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⸜⸜ こちらこそ

Sus pensamientos arrebataron

con toda la calma que azotaba

su   sueño durante   la primera

noche de agosto, pero guardó

silencio luego de la sonora bala

que    atravesó    la    demencia.

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   𝗩𝗶𝗱𝗮 𝗺𝗶́𝗮...? — :skull:

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    El agua caliente caía por la pequeña curva de   su

     espalda, su piel    de    gallina   se   decoraba     con

     el vapor que luego desaparecía en el frío   aire    y

     sus cabellos cubrían su rostro. Quieta en la bañera,

    ahogando los gritos, obligándose a creer que el

    desgarro de lo más preciado no había ocurrido,

    que fue un mal sueño, una pesadilla casi realista.

     Evitaba cerrar   los   ojos, pero   en    un   pestañeo

     eterno pudo   ver   la   varita apuntando hacia su

     rostro, la delgada punta haciendo presión contra

     su frente mientras su corazón se aceleraba ante

    el miedo, ante el   pánico de morir a manos   de

    quien   confiaba   con   el alma, de   la   nada, todo

     blanco, su cuerpo inmóvil sufría, y era   lastimado.

     La risa de aquel resonaba en su cabeza mientras

    esperaba sin esperanzas que acabe con su vida.

    Las lágrimas no dudaron en salir apresuradas para

    caer en sus mejillas, la vista se le tornaba borrosa

    cada vez que   intentaba    decir   una   palabra   de

     ayuda   a   la   mano   que   la    limpiaba.

     La esponja talló suavemente las piernas

     golpeadas de la joven bruja, el rojo de las heridas

    teñía el agua que caía hacia las tuberías y hacían

    desaparecer el registro del sufrimiento, del llanto

     y el dolor tanto físico como emocional. La    llama

    de la magia en su interior era débil, sus fuerzas no

    le permitían siquiera blandir su varita y permitirse

    ayudarse sola.

     — Perdóname, debí   llegar antes ¡lo siento! — La

    esponja se detuvo, la mano que   la sostenía   la

    apretó con fuerza, mientras el muchacho dueño

     de   esta   le   miraba   fijo, en   su   mirada      había

    desesperación y culpa, una agonía por ver a quien

    amaba    volviéndose       nada, minimizando      su

     existencia por la vergüenza, la rabia, y el   trauma.

    Tenía que ser fuerte, de alguna forma ganarse su

    perdón, a pesar de no obtener respuesta ante su

    disculpa. Sin apuros, el muchacho puso de pie   a

     la chica, dejando al descubierto las   marcas    de

     los   golpes   y     algunos    cortes     que     fueron

     ocultado por el cuerpo en   cuclillas, agonizante

    con    un    destino    hacia    la   muerte      incierto.

    Inmediatamente con ligeros movimientos de su

    varita    cubrió con unas   mantas   delgadas   su

    desnudez, la belleza era opacada por los   llantos

    y la sangre, los    deseos    de    observar   habían

    desaparecido, no había hombre enamorado que

    pudiera ver con lujuria el maltrato desmedido de

     la   piel    que   una     noche     atrás       besó. Los

    pensamientos     se     desvanecieron, tomó   con

     cuidado la mano de la chica y la guió por la casa,

    paso lento, hasta llegar a la habitación en donde

    una pequeña cama le esperaba. Con cuidado la

    recostó, acomodando su cuerpo de manera que

    no doliera, que el dolor no se hiciera punzante ni

    le hiciese revivir todo el sufrimiento que soportó.

     El muchacho con la punta de su varita comenzó

    a   conjurar   un    hechizo, con este fue sanando

    la herida sobre el brazo, y   así continuar con el

     resto, poco a poco   subió   hasta    llegar   a   su

    frente, con cuidado acercó la varita al   pequeño

    corte sobre esta y observó el rostro de la   chica,

     sus ojos estaban inmóviles, las lágrimas    caían

    poco a poco, y su boca temblorosa comenzó a

    murmurar varias veces lo mismo.

    — Aléjate...aléjate...aléjate... — el tono de su voz

    cada vez fue subiendo, de un segundo a otro su

    mano    sostuvo   la    varita   que      le   apuntaba

     — ¡aléjate! — el    grito   hizo   eco   en   la    vacía

     habitación, el rostro del chico reflejó la sorpresa

     y a la misma vez, su   mirada   se   volvió   turbia,

    aún así, no se movió.

     — No lo entiendes, ¡te   estoy ayudando! Déjame

    ayudarte, buscaré a quien te hizo esto ¡te lo juro!

    Por el amor que te tengo ¡te lo juro! — con   sus

     gritos desesperados cayó de rodillas en el suelo,

    los llantos de la misma se hicieron más fuertes,

    más    dolorosos, para    él, insoportables        de

     escuchar, sus gritos se hicieron desgarradores, y

    pasado un minuto estos   se desvanecieron, con

     la   mirada    perdida, él    comenzó   a    hablarle.

    — Te dije que te ayudaría, yo iba a estar para   ti,

    querida, no llegué a tiempo, creí merecerte, creí

     ser tu salvador, yo   quería cuidarte, perdóname,

     no pude. Dicen que un acto de amor es entregar

    la vida por quien amas, yo   estaba dispuesto a

    eso y más por ti, pero el   tiempo   se   me    hizo

     poco, y quizá   no te amo tanto como esperabas,

    no supe cuidarte, y ahora no puedo mirarte. Sea

    quien te hizo esto, sufrirá, sentirá la ira, mi rabia,

    y el dolor de que te quiten lo más...— Su   mente

     dejó de dar vueltas, el   silencio   en   el    cuarto

     se    hizo   abrumador, ya   no    escuchaba     los

     quejidos, el llanto, ni respuesta alguna. Levantó

     el rostro y observó la punta de   su    varita, esta

    envuelta en rojo, igual que la chica. Se    levantó

     de golpe, observó asustado el cuerpo, ¿en   qué

    momento pasó? Su mente se nubló y los gritos

    de él resonaron por la   paredes, preguntándose

     quién fue, quién le arrebató lo que tanto amaba,

    quería llorar, pero las lágrimas no se asomaban,

    quería sentirse triste, pero solo sentía un vacío.  

     Con cuidado se sentó a los pies de la cama, no

    había emoción en su cara, a pocos centímetros

     de la muerte su semblante era serio. Su   mente

    estaba en otro lugar, le era imposible   entender,

     pero poco a poco fue aclarando cada recuerdo

     en su cabeza. El vacío se   estaba llenando de

     culpa y   de   pequeñas   risas   recordando   las

     súplicas, los gritos de auxilio, estaba siendo un

    sube y baja de emociones en la enredadera, se

    estaba volviendo loco, no      podía   seguir   así,

     tratando de fingir que no le hizo daño, negando

     el haber acabado con su vida.

      — ¿Qué más da, vida mía?

     Con la mirada fija en el cielo de la habitación,

     acercó su varita    a   su   cien, y   con   el   leve

      o de la madera con   piel, comenzó   a

      salir un pequeño hilo   blanco, este    danzaba

     lentamente, hasta   entrar   de   lleno    en   una

     pequeña botella de vidrio.

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pd: era una tarea pero ya no, xd.

ta bien lindo, así que takiu por leerlo again. Ah

pd²: parte de la historia fue inspirada en un sueño mío, así que chau copyright.

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𝐂𝐨𝐧𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨