cuentas. Así que no había problema. Daba igual, lo mismo, era innecesario discutirlo más. Era innecesario repensar aún más lo que ya era obvio.
A la larga, Shyra y Shyren se coalicionaron entre sí para poder manejar mejor todo el delirio de las cámaras, de los seguidores, de toda la locura que traía consigo aquella fama tan extenuante. La cantante se escondía entre su capucha y las vitrinas inexactas del restaurante de la familia Rombo, pedía algo, lo que fuera, lo que le diera la gana, o no comía, simplemente no lo hacía, y ya, listo, se quedaba unas horas sentada mientras Shyren doblaba por la calle contraria, cerca de la universidad, y los camarógrafos simplemente le seguían, creyendo inocentemente que de alguna forma llegarían a donde Shyra, esa gran pez, la señora de voz suave, cariñosa, frágil, que se siente puede destrozarse si se tocare con la punta del dedo índice, que se fracturaría si se suspira durante su demostración, que va a destrozarse en mil pedazos cual taza de porcelana al pie del piso de mármol: y fragmentarse, en miles de puntos, en miles de centímetros, calles, edificios, reinos, terrenos, barcos, plazas, mentes, puentes, chozas, centros, tiendas, muebles y mentes: porque así de frágil se sentía la voz de ella, como un punto expansivo entre las moribundas necesidades auditivas de quien la oye, como si uno fuera famélico de escuchar tal belleza en su mente, como si fuera un dulce más dulce que el dulce más dulce de toda la azucarada tierra, como si hasta los humanos temblaran frente a su poderío sonoro al intentar inútilmente igualar las capacidades de sus soldados musicales, fallando. Porque nadie fue como Shyra, porque Shyra hacía temblar hasta al más vil hombre con sus rimas, su tono, su calidez, su mensaje… Porque hasta ella se perdía en su propia voz, en su encanto. Oh, Shyra, por qué tenías que irte si nos fuiste tan preciada, querida. Nos sigue faltando tu voz, tus rimas. Oh, Shyra... ¿Qué será de ti?, ¿cuándo vendrás?, ¿dónde te escondes?, ¿estás en esas vitrinas inexactas?, ¿estás atrapada en algún lugar recóndito del restaurante rombo?, ¿será que hoy, repentinamente, la historia de Gerson se cumplió? Qué importa, ya nada importa, querida. Porque tu voz siempre será el faro que podrá romper hasta la más fuerte vitrina, que hará que hasta el más vil secuestrador se tambalee del miedo al escucharte, que retrocederá mientras ejecutas tus cantos, que siempre se verá enardecido por no poder igualarte, puesto que hasta los cuartos se tumban ante tu llegada, porque apuesto que ni las paredes soportan tu grandeza, como esa vez que cantaste y se cayó un cuadro, tuvimos que pagarlo, valía bastante, pero bueno, daba igual, era la más fuerte demostración que hasta las paredes se sorprendían y temblaban ante tu llegada, así que, qué más daba. Si hasta un muro de ladrillo no podía contigo, no he de imaginarme cómo podrías manejar la situación tan dolorosa que sería un secuestro, seguramente los locos que te agarren, una vez te vieran cantar, llorarían por haberte elegido a ti, por tener la suerte de encontrarse con alguien como tú, con tu fuerza musical, y llorarían aún más, no pararían, llorarían por elegir a alguien tan bella, con tan buen carácter, es que tú siempre fuiste así, Shyra. Así que no dudo en ti, ni en tu capacidad.
Probablemente esas palabras serían las que diría la difunta madre de la cantante, así que tampoco es de extrañar que como narrador de esta historia haya querido ejemplificar cómo de apasionada era ella, esa mujer que engendró a las hermanas sirenas.
Shyren era un cuento aparte, un mundo inexplorado entre la explorada muchedumbre. Ella era más de letras y no de palabrerío musical, ella componía lo que se escuchaba en cada canción de la hermana, dejando su toque perfecto para identificarla, para demostrar quien era, porque ella era ella, y nadie sabía como era, excepto yo, estimado lector, que soy el único que ha de decirle cómo era. Porque a veces Shyren se perdía entre los cánticos de su hermana, cada que ella expresaba sus letras que escribió en el papel. Siempre era así la vida de ella: una hoja y tinta, tinta en la hoja, letras en la hoja manchada con tinta, tinta derramada en la hoja haciendo versos, versos hechos con tinta que crean estrofas, y mareas de tinta en la hoja que creaban poemas, que luego la hermana daba pulso y ritmo, y cantaba la otra, cantaba toda la marea de tinta que creó, que derrochó, que acomodó en el papel.
Porque ambas eran la coalición que manifestaba su desagrado al mundo, su amor para el mundo, su amor por el desagradable mundo, su desagradable amor por el amoroso mundo, o del mundo al amor entre barcos de ceniza que transportaban recuerdos: en fin, que ni las metáforas las entendía bien la gente que escuchaba las canciones, pero quienes las entendían se daban por llamarse los más expertos en lírica, no tanto porque fueran incomprensibles, sino porque pocos eran los que trataban de entender lo que se escondía entre verso y verso de la obra de las sirenas.
Y al final, a veces hasta decidían juntas irse al restaurante de la familia rombo, el “Romboide”, como le gustaba llamarle Shyra. Se sentaban juntas, pedían un poco de "lo que sea que tengas, Marta", y Marta les traía lo que sea que tuvieran, porque Marta también era servicial, qué buena señora que era Marta, Marta la juiciosa camarera. Se escondían entre la multitud exacerbante, cubiertas con sus habitos tan inusuales pintados de azul, casi que quien las veía pensaba que hacían parte de una secta, pero qué más daba, era igual. Tomaban lo que les daban, reían por cada vez que les preguntaban que "¿por qué tienes la voz tan parecida a la cantante Shyra?", así eran de lindos los días en Hotland, en el restaurante Romboide. Al final del día sólo les quedaban unos vasos vacíos, unos platos sin comida, y unas ganas de ir al baño que ni ellas habrían creído posibles, pero que eran posibles de contenerse hasta llegar a casa. Y la ventana, siempre quedaba también la ventana, esa ventana incomprensible, esa ventana que Shyren llamaría "la puerta al mundo sin mundos", o tal vez, una frase más profunda, tal como lo sería "el reflejo correcto de nuestra incorrecta vida". Pero el caso era que eso era lo que les faltaba, apreciar más las incorrecciones de sus creaciones, entender que no es que las ventanas sean erráticas, sino que reflejan la verdadera forma de las cosas que vemos, ya que ese es el trabajo de cualquier vitrina inexacta.

Comments (6)
Sin palabras...
Wow...
Wow increible la verdad ten mis bonos
Wow,impresionante,verdaderamente imprsionante,me encantó la forma en la que describes la voz de Shyra,y pues no soy muy buena para hacer comentarios dejar seré breve
La verdad es que hace tiempo que no leia uno de tus escritos (Creo que se les puede decir asi) y este prologo me parecio F-A-C-I-N-A-N-T-E
Nunca me habia interesado tanto la historia y personalidad de un personaje secundario/terceario de esta forma y mas si este es una amalgama y por lo que tengo entendido,un prólogo es como la introduccion a una historia completa,asi que si ese es el caso...aAhhHHHHhhHHHHHH NO PUEDO ESPERAR A QUE SALGA EL PRIMER CAPITULO
Y si no es el caso,igual
"Inhala" [CI]aaAaAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH POR DIOS ME ENCANTÓ :hearts: :hearts: :hearts:
En verdad espero poder ser tan buena escritora como tu algun dia aAhhh
Vayaaa... :hushed:
Primera vez que veo alguno de tus escritos y me impresionas! Le diste una personalidad a un personaje secundario que luego se convertirá en un Amalgama, la amo: Es alguien alegre, una cantante con una gloriosa voz y alguien que se preocupa por su hermana, pero por supuesto, solo tenia 0,1739592 segundos para ocultarse de los paparazzis y estar en un restaurante.
Me gusta mucho que si te preocupes de los personajes secundarios de Undertale y a esos que tal vez no tengan importancia pero tienen su propia vida y su forma de ser. Incluso! Si Toby tomara cosas hechas por fans para hacerlas oficiales esto entraría definitivamente! :blush: :ok_hand:
Tengo una fuerte sensación que el prólogo es de la historia de Shyren o de Lemonbread. La verdad me gustó el escrito, los personajes, la narración, la exageración y algunos de los mensajes aunque hubieran pocas separaciones en el texto :sweat_smile: .
10/10 :star: :star: :star: :star: :star: