Cassius caminaba por las solitarias calles de Londres con la mente aún llena de las palabras de la carta. El peso de la revelación de su madre lo había golpeado con fuerza, y aunque no tenía respuestas claras, algo dentro de él sabía que la búsqueda de la verdad no había hecho más que comenzar. Cada paso que daba le parecía una carga más pesada, como si algo lo estuviera llamando desde las sombras, un destino del que no podía escapar.
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El día siguiente amaneció gris, con una niebla espesa que envolvía la ciudad. La oficina de los aurores había sido un refugio temporal para su mente, pero las horas pasaban sin aliviar la inquietud en su corazón. Esa tarde, sin embargo, algo cambiaría.
Un sobre sin dirección, solo su nombre escrito en letras doradas, apareció en su escritorio. La carta estaba firmemente sellada, y al abrirla, Cassius sintió una sensación de presagio recorrerle la espalda. El mensaje era breve, pero claro:
*"Cassius,
Nos encontraremos pronto. Sabes dónde.
-Magnus Rowle
No hubo más palabras, pero Cassius sabía exactamente a quién se refería. Magnus Rowle, su tío abuelo, el hombre de quien nunca había oído hablar hasta ahora, pero que sabía que tenía una conexión profunda con su familia. Sabía que, en algún lugar de la oscuridad, él conocía la verdad que Cassius tanto buscaba.
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Esa misma tarde, Cassius decidió seguir la pista. Apareció en el lugar indicado, una antigua mansión en las afueras de Londres. Era un lugar aislado, rodeado de espeso bosque, casi como si el mundo exterior no quisiera que alguien lo encontrara. La mansión, aunque menos deteriorada que la Casa Rowle, tenía una presencia intimidante. El aire se sentía pesado, como si las paredes mismas estuvieran esperando que alguien cruzara el umbral.
Cuando Cassius entró, la mansión estaba en completo silencio. Un silencio profundo, que no parecía natural, sino calculado. Un hombre lo esperaba en el salón principal, de pie junto a una chimenea encendida. La luz del fuego iluminaba su rostro, y Cassius no necesitó más que un vistazo para saber que este hombre era el mismo que había visto en los viejos retratos familiares: Magnus Rowle.
El hombre lo miró fijamente, pero en sus ojos había algo más que simple curiosidad; había un toque de algo peligroso, como si supiera que Cassius estaba a punto de enfrentarse a algo que cambiaría su vida.
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—Cassius, por fin has llegado —dijo Magnus con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Su voz era suave, pero había un poder subyacente en ella que dejaba claro que no se trataba de un simple encuentro familiar.
—¿Por qué me buscaste? —preguntó Cassius, su voz firme aunque el nudo en su estómago no desaparecía.
Magnus dio un paso hacia él, sus movimientos lentos y calculados.
—Porque eres un Rowle, Cassius. Y los Rowle nunca se deshacen de su destino tan fácilmente. Lo que no sabes, lo que te han ocultado, es que tu familia siempre estuvo destinada a algo mucho más grande que los secretos del Ministerio, algo más grande que lo que te hicieron creer todos estos años
Cassius lo miró con desconfianza, pero algo en sus palabras lo hizo dudar. Magnus notó su vacilación, y su sonrisa se amplió un poco.
—Tus padres, Septimus y Livia, creían en algo más grande, Cassius. Algo que el Ministerio nunca podrá entender. Ellos lucharon por una causa que parecía perdida, pero no lo era. Ellos sabían que la paz solo puede alcanzarse a través del control total. El control sobre los que no entienden, los débiles, los que buscan una falsa moralidad. Ellos sabían que solo a través de la pureza de la magia y la fuerza de nuestra sangre se puede lograr lo que realmente importa.
Cassius dio un paso atrás, sintiendo que el suelo bajo sus pies se desmoronaba lentamente. Las palabras de Magnus lo golpeaban como una tormenta. El hombre frente a él, su propio tío abuelo, no solo conocía la verdad sobre sus padres; la había vivido.
—¿Qué estás diciendo? —dijo Cassius, casi sin poder creerlo—. ¿Me estás diciendo que mis padres…?
—Tus padres eran mortífagos, fieles seguidores de Lord Voldemort, Cassius. No lucharon por la resistencia como te hicieron creer. Fueron parte del gran plan. Fueron parte de la causa que lleva generaciones esperando a alguien como tú para completarlo.
El aire se volvió denso, como si las palabras de Magnus invadieran cada rincón de la mansión. Cassius sintió que su corazón latía más rápido, pero se obligó a mantenerse firme.
—Eso no puede ser cierto. Si fuera cierto, lo sabría.
Magnus lo observó durante un largo momento, su rostro implacable, y luego dejó escapar una risa baja, casi triste.
—Es fácil creer en lo que te han dicho, Cassius. Es fácil vivir en una mentira, especialmente cuando esa mentira te da consuelo. Pero la verdad siempre sale a la luz, tarde o temprano. Y tú estás listo para verla.
Cassius cerró los ojos, luchando contra la marejada de emociones que lo embargaba. Sabía que la verdad que Magnus le ofrecía no solo cambiaría su vida, sino que pondría en duda todo lo que había creído. La vida que había construido, el código de los aurores, la lucha por el bien… todo eso ahora parecía frágil, una ilusión.
Magnus se acercó aún más, colocando una mano en su hombro con una familiaridad inquietante.
—Cassius, por generaciones hemos estado trabajando arduamente, para conseguir la pureza de la sangre, tus padres... eran bastante obsesivos con eso, aunque no lo creas. Debes seguir tu destino, tu camino ya está escrito, tu legado, estaremos esperando. La magia es más fuerte que cualquier juramento, más grande que cualquier principio. Y cuando te unas a nosotros, entenderás que lo que te ofrezco no es una elección….
Cassius apartó su mirada, sintiendo que el suelo se deslizaba de bajo de sus pies. Sabía que esta conversación no era solo una oferta. Era una advertencia. Y, por alguna razón, algo en su interior sentía que podría ser más difícil rechazarlo de lo que había imaginado.
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