No sabes
cómo odio la fragilidad
con la que mi memoria
me hace caer en ti de nuevo,
y esa enorme debilidad
que tiene para no dejarme vivir
sin recuerdos tuyos.
No sabes
cómo aborrezco mis brazos
de haberte tenido,
y cómo le reprocho a mi boca
no haber dicho algo
que te hiciera quedarte.
Hasta ahora
veo la luna
y sigo pensando
que sonríe porque te ve,
y me da rabia ver la suerte que tiene;
me da rabia saber
que no somos nosotros
por quienes sonríe ahora.
Y muero,
muero de coraje
porque, aun después de ti,
mis letras siguen llevándote consigo,
y todos mis poemas
aún llevan tu nombre
como dedicatoria.
¡Qué coraje, caray!,
qué coraje
que hasta hacerme mal
te saliera tan bien.
Este poema tiene derechos de autor
Comment